El 30 de septiembre de 2018, en un hogar para ancianos de Guatemala fallecía, a los 90 años y olvidado por todos, el Poeta de la Patria, Julio Fausto Aguilera.
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La piedra del pueblo, del poeta chileno Sergio Efraín Barahona Jofré, quien solía publicar bajo el seudónimo de Efraín Barquero (1931-2020) vio la luz en Santiago de Chile en 1954 acompañado de una nota introductoria de Pablo Neruda en la que reconoce su alta calidad literaria puesta al servicio de la revolución: “Este poeta abanderado puede enseñar poesía pura a un regimiento de oscuristas, pero prefirió la transparencia y con ella algo más: la poesía (…) En este minuto en que los oscuros se oscurecen hasta desaparecer llega a nosotros Efraín Barquero recibiendo en su fino rostro y devolviéndole en su canto la claridad del pueblo”.
Incluido en el mencionado poemario, Homenaje al diario El Sigloreconoce los méritos del órgano oficial del Comité Central del Partido Comunista de Chile, fundado en 1940 por el tipógrafo y dirigente obrero José Emilio Recabarren, publicación de nuevo tipo que jugó un papel fundamental en la misión de agitar y organizar a amplias capas de la población, denunciando los sufrimientos de su pueblo. Su primera etapa fue clausurada en 1948, durante la dictadura de Gabriel González Videla; su segunda etapa comenzó en 1952 cerrando el 11 de septiembre de 1973, el mismo día del golpe militar contra el gobierno socialista de Salvador Allende. Con versos bien logrados, el poeta canta la omnipresencia del periódico obrero, los servicios prestados al pueblo no sólo como materia para vendar heridas, calentar o proteger del frío, como haría cualquier diario burgués, sino para abrir los ojos a los desheredados de la Tierra, aglutinarlos y lanzarlos a la lucha contra la opresión y la miseria.
Hablo de una gota de amor, pido sólo un grano,
quiero que todos vosotros pongáis sólo un momento
el oído en vuestra sangre,
y oiréis por qué aquel hombre se subleva,
por qué aquel otro, sin motivo ostensible, acciona y se enardece,
y, sobre todo, por qué este otro que os parecía tan dulce
y que vivió siempre en vuestro barrio sin una palabra de reproche,
acariciando la mano de su mujer y de su hijo pequeño,
no ha ido al trabajo esta mañana, y como si esto fuera poco,
ha elevado la voz en una esquina con angustia y apremio
como si hubiera recibido una amenaza de muerte
y sólo los que lo rodean pudieran salvarlo,
y ha levantado en la mano, agitando,
un diario que no es el de hoy ni el de ayer ni el que nosotros leemos,
un desconocido diario con duros caracteres,
ensangrentado y hollinado,
amenazador y ensimismado en una honda desgracia,
en la cual vemos nuestros nombres unidos a una muerte,
a muchas muertes, a infinitas miserias
a un hombre que amaneció hoy muerto de frío en la calle,
a una criatura que ahogaron con las manos,
a un joven que alguien empujó desde un noveno piso,
leemos atónitos estas noticias de locura y de muerte
mezcladas a nosotros,
cuando no hemos hecho más que ir del centro a la casa,
comprar algunas flores, echar algunas cartas,
y, sobre todo, sentarnos a contemplar esta vida
que nos parece tan perfecta.
Pues bien, este diario es la conciencia.
Alguien lo imprime en el viento y en la luz de cada día,
alguien lo deshoja en nuestra sangre como una flor terrible,
alguien lo pega en la pared de todas las palabras,
alguien envuelve en él la pobreza de las calles,
alguien lo deja en la mirada hambrienta de los niños,
alguien lo asoma desde la ventanilla de una cárcel,
alguien lo ensangrienta el secarle la boca a un tísico,
alguien lo desgarra al no encontrar trabajo,
alguien lo abandona el ser arrojado de su cuarto,
alguien lo extiende para saber de su hijo desaparecido,
alguien lo oculta en la boca para salvar su ocupación,
alguien le prende fuego para recordar sus dedos ateridos,
alguien lo pone en su espalda para enfrentar el invierno,
alguien lo borra con sus lágrimas ante su mesa vacía,
alguien lo infecta al vendarse su pierna gangrenada,
alguien lo arruga en su corazón para aplacar su ira,
alguien lo pone sobre la angarilla sacada de la mina,
alguien lo anuda al brazo del obrero que ha perdido una mano,
alguien lo hace mil pedazos para envolver su mísera ración,
alguien, en fin, lo lee a gritos en medio de la tierra,
alguien lo empuña con relámpagos a lo largo del cielo,
alguien lo entrega llorando frente a todos los vientos,
alguien lo ahoga con furor en nuestra sangre,
pero nosotros nunca lo vemos ni lo oímos,
y este diario es el siglo tempestuoso que andamos y vivimos,
que tocamos y olemos, que respiramos y pasamos.
pero que jamás oímos,
¡Y este Siglo es el extraño diario!
El 30 de septiembre de 2018, en un hogar para ancianos de Guatemala fallecía, a los 90 años y olvidado por todos, el Poeta de la Patria, Julio Fausto Aguilera.
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Escrito por Tania Zapata Ortega
Correctora de estilo y editora.