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Máximo Avilés Blonda, poeta del "Centro del mundo"
Considerado como la obra de su madurez poética, "Centro del mundo" es un extenso poema dividido en 17 cantos; cada uno repasa los momentos más destacados de la historia de República Dominicana.
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La obra del dramaturgo y poeta dominicano Máximo Avilés Blonda (1931-1988) está formada por Trío (1957); Las manos vacías (1959); Centro del mundo (1962); La otra estrella en el cielo (1963); Yo, Bertold Brecht (1966); Teatro (1968); Cantos a Helena (1970); Del comienzo a la mitad del camino de la vida (1976); Los profetas (1978); Pirámide (1979); Viacrucis (1983); y Llueve y es que es mayo, dulce señora (1988).

Considerado como la obra de su madurez poética, Centro del mundo es un extenso poema dividido en 17 cantos; en cada uno de los cuales repasa los momentos más destacados de la historia de República Dominicana, desde la llegada de los conquistadores españoles, quienes pronto partirían hacia otras regiones en busca del oro y la plata que no encontraron ahí, “porque el pescado no era riqueza duradera”, como expresa en el primer Canto.

 

Centro del mundo, esta isla.

De ella salieron los valientes conquistadores

de ancho tórax, de negra barba, de nervudos brazos,

la tizona al aire al grito de la cruz,

para incendiar naves y someter Imperios.

Y también los Cronistas,

los que habían de adivinar la Historia de los Pueblos

escrita en dura piedra con raros caracteres.

Y hubo Audiencias y Enseñanza y Leyes y Mercedes

sobre la tierra negra del centro de la isla,

y nadie quiso la tierra seca del sur plagada de lagartos,

y el norte y el oeste fueron abandonados por el comercio ilegal

y se fundaron nuevas ciudades, se talaron bosques,

y después se marcharon furtivamente aquellos hombres

para buscar oro o plata en otra parte,

tal vez la juventud no poseída,

porque el pescado no era riqueza duradera.

(…)

 

Esta destacable obra de la épica insular americana de la segunda mitad del Siglo XX demuestra la importancia que la generación de 1948, a la que Avilés Blonda diera nombre, concede a la historia y al compromiso de la literatura con los problemas sociales. Aunque él no se considere a sí mismo un poeta “revolucionario” o “comprometido”, según la definición en boga, y se autodefina más bien como “cristiano y crítico”, en Centro del mundo, lejos de ocuparse de cantar las bellezas naturales de su patria, o de intentar la defensa de glorias imaginarias, presenta a su tierra natal como escenario permanente de injusticias, saqueo, opresión, convulsiones sociales y dictaduras. La alusión al neocolonialismo angloparlante es clara, los conquistadores son ahora yanquis, pero poseen la misma voracidad que los anteriores.

 

                  IX

Después llegaron otros días

y otros hombres con ellos.

América ignoró el sabor de la isla,

el dulzor picante de su aire

donde varias banderas impusieron

torpes mandatos, aceradas órdenes

al oscuro hombre de la tierra y la semilla,

al capitán viajero de la copra y el ron,

al magro leguleyo, al triste profesor,

al comerciante de paños, a la mujer

y al niño que crecía...

Manos sucias de peculado hicieron señales ventajosas

y los hombres creyeron,

y no gritaron más, callaron siempre,

musitaron palabras, entrecortadas críticas,

y en la isla se habló una lengua extraña.

 

Imposible reseñar en este espacio los 17 cantos de la epopeya Centro del mundo; añadiremos tan solo el Canto XV, que resume en un grito el anhelo libertario de las islas americanas, el ajusticiamiento de los verdugos y la esperanza de alcanzar una vida plena para todos.

 

Tierra, salvaje tierra conmovida

con pitos, relámpagos, palmadas

pidiendo libertad, pidiendo a gritos

la coraza del triunfo, la justicia serena,

la equitativa muerte

del verdugo, la sal del mar para todos,

para todos el aire,

la piel de todos una sola piel estremecida,

un solo grito en cada labio,

una sola palmada en número de cinco,

una sola palabra: Libertad.

Libertad en la isla, la difícil palabra,

libertad en el tacto, en las pestañas,

libertad de alimentos y sonrisas,

la caña para todos meciéndose en el aire. 


Escrito por Tania Zapata Ortega

COLUMNISTA


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