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Tribuna Poética
Adela Zamudio, educadora, sufragista, anticlerical
Adela Zamudio rechazaba la educación religiosa y expresaba su protesta ante la discriminación y la falta de oportunidades fuera del ámbito doméstico de que eran objeto las mujeres.


Y precursora del feminismo en su natal Bolivia, aunque la palabra feminismo estuviera ausente en su obra poética, narrativa y política. Faltaban varios años para que el feminismo irrumpiera en la escena mundial y algunos más en Latinoamérica, cuando Adela Zamudio (Cochabamba, Bolivia, 1864-1928) ya rechazaba la educación religiosa y expresaba su protesta ante la discriminación y la falta de oportunidades fuera del ámbito doméstico de que eran objeto las mujeres, enarbolando la bandera de la igualdad y los derechos civiles, entre ellos los del sufragio y el divorcio.

Crecida en el seno de una familia acomodada, cursó hasta el tercer año de primaria en la Escuela Católica de su ciudad natal; era el máximo grado a que las mujeres de su época podían acceder; comenzó su carrera literaria en 1875, con el seudónimo de Soledad, en las páginas de los diarios de Cochabamba; y en 1887 publicó su primer poemario: Ensayos poéticos. En 1914 aparece Ráfagas, en el que por primera vez se publica uno de sus más antologados poemas, Nacer hombre; ecos del áureo siglo y del claridoso espíritu de la monja de Asbaje resuenan en estos versos, cuyo metro popular y vocabulario llano se ponen al servicio de la protesta ante la desigualdad, que mantiene en la sombra a mujeres de mayor talento que muchos hombres y, considerándolas el “sexo débil”, les impide la realización personal, dedicarse a las letras, al gobierno y aun las priva del derecho a sufragar, mientras todos sus logros y méritos se atribuyen a la mano de algún varón cercano.

(…)

Si alguna versos escribe

“De alguno esos versos son

que ella sólo los suscribe”;

(permitidme que me asombre)

Si ese alguno no es poeta,

¿por qué tal suposición?

Porque es hombre.

Una mujer superior

en elecciones no vota,

y vota el pillo peor;

(permitidme que me asombre)

con sólo saber firmar

puede votar un idiota,

porque es hombre.

(…)

Promotora de la educación laica, desde sus primeros años como profesora y luego como directora del Liceo de Señoritas, la primera escuela laica de Bolivia, se enfrentó al rechazo de la rancia y devota aristocracia local, que en 1913, a través de La Liga de Señoras Católicas Bolivianas, presentó una solicitud al Congreso Nacional para que la educación fuera nuevamente impartida por religiosos, alegando que las escuelas laicas eran “preparadoras de una generación de criminales”. La polémica subiría de tono en 1914 ante el intercambio de invectivas con el sacerdote italiano Pierini; el motivo: la publicación en El Heraldo de su ensayo A una enferma, estremecedora denuncia de un caso de confinamiento forzado de una joven en un convento, las torturas y vejaciones de que fuera objeto hasta desembocar en la locura y la postración física de la víctima.

Su posición anticlerical, que no antirreligiosa, se expresa en el poema ¿Quo vadis? en el que, imaginando estar ante la presencia del Redentor, denuncia la hipocresía, la prevaricación y la crueldad de los jerarcas de la iglesia romana, partícipes de las injusticias contra los desamparados de la tierra.

Sola, en el ancho páramo del mundo,

sola con mi dolor,

en su confín, con estupor profundo

miro alzarse un celeste resplandor:

 

¡Es Él! Aparición deslumbradora

de blanca y dulce faz,

que avanza, con la diestra protectora

en actitud de bendición y paz.

 

Inclino ante Él mi rostro dolorido

temblando de ternura y de temor,

y exclamo con acento conmovido:

–¿A dónde vas, Señor?

 

–La Roma en que tus mártires supieron

en horribles suplicios perecer

es hoy lo que los césares quisieron:

emporio de elegancia y de placer.

 

Allí está Pedro. El pescador que un día

predicó la pobreza y la humildad,

cubierto de lujosa pedrería

ostenta su poder y majestad.

 

Feroz imitador de los paganos,

el Santo Inquisidor

ha quemado en tu nombre a sus hermanos…

¿A dónde vas, Señor?

 

Allá en tus templos donde el culto impera,

¿qué hay en el fondo? O lucro o vanidad.

¡Cuán pocos son los que con fe sincera

te adoran en espíritu y verdad!

 

El mundo con tu sangre redimido,

veinte siglos después de tu pasión,

es hoy más infeliz, más pervertido,

más pagano que en el tiempo de Nerón.

 

Ante el altar de la Deidad impura,

huérfana de ideal, la juventud

contra el amor del alma se conjura

proclamando el placer como virtud.

 

Las antiguas barbaries que subsisten,

sólo cambian de nombre con la edad;

la esclavitud y aun el tormento existen

y es mentira grosera la igualdad.

 

¡Siempre en la lucha oprimidos y opresores!

De un lado, la fortuna y el poder,

del otro, la miseria y sus horrores;

y todo iniquidad… hoy como ayer.

 

Hoy como ayer, los pueblos de la tierra

se arman para el asalto y la traición,

y alza triunfante el monstruo de la guerra

su bandera de espanto y confusión.

 

Ciega, fatal, la humanidad se abisma

en los antros del vicio y del error.

y duda, horrorizada de sí misma…

¿A dónde vas, Señor?

No es extraño que el reconocimiento a su invaluable contribución literaria y social llegara tarde. Apenas dos años antes de su muerte, anciana, solitaria y en medio de la penuria económica producto de una insuficiente y forzada pensión jubilatoria, fue “coronada” por el presidente Hernando Siles en una ceremonia apoteósica a la que asistieron numerosos poetas y políticos y en la que, no obstante, Adela guardó silencio. El 11 de octubre, fecha de su nacimiento, se celebra en Bolivia el Día Nacional de la Mujer. 


Escrito por Tania Zapata Ortega

Correctora de estilo y editora.


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