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Cultura
Cómo habitar el vacío
Cuenta Mason Currey en Rituales cotidianos que el psicólogo William James afirmaba que los hábitos crean el orden necesario para avanzar hacia campos de acción realmente interesantes.


“La lectura es un acto libre.

Debe uno leer el libro que le apetezca

a la hora que le convenga.

Y si no le apetece a uno ningún libro,

no lee, y no se ha perdido gran cosa”.

–Jorge Ibargüengoitia

Recuerdo aquel libro que sobresalía de nuestras mochilas. Peculiar por su tamaño y por el estampado de una pintura de Rufino Tamayo en la portada. Un hombre ante la Luna era su verdadero nombre, aunque nosotros asemejábamos su peso al de un tabique gris, al de un libro largo o al de un libro grandotote; en el mejor de los casos, a la losa de El Pípila. En realidad, el Atlas de México no sólo nos sirvió para conocer los ríos que van al mar, las llanuras como las de fondo de pantalla de Windows XP, las montañas que se visten de azul mientras nos alejamos de ellas, o las curiosidades de nuestra fauna y flora nacional. También nos fue creando una actitud de Sísifo: cargar con él incluso cuando el profesor olvidaba que ese día tocaba revisar la materia de geografía y la dejaba pasar desapercibida. Volvíamos a casa sin siquiera hojear el libro.

Hoy esa lección resulta alentadora, o al menos los frutos de aquellas repeticiones llegan a ser satisfactorios, como cuando aprendimos a tender la cama después de levantarnos hasta que terminó por ser un hábito hermosamente realizado. Un día vuelves a tu cuarto, ves la cama tendida y te sorprendes de que quizá lo único que te salió bien fue haber salido ese día a los derroteros del mundo después de haber cumplido con ese pequeño rito. Regresas y te abalanzas sobre ella, abrazándote entre las sábanas como a una esperanza. Un hábito, en ese sentido, es una repetición maquinal que, en su andar, nos despierta la conciencia de su importancia cuando dejamos de hacer las cosas sólo por la gracia de la inercia. Dice el dicho que “el hábito no hace al monje”, pero pocas veces nos preguntamos: ¿quién hace al hábito?

Cuenta Mason Currey en Rituales cotidianos que el psicólogo William James afirmaba que los hábitos crean el orden necesario para avanzar hacia campos de acción realmente interesantes. Es decir, subraya James, como quien acumula grano a grano con paciencia de avaro. Pensemos, entonces, en un hábito creado alrededor de nuestras pasiones. Parece impensable, porque las pasiones difícilmente pueden separarse de los excesos, y todo exceso conduce, tarde o temprano, a un golpe fulgoroso, como los automóviles que en las autopistas condenan a los árboles con su velocidad irrefrenable.

El hábito dentro de la pasión por la lectura también conduce a esos golpes, tarde o temprano: ese gesto de llevar un libro a cualquiera de los puntos cardinales a los que nos dirijamos. Tal vez no tengamos precisión sobre cuándo se nos incrustó. Asumimos su andamio natural cuando un día estuvimos inmersos en un libro imposible de soltar, pero tuvimos que salir a realizar los quehaceres cotidianos. Entonces lo llevamos con nosotros hasta arrancarle las últimas palabras a la última hoja. Descubrimos, incluso, nuevas formas de incorporar a nuestras lecturas las circunstancias del entorno. Nunca imaginé la posibilidad de concentrarme en una lectura profunda mientras viajaba en el Metro.

Así se nos adhirió esta persecución que comenzó con el “bienaventurado” Atlas de México para forjar nuestras futuras mochilas –o el brazo en el que solemos llevar el libro–, apartando un espacio especial para él. Aun sin abrirlo, sabemos que está ahí, al alcance, cuando se nos descarga el celular y la fila de los trámites burocráticos nos concede el pequeño placer de sacarlo: ese libro que desde hace días y días vamos cargando sin abrir. Porque leer, más que un hábito, es una pasión que, como dice Fernando Savater, sólo se sustituye o se alivia mediante otros libros. 


Escrito por Gerardo Almaráz

Autor del libro Vestigios (Esténtor, 2022), actualmente es becario del Programa de Estímulo a la Creación y Desarrollo Artístico (PECDA, Oaxaca), 2025 en el área de poesía.


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