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Brújula
Alimentar el morbo a costa de la desgracia
Las imágenes que circulan en las redes sociales son terribles, apocalípticas… primero se ve una ola de gas y, en un instante, el fuego hace recordar al lector que el infierno se vive en la Tierra.


Las imágenes que circulan en las redes sociales son terribles, apocalípticas… primero se ve una ola de gas y, en un instante, el fuego hace recordar al lector que el infierno se vive en la Tierra.

El pasado miércoles 10, un camión cisterna con capacidad de carga de 49 mil 500 litros de gas licuado se volcó y explotó alrededor de las 14:20 sobre la calzada Ignacio Zaragoza, a la altura del Puente de la Concordia, en la alcaldía Iztapalapa de la Ciudad de México (CDMX).

La tragedia ocurrió en una hora pico, en una de las áreas más pobladas de la capital y cerca del paradero Santa Martha Acatitla. Las imágenes fueron captadas desde distintos ángulos y mostraron a varios automovilistas y transeúntes corriendo con el rostro aterrorizado, tratando de salvar sus vidas. Momentos después se observa a esas mismas u otras personas caminando semidesnudas, con horribles quemaduras, desoladas y confundidas porque seguramente no podían creer lo que estaban viviendo.

La noticia fue difundida por redes sociales casi instantáneamente y minutos después llegaron los medios de comunicación comerciales y, como buitres, reconstruyeron la desgracia mediante perspectivas amarillistas enfocadas en las víctimas despellejadas; y con los policías que llegaron tarde a hacer su trabajo. Crearon héroes y heroínas, entre estas últimas estuvo una mujer de la tercera edad quien salvó a su nieta protegiéndola de las llamas con sus brazos.

La creación de historias se realizó al antojo de los medios para alimentar el morbo, aumentar su audiencia y, desde luego, sus ganancias. Nada de cuestionar, responsabilizar e inculpar porque la tragedia fue un triste y lamentable accidente derivado de la casualidad.

Los análisis efectuados en torno a este suceso no ayudaron mucho a su esclarecimiento porque la cobertura informativa se limitó a recoger expresiones como la de que “debemos dar gracias a Dios por estar vivos” o “hay que valorar lo que tenemos porque nunca sabemos si vamos a regresar”. En los medios de prensa son habituales las digresiones porque enfocan los problemas como si todos fueran obra de fenómenos fortuitos o de la casualidad, algo que le puede pasar a cualquiera. Es decir, desconocen o niegan que estos accidentes sean cada vez más frecuentes por el mal estado de las vías de comunicación y porque muchas empresas invierten muy poco para que el parque vehicular se acondicione adecuadamente y para que sus trabajadores estén bien pagados, alimentados y descansados.

Tragedias como la del Puente de la Concordia suceden a diario debido al afán de los empresarios de ahorrarse algunos pesos y obtener el máximo beneficio a costa de los trabajadores y la sociedad; una actitud cómplice de las autoridades, así como de los medios de comunicación, en cuyas notas informativas no difundieron que la mayoría de las personas fallecidas y heridas son de la clase trabajadora: amas de casa que salen a comprar, repartidores, choferes, vendedores ambulantes o estudiantes que van de regreso a casa. Lo sucedido en Iztapalapa nunca se produce en las calles de Polanco o Santa Fe, lugares exclusivos de la clase privilegiada… como siempre: el pueblo pone los muertos.

Hasta ahora, el número de las víctimas del fatal accidente asciende a 21 muertos y más de 80 personas con distintos grados de quemaduras; todas fueron y son de nivel socioeconómico bajo y no tienen la posibilidad de hacerse oír por las autoridades. Por ello, ni en estos dolorosos momentos se les atiende con la debida celeridad y de acuerdo a sus necesidades, como han denunciado sus familiares. Eso sí: las autoridades de la CDMX, los legisladores del Congreso local y hasta la Presidenta se han “solidarizado” con las víctimas” fotografiándose, prometiendo de que “ahora sí serán más estrictos” con el cumplimiento de la normatividad a las empresas.

Para los gobernantes, siempre ocurre que “muerto el niño, se tapa el pozo”, sin considerar que en este tipo de percances los familiares de las víctimas seguirán clamando justicia y sin prever que cualquier día este reclamo será escuchado por el pueblo y que éste puede decidir que es tiempo de tomar el poder en sus manos. 


Escrito por Capitán Nemo

COLUMNISTA


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