Brújula
Alejar a la juventud de las drogas
La Encuesta Nacional de Consumo de Drogas, Alcohol y Tabaco (ENCDAT-2024) reveló que aproximadamente el 6.4 por ciento de los adolescentes entre 12 y 17 años ha consumido alguna droga ilegal.
La narcocultura ha permeado tanto en la población mexicana que a nadie le asombra ya que los narcos y sus sicarios aparezcan como héroes en las canciones populares, el cine y las series televisivas; y que en estas producciones sean vistos como personajes cercanos a la gente, respetados por ésta y cuidadosos de sólo causar daño a quienes los enfrentan, que sean rivales o personal del gobierno. Pero esta versión de la realidad nacional es ficticia porque el país hoy se encuentra sumido en una de sus crisis más profundas debido a que el tejido social se ha roto y la descomposición afecta a la clase más vulnerable.
En las regiones donde impera, el negocio de las drogas está reactivando la economía de las personas. La violencia que genera es muy superior a la de cualquier otro negocio lucrativo porque los cárteles operan como monopolios, no aceptan competidores y, como cualquier corporativo, se adentran en las entrañas de los tres niveles gubernamentales. ¡Y miren cómo es más que evidente su infiltración en el actual gobierno! Los narcos recorren el territorio nacional sembrando, preparando, vendiendo y exportando sus productos; y en su afán por ampliar sus mercados, desencadenan guerras sin que el gobierno los toque siquiera con “el pétalo de una rosa”. Llegan a los lugares más recónditos como si fueran distribuidores de la CocaCola. Hoy, las drogas están en todos lados y son consumidas por niños y jóvenes de las escuelas urbanas y rurales de todos los niveles escolares.
La Encuesta Nacional de Consumo de Drogas, Alcohol y Tabaco (ENCDAT-2024) reveló que aproximadamente el 6.4 por ciento de los adolescentes entre 12 y 17 años ha consumido alguna droga ilegal, cifra promedio que no expone a las comunidades donde el uso de narcóticos resulta muy alto y en otras podría ser nulo. Las drogas llegan en envolturas muy fáciles de trasladar y los narcomenudistas buscan a la población cada vez más joven, incluso niños, para enviciarlos y cautivar clientes permanentes. Tienen también mercados preferentes que son segmentados por estrato social: para el pobre van la marihuana y el cristal; para el pobre extremo las “monas” de thínner o cemento; para los ricos, la cocaína y el fentanilo, entre otros estupefacientes.
En la comercialización y distribución son utilizados también los más pobres, que nada tienen que perder, salvo la vida en manos de bandas rivales, ser capturados por la policía y permanecer privados de la libertad durante lustros, décadas y medios siglos en cárceles federales mexicanas o gringas. En la producción de drogas, los jóvenes pobres son, asimismo, los que aportan la mano de obra en campos, invernaderos y laboratorios, así como en las actividades de vigilancia y seguridad. Si bien es cierto que muchos se enrolan por gusto, la mayoría son reclutados con engaños bajo el pretexto de buenos salarios. ¿Buenos salarios? Sí, el narco por lo menos paga más que las empresas legales. Entonces, la participación de los jóvenes en grupos del crimen organizado deriva de su pobreza, de la falta de oportunidades, además del constante bombardeo proveniente de los medios de comunicación en torno a que “el narco no es tan malo”.
Por tanto, si realmente pretenden alejar a la juventud del narcotráfico y no solamente en el discurso mentiroso, se deben destinar los recursos necesarios, sin regateos, para su educación integral; obligar a las empresas a crear empleos con buenos salarios; y ya no promover la narcocultura. El alejamiento de los jóvenes de la gente malvada no se genera con buenas intenciones ni echándose los mejores discursos. El problema es material no espiritual. Y mientras los políticos se sigan limitando a desgarrarse las vestiduras, los jóvenes permanecerán en viaje. Y esto no es literal.
Escrito por Capitán Nemo
COLUMNISTA