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Tanto la literatura, como el cine al ser expresiones artísticas, tienen la posibilidad de narrar historias que, aunque basadas en la realidad, presentan situaciones hipotéticas que muestran versiones distintas de los acontecimientos, adelantándose al futuro, recomponiendo la realidad, con el propósito de mostrar lo que en determinadas circunstancias pudo haber ocurrido o puede ocurrir en el futuro; en ese sentido –sobre todo en el cine–, existe una serie de géneros que van de la simple ficción de la novela convencional hasta las historias distópicas, que plantean sociedades futuristas, verdaderas pesadillas que revelan un profundo pesimismo que es, la mayoría de las veces, algo calculado; no olvidemos que el cine (sobre todo el hollywoodense) tiene que vender historias que atrapen al espectador recurriendo a sus fobias, manipulando las conciencias de los ciudadanos para que lleguen a la conclusión de que el mundo capitalista actual, así como existe (con sus grandes injusticias, inequidades, atropellos brutales y su ominosa opresión sobre la inmensa mayoría de los seres humanos), es un “mundo mejor” que el de la sociedades que pueden venir en el futuro.Visión retrógrada que tiene el propósito de crear miedo y profundo conformismo social.
Son muy raras las películas, series o documentales norteamericanos que, utilizando la imaginación literaria y cinematográfica, plantean situaciones que den pie a alguna crítica al orden social, mostrando la podredumbre que anida en las élites gobernantes y en la plutocracia yanqui; y lo peor: la inmensa mayoría de estas películas, miniseries o documentales, aunque señalen hechos de corrupción, criminalidad y de conductas que atentan contra la población, al señalar como únicos culpables a los “villanos”, dejan intacto al orden social pues, finalmente, los “buenos”, los “héroes”, terminan por imponerse, salvando a la población.
Día cero, de Erick Newman (2024), no se sale de este trillado esquema hollywoodense, aunque muestre cierto tono crítico hacia algunos gobernantes de la superpotencia imperialista. La miniserie trata de la actividad del expresidente George Mullen (Robert De Niro), comisionado por la presidenta de Estados Unidos, Evelyn Mitchell (Ángela Bassett) para investigar un ciberataque masivo a nivel nacional que paralizó industrias, bancos, transporte público, etc., y que produjo, por los accidentes derivados, más de tres mil muertos. Previamente al ciberataque, Mullen recibió la vista de la periodista Anna Sindler, quien muere cuando su automóvil es arrollado por un tren (durante el caos provocado por el ciberataque). La comisión encabezada por Mullen se denomina Comisión Día cero. Un agente de los servicios secretos israelíes, el Mossad, le dice a Mullen que el ciberataque fue planeado y ejecutado por el gobierno de Rusia.
La hija de George Mullen, la congresista Alexandra Mullen (Lizzy Caplan) es designada por el presidente de la Cámara de representantes, Richard Dreyer (Matthew Modine) como la cabeza de una comisión que supervisará y monitoreará a la Comisión Día Cero, lo cual confronta a padre e hija. Pronto la versión de que los rusos son los culpables del ciberataque se va disipando: La Comisión Día cero es alertada sobre la existencia de una “granja” en la que ha estado actuando un colectivo de piratas informáticos. Ese colectivo fue masacrado y sólo quedó vivo un exempleado de la Agencia de Seguridad Nacional. Es la primera pista para Mullen y sus colaboradores. Pero esto último se confirma cuando Roger Carlson (Jesse Plemons), un colaborador muy cercano a Mullen, recibe información de un agente ruso que le proporciona evidencia sobre la no culpabilidad de Rusia.
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Escrito por Cousteau
COLUMNISTA