Poco o nada de lo que se ha informado en los grandes noticieros de televisión y en redes sociales en los últimos días sobre lo que ocurre en Venezuela posee un tono inocente o un genuino afán de veracidad.
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Nació en Horsham, Inglaterra, el cuatro de agosto de 1792. Escritor, ensayista y poeta romántico inglés, fue miembro de la escuela Cockney formada por la segunda generación de poetas románticos ingleses.
Cursó estudios en Eton y en el University College de Oxford, de donde fue expulsado (1811) por la publicación del libelo La necesidad del ateísmo. Ese mismo año, en Londres, se enamoró de Harriet Westbrook, con quien huyó y se casó en el distrito de los Lagos, en Irlanda y el País de Gales, donde escribió su primer poema importante, La reina Mab (1813). A su regreso a Londres conoció a William Godwin, de cuyo pensamiento filosófico se declaró seguidor; dos años más tarde (1816) publicó Alástor y en una estancia en Suiza, conoció a Lord Byron, figura clave en su desarrollo poético.
Vivió hasta su muerte en varias ciudades italianas y escribió durante sus últimos cuatro años de vida sus obras maestras: el drama lírico Prometeo liberado (1819), la tragedia Los Cenci (1819), diversos poemas líricos (Oda al viento del Oeste, Oda a una alondra, La mimosa y la Oda a Nápoles), la elegía Adonais (1821), inspirada por la muerte de John Keats, y el tratado La defensa de la poesía (1821).
No permitáis que muera
en silencio la Libertad;
que sean el gemido y el suspiro
llama que la sostengan
hasta que al corazón de la Naturaleza
sea concedida en plena elevación,
grito indignado del mundo
que sobresalta en su trono
al tirano gris y solo,
y que lata en la sorda Bóveda de los Cielos.
¿Puede el ceño del tirano
asustar a los valientes
o deprimir el ánimo
de todos los que nunca comulgaron con él?
¿Las cadenas, la muerte o bien, la infamia
someterán al alma limpia y fuerte
que no teme el dominio,
que mira al Paraíso y al Infierno,
que contempla Palacio y calabozo,
y sin embargo escoge lo bueno y verdadero?
Del orgullo y también la pompa regia
se ríe el patriota,
y el lugar donde él muere
se torna en advertencia para el déspota;
¡es la voz de la sangre, que reclama venganza!
Y el alma de los valientes
se alzará de sus tumbas
mientras que desde el trono de su Atlántico
la Libertad consagra los gemidos
que abanican el fuego glorioso de su triunfo.
¡Monarca, prisionero
del vicio, del deseo y de la pena!
Malhechor sin conciencia,
¿quién eres, qué eres tú?
La prisión tan oscura que yacerá en el polvo,
la pirámide que diseñó vuestra culpa,
la que ha elevado el hombre,
cuya piedra angular el deseo y la pena
con murmullo incesante van dejando,
cuya cima congrega las tormentas del cielo.
Caerá, por supuesto, esa pirámide…
¡y con ella caerá todo monarca!
Eso os ocurrirá, se oxidarán los tronos
de olvidada realeza, mientras juntas se alzan
la Paz y la Virtud y la Verdad
y el Paraíso en esta buena Tierra
nacerá justo el día en que caigáis,
y así la vida humana parecerá por fin
un breve y feliz sueño
antes que despertemos en otro amanecer.
Conocí a un viajero de una patria muy antigua
que me dijo: dos grandes piernas de piedra yacen
en medio del desierto sin su tronco…
Y cerca de ellas hay, medio hundido en la arena,
un rostro destrozado, con el ceño fruncido,
y arrugada la boca, que sonríe con sorna
mostrando un frío dominio, declarando
que aquel que lo esculpió supo leer muy bien
las pasiones que aún muestra su rostro,
y que aún sobreviven en la piedra sin vida
a la mano que pudo hacerlas con desdén
y al corazón que pudo alimentarlas.
Y está en el pedestal grabada esta leyenda:
“¡Yo me llamo Ozymandias, Rey de Reyes,
mirad mis obras y desesperad,
vosotros, que ahora sois tan poderosos!”.
Nada más hay allí. Tan solo las ruinas
del colosal naufragio; desnudas, infinitas
se extienden las arenas solitarias.
