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El próximo nueve de mayo se celebrará en Moscú, Rusia, el 80 Aniversario del triunfo de la URSS sobre la Alemania Nazi. El rechazo de los dirigentes de los países del llamado Occidente Colectivo, integrado por Estados Unidos (EE. UU.) y todas las naciones europeas, aglutinadas en la Unión Europea (UE), la Organización del Tratado del Atlántico Norte (Otan) y los “occidentalistas” de Asia y Oceanía: Japón, Corea del Sur, Taiwán, Australia, Nueva Zelanda, etc., sobre el papel decisivo que desempeñó la URSS en la derrota del nazi-fascismo germano. Ese rechazo al papel heroico y liberador de los pueblos sojuzgados por la barbarie más genocida que ha conocido la humanidad en toda su existencia, nunca desapareció; por el contrario, cada año que ha pasado desde 1945, los gobiernos del Occidente Colectivo, renuevan su narrativa manipuladora, negando que un país socialista haya sido el que aplastó al ejército más poderoso y mejor equipado del planeta en esa época –convertido en la maquinaria más eficaz de exterminio humano–, con lo que salvó a la humanidad del peor peligro que ha tenido en toda su historia.
Ese rechazo ha llevado a que, en las distintas manifestaciones del arte y la cultura, la verdad histórica sea retorcida, sistemática y machaconamente, sin dar tregua de ninguna especie: en Occidente, fue EE. UU. el “gran salvador” del mundo entero, aunque este país haya sufrido pocas muertes, relativamente hablando, comparado con la URSS, que sufrió la pérdida de 27 millones de seres humanos. Un ejemplo de esta sistemática manipulación en el cine es la película filmada en 1987: Escape de Sobibor, del realizador británico Jack Gold, en la que se narra lo ocurrido en el campo de concentración llamado Sobibor. Ahí, en 1943, el ejército nazi estableció un campo de exterminio cuyos prisioneros eran en su gran mayoría judíos. La situación de los prisioneros cambió cuando en septiembre de ese año, llegó un grupo de soldados soviéticos, entre los que destacaba un oficial llamado Aleksandr Pecherski, más conocido como Shasha (Rutger Hauer). Shasha conoce las tácticas militares, lo cual es aprovechado por un grupo de presos judíos quienes, antes de la llegada de los soviéticos ya venían planeando una fuga del campo de concentración, pero no tenían ni experiencia militar ni un verdadero plan. Es Shasha quien, al conocer la idea de la fuga, diseña un plan y comienza a buscar su materialización. En la cinta de Gold, sin embargo, quien juega el papel principal en la fuga es el judío Leon Feldhendler (Alan Arkin).
En contraste, en 2018 se filma Sobibor, una coproducción de Rusia, Alemania y Lituania, del realizador ruso Konstantin Jabenski, cinta que presenta una mirada más cruda y realista del horror nazi y resalta el papel central del oficial soviético Aleksandr Pecherski en la organización de la rebelión. Esta obra también reivindica la figura de Stalin como el dirigente que lideró a la URSS y al Ejército Rojo en su lucha decisiva contra el fascismo.
Se muestra a los prisioneros judíos, dirigidos por el oficial soviético Aleksandr Pecherski, conspirando para lograr su libertad. Hay una parte en la que al tratar de caracterizar a Shasha, algun personaje de la cinta dice: “Shasha lleva en el corazón a Stalin”. La historia real de Sobibor indica que sólo 50 hombres lograron sobrevivir a la fuga, entre ellos Shasha.
Ambas películas están inspiradas en hechos reales ocurridos en Sobibor, pero reflejan visiones distintas según el contexto y la perspectiva de quienes las produjeron.
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Escrito por Cousteau
COLUMNISTA