Cargando, por favor espere...
Guatemala tiene un río Pensativo
y otro que se tiñó de sangre...
Tiene un Volcán de Agua,
otro de Fuego
y una montaña
de huesos y cadáveres.
Poesía lunática y chingona.
El poeta y narrador Luis Alfredo Arango nació en Totonicapán, Guatemala, en 1935, en el seno de una familia relativamente acomodada de “ladinos”, término empleado, más allá de lo racial, para referirse a las personas que no tienen o conservan costumbres indígenas en un país con mayoría maya. Habiendo concluido su educación primaria y secundaria, emigró a la capital del país para obtener el título de Maestro en Educación Primaria Urbana, ejerciendo por primera vez su profesión en San José de Nacahuil, a 20 kilómetros de la capital; ahí presenciaría en toda su crudeza el hambre, la miseria, la enfermedad, la muerte a edad temprana y una interminable lista de injusticias que dejarían profunda huella en su vida y su obra. Su profundo conocimiento de la literatura universal terminaría por desarrollar en él una gran inconformidad ante el atraso económico y espiritual de su pueblo, doblemente despojado de su invaluable herencia nacional y de la posibilidad de acceder a los grandes monumentos de la cultura mundial, como expresa en el poema Diálogo donde me sincero, en el que se dirige al gran rapsoda para explicar la tragedia que significa el desarraigo, la ignorancia y la miseria en que está sumido el pueblo guatemalteco.
Anoche hablé con Homero y le dije:
Mire Don,
¿ya se fijó qué tragedia?
No hay Ulises que valga porque
no sabemos griego,
no podemos deleitarnos
traduciendo sus hexámetros.
Pero eso no es nada:
¡Ni siquiera podemos entender
al Rey Pascual de Olintepeque!
Somos huérfanos de padre y madre;
nacimos en esta tierra tan linda y
tal vez aquí nos moriremos,
sin ser grecolatinos, ni quichés,
ni gachupines.
¡Qué tragedia, Don Homero!
En 1968, junto a los poetas Roberto Obregón, Julio Fausto Aguilera, Delia Quiñónez, José Luis Villatoro, Antonio Brañas y Francisco Morales Santos, participó en la fundación del grupo Nuevo Signo, que daría un importante impulso a la literatura guatemalteca en los años 60. Fue el primero en recibir el Premio Nacional de Literatura Miguel Ángel Asturias, que le fue otorgado por la totalidad de su obra en 1988.
Admirador de la pasada grandeza maya, su poesía no puede etiquetarse como indígena, pero está llena de símbolos imposibles de ignorar. Relieves de memoria es su homenaje a los vestigios de las grandes metrópolis: Bonampak, Uaxactún, Tikal; pero Luis Alfredo Arango no se detiene en la vana contemplación de sus ruinas; mientras observa los despojos invadidos por la selva piensa en los hombres de carne y hueso que levantaron a costa de su vida aquellas majestuosas ciudades, en el ancestral pueblo sufriente, el que vivió los hechos que hoy los vencedores cuentan como la “historia verdadera”.
En Bonampak la tierra tiene ingravidez de plumas
dibujadas por el Sol;
la tarde pinta murales de cadmio anaranjado;
cenizas de volcanes extinguidos se levantan
y en el aire inventan dioses y batallas.
Porque después de todo el sueño es nuestra única heredad;
en Uaxactún me quedo a descifrar la piedra donde duermen
–más que números y fechas– estas huellas de gente que murió,
que amaba, que también cortaba flores y aleteaba
tras el anca del jaguar y las sonoras pisadas de la lluvia.
En Tikal, escalinata prodigiosa,
soy un pobre forastero deslumbrado.
Recuperadas lunas de otra edad,
fino envoltorio de polvo que guardo en la memoria,
no quiero más tesoro que estos nombres que descorren cielos verdes,
ceremonias emplumadas con fragancia de copal y miel silvestre.
Te sitiaron los pumas, Quiriguá,
te devoraron águilas y tigres amarillos
que tenían en los ojos jeroglíficos tallados
de un antiguo calendario.
Beso el barro,
amo el estuco delicado,
me inclino ante los sabios estelares,
ante el pueblo que contaba los luceros y escribió sobre basalto
la única historia verdadera que se ha escrito en esta tierra.
Siendo uno de los poetas guatemaltecos más importantes de la segunda mitad del Siglo XX, su obra, en la que denuncia los vigentes problemas sociales de su patria, tiene hoy tan escasa difusión que bien vale el esfuerzo divulgador al que hoy contribuye esta Tribuna.
La epopeya del Morro (1899) es el título de un extenso poema heroico del peruano José Santos Chocano (1875 - 1934)
La biografía del poeta puertorriqueño Francisco Matos Paoli es uno de esos caros ejemplos de la poesía al servicio de los ideales más elevados.
Cuenta la leyenda que en 1556, durante un banquete, mientras su hermana le contaba una anécdota escabrosa, el poeta italiano Pietro Aretino sufrió un repentino ataque de risa.
Cuando queremos explicarnos algún fenómeno es indispensable voltear la vista a quienes han tratado, antes de nosotros, de exponer las distintas determinaciones que forman tal fenómeno o alguna de sus formas anteriores.
Una obra “cabal y desbordante, de inefable amor al terruño… este libro abarca no sólo las facetas histórica, legendaria y romántica de Yucatán, sino también el original ambiente propio de esta tierra, cálida y cordial, lo que le es inmutable”.
Uno de los libros fundamentales en la obra del poeta veracruzano Rubén Bonifaz Nuño es Fuego de pobres (1961), su autor reconocerá que con este volumen “comenzaba ya el cambio; lo otro era personal; Fuego de pobres puede ser ya colectivo”.
El 31 de mayo de 2013, después de una vida entera dedicada a las letras, fallecía en Buenos Aires, a los 87 años, el poeta argentino Horacio Armani
A los 13 años, el poeta cubano Regino Pedroso (1896-1983), abandonó los estudios para trabajar en una fábrica de acero, en un taller ferroviario y como jornalero en la zafra.
En Defensa de la poesía, el poeta, traductor, editor, diplomático y gran impulsor de la cultura mexicana Jaime García Terrés, considera a ésta como un “instinto primario
Publicada por primera vez en La Habana en 1939, en la imprenta La Verónica, de Manuel Altolaguirre, Más allá canta el mar es una extensa epopeya compuesta en luminosos versos de altísimo registro.
Casa con dos puertas, del último poeta modernista mexicano, Enrique González Martínez (1871-1952) es una metáfora reiterada.
"El arte y la cultura son sueños de locos pero, viéndolo bien: los locos –no los cuerdos– son los que siempre anhelan componer el mundo”.
Por su temática, la poesía de la nicaragüense Claribel Alegría (1924-2018) se inscribe en la tradición de la lírica universal: el amor, el olvido, la muerte.
Los grandes poetas populares de todos los tiempos sufren a menudo la injusticia de verse antologados con sus versos menos partidarios.
El árbol, como abstracción, es un elemento infaltable en todos los monumentos literarios de la antigüedad.
“México y Canadá hacen lo que decimos”, afirma Trump
Pensiones superan gasto en salud y educación
Incendio en fábrica de colchones moviliza a cuerpos de emergencia en Iztacalco
Crece lista de funcionarios sin visa por orden de EE. UU.
“No hay acuerdo completo” sobre Ucrania, admite Trump tras reunión con Putin en Alaska
Acusa Lozoya a Julio Scherer de corrupción en caso Odebrecht
Escrito por Tania Zapata Ortega
Correctora de estilo y editora.