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Brújula
De felices e infelices
Los morenistas creen ingenuamente que con replicar sus falacias y responsabilizar a los gobiernos del pasado pueden deslindarse del mandato constitucional de gobernar bien.


El partido en el poder piensa que puede hacer y deshacer a su antojo porque para algo le sirve la popularidad que le otorgan las encuestas, pero que en los hechos ha “ganado” con la compra de votos aprovechándose de las enormes necesidades de la gente pobre. Una popularidad que le ha servido para concentrar el poder, convencer al “pueblo sabio” de que lo mejor que pudo pasarle es la llegada de Morena y en sólo siete años (seis del sexenio anterior y uno del actual) “mandar al diablo” lo poco que se había avanzado en materia de seguridad social y democracia. Su guion es sencillo: desde el púlpito de la mañanera se informa o desinforma sobre los sucesos de la realidad nacional, de acuerdo con el interés morenista; y esta versión es repetida en cascada por los funcionarios de primer nivel, gobernadores, presidentes municipales y hasta el perico.

Los morenistas creen ingenuamente que con replicar sus falacias y responsabilizar a los gobiernos del pasado pueden deslindarse del mandato constitucional de gobernar bien. Pero ¿cómo pueden ocultar la cruda realidad que viven los ciudadanos? En días recientes, la Presidenta declaró que los mexicanos están contentos, que cuando sale a las calles, le muestran su cariño y felicidad y que estas expresiones de afecto se deben a los buenos resultados del gobierno, pues hoy, como nunca, se atiende el bienestar de los pobres.

Es verdad, un pueblo explotado y olvidado durante cientos de años les ha comprado el discurso del bienestar; pero en sólo siete años, este mismo pueblo ha notado el cruel engaño. Y es que para nadie pasa desapercibido que, mientras la gente de a pie lucha diariamente para sobrevivir en la pobreza y la desigualdad extremas, los nuevos virreyes de la clase política se enriquecen con el dinero del erario sin ningún rubor, hacen negocios al amparo del poder y gastan escandalosamente frente a los pobres, olvidando el dicho popular de que “no es bueno contar el dinero delante de los pobres”.

La no tan nueva clase política, conformada por partidos de todos los colores, es más corrupta, más cínica y se enriquece a una velocidad nunca vista. Sin embargo, la estrategia de gobernar con regalos de dinero y discursos demagógicos está agotándose porque, como advierten muchos analistas políticos y economistas honestos, es insostenible en el largo plazo. Además, la economía no crece, los problemas sociales se agravan y la combinación de estos factores provoca que no haya semana sin un grave problema que haga de la vida de los pobres un infierno y que cada vez se vislumbre más lejana la felicidad deseada.

Y es que nadie en su pleno juicio puede ser feliz si no tiene empleo, si carece de los ingresos indispensables para obtener una alimentación decorosa para la familia. ¿Es feliz la gente que no cuenta con una vivienda digna y segura donde pueda criar a sus hijos sanos y a salvo de las enfermedades derivadas de la pobreza? ¿Es feliz una persona que no tiene oportunidades para estudiar o atenderse algún problema de salud? Si a esta lista se agrega el miedo de salir a las calles para evitar ser víctima de un atraco por el crimen, nadie es feliz. La pobreza es una cruel sentencia dantesca, quien entra en ella “pierde toda esperanza”; en ese infierno se encuentra atrapada la mayoría de la población mexicana. Sí, México es un país donde las personas no son felices porque están gobernadas por infelices que dan pan y circo al pueblo para seguir engañándolo, quitarle cada vez más sus libertades y acercarlo cabalmente al sarcasmo poético que Mario Benedetti sugirió en estos versos: “Te quiero en mi paraíso, es decir que, en mi país, la gente viva feliz, aunque no tenga permiso”. 


Escrito por Capitán Nemo

COLUMNISTA


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