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México: la vocación productiva de sus tierras
Un profundo conocimiento de la diversidad de climas y suelos ejerce una influencia positiva en la productividad de cultivos específicos, desde los campos de aguacate en Michoacán hasta los de agave para la producción de tequila en Jalisco.


Toda actividad productiva del sector primario de la economía tiene un impacto directo en la naturaleza, transformándola de manera irremediable. A lo largo de la historia, el ser humano ha aprendido a extraer riqueza de la naturaleza en prácticamente cualquier escenario que ésta le presente. Sin embargo, debido a que el “derecho confiere la propiedad privada sobre la corteza terrestre”, los propietarios de tierras o acuíferos no optan por producir aquello que naturalmente les ofrece el ambiente ni lo que implica una menor transformación, sino lo que creen que les generará mayores beneficios. Este enfoque, basado en la maximización de beneficios individuales, a menudo conduce a decisiones de producción que pueden tener consecuencias negativas para el medio ambiente y la sostenibilidad a largo plazo.

La diversidad geográfica de México no sólo embellece su paisaje, sino que determina la vocación productiva de sus tierras. Aspectos como el tipo de suelo, el relieve, la precipitación promedio anual, el tipo de vegetación y la fauna presente deberían orientar el tipo ideal de producción o explotación.

Sirve para ilustrar esta relación en el ámbito de la agricultura la diferencia entre las extensas y fértiles en El Bajío, caracterizadas por su topografía plana y abundantes lluvias, de las que se obtienen rendimientos de hasta 10 toneladas de maíz por hectárea que contrastan con los de las zonas montañosas de la Mixteca Baja Poblana, de apenas 800 kg por hectárea, principalmente destinados al autoconsumo, donde las parcelas alcanzan pendientes del 45 por ciento y el clima es semidesértico. Un profundo conocimiento de la diversidad de climas y suelos ejerce una influencia positiva en la productividad de cultivos específicos, desde los campos de aguacate en Michoacán hasta los de agave, destinados a la producción de tequila en Jalisco.

Otra actividad crucial del sector primario es la industria forestal, que también requiere un exhaustivo análisis. Según la Conafor “México es un país con vocación forestal; el 70 por ciento de su territorio, equivalente a 137.8 millones de hectáreas, está cubierto por vegetación forestal”, y debido a su terreno accidentado, no es propicio para la agricultura. Esta condición abre un amplio campo de acción para la explotación de recursos forestales, maderables y no maderables. Todo ese territorio debería estar sujeto a proyectos de manejo sostenible que armonicen la extracción con la conservación de la biodiversidad.

Sin embargo, en Oaxaca se tiene constancia de campesinos que, atándose con cuerdas, siembran en las laderas de los cerros, exponiendo el suelo removido y descubierto a la erosión y poniendo en riesgo su vida. Es evidente que este tipo de agricultura no se practica porque sea la voluntad del campesino devastar el ecosistema, sino porque es la única actividad económica que le permite realizar su situación económica.

También es fundamental evaluar la extracción de minerales y combustibles fósiles, evitando el empleo de tecnologías perjudiciales y obligando a las empresas, privadas o estatales, a reparar los daños causados al medio ambiente.

Además, se deben estudiar e implantar proyectos de desarrollo urbano, considerando la carga demográfica que un territorio puede soportar de manera sostenible, teniendo en cuenta el uso de recursos y la generación de desechos. No se deben descuidar las áreas costeras y los cuerpos de agua, destacando la importancia de los recursos pesqueros y regulando las zonas turísticas.

En algunas regiones la diversidad del territorio posibilita la generación de energía limpia mediante la instalación de parques eólicos y plantas solares que aprovechan la abundancia de recursos naturales para la producción de energía renovable.

La comprensión de la vocación productiva de cada región resulta fundamental no sólo para el desarrollo económico, sino para la conservación del medio ambiente y la sostenibilidad a largo plazo. Con su riqueza natural, México tiene la oportunidad de maximizar su aprovechamiento, fomentando prácticas productivas que respeten la identidad y biodiversidad de cada región. Al abrazar la diversidad de sus tierras, México puede forjar un camino hacia un desarrollo económico sostenible y equitativo. La colaboración entre los sectores agrícola, forestal, pesquero y de energías renovables puede asegurar un futuro próspero que respete la vocación única de cada territorio, contribuyendo así a la construcción de un país más fuerte y resiliente.

En el capitalismo, todo parece un listado de buenos deseos; a pesar de ello, tarde o temprano la realidad hará comprender a la gente juiciosa y buena que a la razón debe sumarse la fuerza para que pueda ejecutarse. La anarquía en la producción está ocasionando la degradación de la tierra; y todo esto promovido por un sistema que somete a unos individuos a la explotación de otros.


Escrito por Perseo Mendoza Moreno

Colaborador


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