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Pedro Páramo
Es difícil traducir el lenguaje literario al cinematográfico; y lograr que el cine –el buen cine– adapte una obra literaria de renombre mundial es algo todavía más difícil.
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Es difícil traducir el lenguaje literario al cinematográfico; y lograr que el cine –el buen cine– adapte una obra literaria de renombre mundial es algo todavía más difícil. y sí a esto le sumamos que esa obra literaria –que se adapta al cine– pertenece a un corriente como el llamado realismo mágico, resulta una labor que puede resultar un despropósito mayúsculo. Pocas adaptaciones al cine de obras literarias han logrado un buen resultado, para ello, el realizador tiene que ser un artista en toda la extensión de la palabra, expresar en imágenes las características físicas, psicológicas, morales, políticas e ideológicas de los personajes.

Por ejemplo, en la cinta, Drácula (1992), de Francis Ford Coppola, el director recrea al personaje principal de la novela homónima de Bram Stocker; el Drácula de Coppola no es simplemente un monstruo sediento de sangre; aunque parezca una contradicción, siendo un ser infernal, ama “humanamente”.

Para Rodrigo Prieto, fotógrafo mexicano de fama internacional, haber filmado Pedro Páramo (2024), representó un importante reto, pues no había sido director de cine y su carrera –hecha fundamentalmente en Estados Unidos–, había sido como fotógrafo de cine. Incluso fue nominado al premioOscar por Secreto en la Montaña (2006), ganando premios como mejor fotografía en el Festival de Venecia por la cinta Traición y lujuria (2007), del cineasta chino Ang Lee, y también el premio a Mejor Fotografía en el festival de cine de San Sebastián, en 1998, por la cinta Un embrujo.

Algo notorio en la carrera de Rodrigo Prieto es que ha colaborado como fotógrafo con realizadores famosos y prestigiados como Martín Scorsese, Alejandro González Iñarritu, Ang Lee, y otros.

Existe una versión de Pedro Páramo de 1967, del realizador mexicano Carlos Velo (película que tuvo como guionista al escritor Carlos Fuentes); y ahora, en el recién realizado Festival Internacional de cine de Morelia, Rodrigo Prieto presentó Pedro Páramo y la cinta fue estrenada en una plataforma streaming el seis de noviembre.

La novela en la que está basada la cinta es Pedro Páramo, escrita en 1955 por el escritor jalisciense Juan Rulfo. La aparición de esta novela no despertó al principio muchas expectativas en el mundo literario; sin embargo, Gabriel García Márquez declaró, después de haberla leído: “nunca, desde La Metamorfosis de Franz Kafka, ninguna novela me había traído tanta conmoción”. Y Jorge Luis Borges, escritor argentino, señalaría: “Pedro Páramo es una de las mejores novelas hispanoamericanas”. Con su novela, Rulfo creo una de las obras más destacadas de la corriente literaria y pictórica conocida como Realismo Mágico. Pedro Páramo también es una obra importante del llamado Boom Latinoamericano). La cinta de 1967 está realizada en blanco y negro y cuenta con las excelentes actuaciones de John Gavin, Ignacio López Tarso, Pilar Pellicer y otros. La cinta de Prieto tiene un sello menos dramático, pero su fotografía posee un hondo sentido artístico y estético; una jota visual. 

En ambas cintas, que en lo esencial se apegan a la narración de Juan Rulfo, presentan la historia de un poderoso cacique, dueño de tierras y almas en una región mítica llamada Comala. A Comala llega Juan Preciado (Tenoch Huerta) buscando a Pedro Páramo (Juan García Rulfo), el cual es su padre. A partir de su llegada, Preciado se va introduciendo en un mundo de muertos en el que el tiempo no tiene una forma lineal, sino que se va describiendo en forma circular, pues la estructura de la historia va desarrollando un mundo en el que los muertos, vuelven a vivir: Es un mundo de fantasmas en el que sólo Susana San Juan (Ilse Salas), la amada de Pedro Páramo, es la única persona a la que el cacique no logra dominar, ni adueñarse verdaderamente de su vida. Rulfo nos pinta en su novela –y Prieto en su película– el México rural, que sufre la Guerra Cristera, pero en ese mundo fantasmal, atemporal y cargado de realismo y de magia, se trasluce la poderosa metáfora que sirve para retratar al México posrevolucionario, lleno de injusticias, de corrupción y en el que, a pesar de todo, los poderosos no pueden dominar a todo, ni a todos y Susana San Juan, a pesar de su locura, representa al México indómito. 


Escrito por Cousteau

COLUMNISTA


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