El argumento de que fallaron los pronósticos y de que llovió más de lo esperado es autoincriminatoria, como dijo el periodista Carlos Ramírez.
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Gran revuelo ha provocado en los grupos izquierdistas de Chihuahua el decreto publicado el pasado siete de octubre, que prohíbe el lenguaje inclusivo en el sistema educativo estatal, pese a que durante años aquél ha sido uno de sus principales objetivos de lucha. Las autoridades locales argumentan que, si no se ve, no existe; aunque han determinado que lo importante consiste en enseñar las reglas gramaticales y no atentar contra la lengua. Pero el mayor descontento de esa izquierda se halla en que fue exhibida porque, desde hace mucho tiempo, renunció a la lucha de clases para preocuparse en medidas estéticas, banales y de menor importancia.
El peligro de los avances del lenguaje inclusivo en todo el sistema escolar radica en que oculta u omite la esencia misma de todos los problemas sociales: la desigualdad económica ¿De qué les sirve a los infantes que ahora se considere la palabra niño o niña si llegan a la escuela sin desayunar debido a la falta de dinero en sus hogares? Primero debe arreglarse que ningún niño padezca hambre. Y así pueden enumerarse un sinfín de males que, a causa de la creciente y escandalosa desigualdad, agobian a millones de personas en México y el mundo. ¿O es que la pobreza de la población no es visible? ¿O que con el “gran logro del uso del lenguaje inclusivo” se le quiere ocultar? Pues sí, así estamos; y para muestra se presenta este botón:
La tormenta tropical Raymond y el huracán Jerry, casi al unísono, azotaron a México con intensas lluvias que provocaron cuantiosas muertes y daños en los estados de Hidalgo, Veracruz y Puebla donde nuevamente, como ocurrió en Acapulco, los fenómenos meteorológicos no fueron advertidos a tiempo; las clases no se suspendieron, muchos maestros y estudiantes quedaron atrapados y hoy sus familias lloran las desgracias.
La lentitud de las autoridades estatales y federales para detectar los terribles ciclones mediante los satélites del Consejo Nacional para el Agua y el Centro Meteorológico Nacional y su enlace con instituciones extranjeras, de nada sirvió; y la población no fue evacuada a tiempo porque no había autobuses del Ejército para sacarla y llevarla a los albergues inexistentes. Los maestros que imparten clases en las serranías frecuentemente sufren esta negligencia y se quedan varados toda la semana porque no hay transporte.
En la Universidad Veracruzana, campus Poza Rica, así como en otras universidades, hay estudiantes de escasos recursos que provienen de diversas regiones y que fueron quienes se arriesgaron, hace unos días, durante las inundaciones que asolaron a esa ciudad. El aviso de la emergencia hasta el último minuto al sector educativo, con el pretexto de que los maestros prefieren no estar en clases, marcó la diferencia en relación con otros desastres. En Poza Rica, el desborde del río Cazones no distinguió entre la población que vive en la zona petrolera y otras áreas urbanas y rurales, porque el agua entró por igual en todas las calles durante la madrugada del 10 octubre. La gobernadora Nahle declaró que la inundación fue “ligera”, pero reportó hasta siete metros de altura, es decir, llegó hasta el tercer piso de algunas viviendas. El siniestro generó imágenes aterradoras: personas y vehículos arrastrados por la corriente, familias trepadas en los techos de las casas o abrazadas a árboles clamando por auxilio, personas y casas aplastadas por deslaves de los cerros, maestros y alumnos desaparecidos, comunidades incomunicadas sin agua potable y sin energía eléctrica.
Las autoridades, incluida la Presidenta sólo acudieron al lugar de la tragedia a prometer apoyo y tomarse la foto. ¿Por qué no se destinan los recursos necesarios para mejorar la infraestructura antes de que sucedan las desgracias? ¿En dónde quedaron los recursos del desaparecido Fonden? ¿Por qué siempre es la población solidaria la que, mediante colectas de víveres, resuelve estos problemas? ¿A cuánto asciende el número de los muertos y damnificados? ¿Cientos, miles? Pero, aunque fuera uno solo, ¿qué no vale más la vida de un hombre a seguir jugando a ser “inclusivos”? En esta ocasión, el huracán hizo visible su no-inclusividad.
El argumento de que fallaron los pronósticos y de que llovió más de lo esperado es autoincriminatoria, como dijo el periodista Carlos Ramírez.
Los científicos sociales han estudiado las pasiones con detalle y cada uno lo hizo a su manera.
La Encuesta Nacional de Consumo de Drogas, Alcohol y Tabaco (ENCDAT-2024) reveló que aproximadamente el 6.4 por ciento de los adolescentes entre 12 y 17 años ha consumido alguna droga ilegal.
Entre los negocios actuales más rentables se encuentran los que producen y comercializan alimentos, ya que éstos satisfacen una de las primeras necesidades humanas.
Las imágenes que circulan en las redes sociales son terribles, apocalípticas… primero se ve una ola de gas y, en un instante, el fuego hace recordar al lector que el infierno se vive en la Tierra.
Los políticos mexicanos se transmutan a conveniencia… ¡vaya, ni los camaleones lo hacen con tanto descaro!
No es mala idea pedir a las familias mexicanas que coman saludable, el problema es no darles los medios para que lo realicen.
El predominante control social de los contenidos comerciales promovidos por los medios de comunicación masiva destaca debido a la influencia lograda sobre los individuos.
Pero cabe preguntar: ¿cómo salieron de la pobreza 13 millones de mexicanos si la política económica del sexenio anterior fue por demás desastrosa?
A nadie que sea pobre le gusta serlo, aun cuando algunas películas, telecomedias, religiones y gobiernos demagogos –como el de México– romanticen a la pobreza atribuyéndole valores y virtudes como el deseo de superarla con trabajo y esfuerzo.
Los pueblos totonaco y náhuatl habitan la Sierra Norte de Puebla, donde sus pobladores compitieron en esplendor y grandeza antes de la llegada de los españoles y hoy comparten la misma miseria.
El migrante huye del desempleo, de la ausencia de ingresos fijos, la pobreza, incertidumbre sobre el futuro de su familia y viaja a una tierra ajena donde es visto como un extraño a quien las empresas pueden explotar.
En México, los jóvenes pasan más de ocho horas en Internet, aunque la mayoría busque información baladí en las redes sociales.
Esta situación exhibe la hipocresía del nacionalismo oligárquico local, discurso mentiroso del que también se vale para infundir sentimientos patrióticos en la gente y establecer normas para impedir que otros consorcios le arrebaten el privilegio de explotar y saquear.
Alrededor de mil 300 cuerpos salen del Incifo sin identificar cada año.
Escrito por Capitán Nemo
COLUMNISTA