Tú bajaste, entre todas las ráfagas del cielo:
al modo de un espíritu o de un pensar, que agolpa
inesperadas lágrimas en ojos insensibles,
o como los latidos de un corazón amargo
que debiera tener ya la paz, descendiste
en cuna de borrascas; así tú despertabas,
Primavera, ¡oh, nacida de mil vientos! Tan súbita
te llegas, como alguna memoria de un ensueño
que se ha tornado triste, pues fue dulce algún día,
y como el genio o como el júbilo que eleva
de la tierra, vistiendo con las doradas nubes
el yermo de la vida.
La estación llegó ya, y el día: ésta es la hora;
has de venirte cuando sale el Sol, dulce hermana:
¡llega, al fin, deseada tanto tiempo, y remisa!
¡Qué lentos, cual gusanos de muerte los instantes!
El punto en una estrella blanca aun tiembla, en lo hondo
de esa luz amarilla del día que se agranda
tras montañas de púrpura: a través de una sima
de la niebla que el viento divide, el lago oscuro
la refleja; se apaga; ya vuelve a rutilar
al desvaírse el agua, mientras hebras ardientes
de las tejidas nubes arranca el aire pálido:
¡se pierde! Y en los picos de nieve, como nubes,
la luz del Sol, rosada, ya tiembla. ¿No se oye
la eólica música de sus plumas, de un verde
marino, abanicando al alba carmesí?
Soy como un espíritu que mora
Soy como un espíritu que mora
en lo más hondo del corazón.
Siento sus sentimientos,
pienso sus pensamientos
y escucho las conversaciones más íntimas del alma,
la voz que sólo se oye en el rumor de la sangre,
cuando el vaivén de los latidos
se asemeja al sosegado oleaje del océano estival.
He desatado la melodía dorada
de su alma profunda y me he zambullido en ella
y, como el águila en medio de la bruma y la tormenta,
he dejado que mis alas se adornasen
con el fulgor de los rayos.
Soy como un espíritu que mora
en lo más hondo del corazón.
Siento sus sentimientos,
pienso sus pensamientos
y escucho las conversaciones más íntimas del alma,
la voz que sólo se oye en el rumor de la sangre,
cuando el vaivén de los latidos
se asemeja al sosegado oleaje del océano estival.
He desatado la melodía dorada
de su alma profunda y me he zambullido en ella
y, como el águila en medio de la bruma y la tormenta,
he dejado que mis alas se adornasen
con el fulgor de los rayos.
Poco o nada de lo que se ha informado en los grandes noticieros de televisión y en redes sociales en los últimos días sobre lo que ocurre en Venezuela posee un tono inocente o un genuino afán de veracidad.
En su célebre obra El Origen de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado, el filósofo alemán Federico Engels muestra cómo estos atributos esenciales de la especie humana son un producto histórico.
Es un poeta, dramaturgo y novelista nacido en Marsden, West Yorkshire, Reino Unido, el 26 de mayo de 1963.
Los jóvenes organizarán una jornada cultural con calenda y cuadros artísticos para exigir seguridad en sus albergues estudiantiles y que se respete su derecho a la educación.
Ocurre una paradoja en la vida pública de la sociedad moderna capitalista: las personas se tornan cada vez más individualistas.
Nació el 24 de marzo de 1834 en Walthamstow, Reino Unido.
La interrogante puede parecer absurda para quien se haya planteado alguna vez este problema con algún rigor metodológico.
Afirmar que el marxismo se opone de manera absoluta al capitalismo es una tergiversación que, lejos de ser inocente, forma parte de una narrativa propagandística arraigada, especialmente, en los tiempos de la Guerra Fría.
A pesar de que nunca fue a la universidad, porque su familia no lo consideraba “apropiado”, fue una estudiante autodidacta y apasionada.
Sus primeros libros de poemas, como Un paseo por la tarde y Apuntes descriptivos (1793), apenas le dieron fama y ningún dinero.
Escritora y poetisa modernista estadounidense, nació el 15 de noviembre de 1887 en el estado de Misuri.
Hay muchos elementos para demostrar que existe una seria amenaza y planes de afianzamiento y reconquista económica, espiritual y militar provenientes de quienes han dominado el mundo desde la Segunda Guerra Mundial.
Durante siglos se asumió que el artista era un ser de totalidad, capaz de abarcar todos los registros del arte: el creador como figura renacentista, curioso e inagotable, tan hábil con el pincel como con la pluma, tan dueño de la música como del lenguaje.
No es la de Rubén Darío una poesía destinada a las masas, como él mismo reconoce en el Prefacio a Cantos de vida y esperanza (1905), cuando afirma “no soy un poeta de muchedumbres”.
Es una de las figuras literarias más fascinantes y controvertidas del Siglo XX, encarnando el espíritu rebelde de la era del jazz.
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Escrito por Redacción