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La influencia global de una nación depende de la fortaleza económica y el avance tecnológico. Rusia es un excelente ejemplo. Durante los años noventa, a la caída de la URSS, la economía y el bienestar social se desplomaron. En esa década la población se redujo en 0.5 por ciento anual; en 1999, la tasa de natalidad era de 8.2 nacidos por cada mil habitantes; para 2006 subió a 10. Creció de manera exorbitante la deuda con el FMI y el organismo adquirió un poder desmesurado en la toma de decisiones del país, en detrimento de la soberanía. La pobreza aumentó drásticamente. Ante una Rusia postrada, Estados Unidos (EE. UU.) y Europa la creyeron presa fácil y se lanzaron al ataque: desde el Euromaidán en 2014, y más tarde en la descarada ofensiva de la OTAN en Ucrania.
Pero a la llegada de Vladimir Putin al poder, a inicios del año 2000, la situación cambió drásticamente. Rusia empezó a recuperarse. Sus estrategas tuvieron claro que reactivar la economía era condición indispensable no sólo para recuperar la grandeza y la dignidad del país, sino que era algo de vida o muerte para la existencia misma de la nación.
Esto también lo vio el imperialismo y decidió atacar, precisamente en lo económico y financiero. Segregó a Rusia del sistema Swift de comunicación financiera para transferencias internacionales; aplicó innumerables sanciones, particularmente restricciones a la venta de su petróleo, como el precio máximo de 60 dólares por barril. EE. UU. prohibió a Europa comprar gas ruso, del cual la UE dependía en alto grado, además de ser 40 por ciento más barato que el gas licuado norteamericano (así EE. UU. secuestró el mercado europeo del gas); y para asegurarse de que Europa (Alemania sobre todo, altamente dependiente del energético ruso) no osara transgredir la prohibición, hizo explotar el gasoducto North Stream. Con la guerra de Ucrania se pretendió agotar la economía rusa. Fueron bloqueadas sus exportaciones de granos y alimentos en general.
Mas contra todos los malos augurios y las pretensiones del imperio, la economía rusa se levantó y alcanzó logros que sólo había tenido durante la Unión Soviética. He aquí algunos indicadores proporcionados por el BancoMundial. Durante los noventa (excepto en un año), el crecimiento anual del PIB fue negativo; pero se ha recuperado admirablemente: en 2021 alcanzó 4.7 por ciento; en 2022 cayó (por la guerra contra la OTAN), pero el año pasado creció en 3.6 por ciento. En 1997, la deuda externa representaba el 51.5 por ciento del PIB; en 2022, el 18.8 por ciento. La tasa de desempleo en 2010 fue de 7.3 por ciento; el año pasado, tres por ciento; según otras fuentes, en junio pasado era de 2.4 por ciento. Y por tres años consecutivos el déficit presupuestal ronda el dos por ciento. Entre 1992 y 2023 el valor total de las exportaciones se multiplicó por diez. Como país, Rusia ocupa el cuarto lugar mundial en términos de PIB por paridad de poder adquisitivo, sólo por debajo de China, EE. UU., India y Japón (Fuente: Banco Mundial).
El presidente Vladimir Putin ha resaltado que: “Las élites occidentales creían que podían privar al mundo en desarrollo y controlar su acceso a los recursos energéticos, pero sólo lograron lo contrario (…) Rusia logró reubicar sus exportaciones energéticas de Occidente a otras regiones del mundo. Moscú exporta más del 60 por ciento de los hidrocarburos a Asia, contra el 39 por ciento que se registraba hace dos años. Europa y EE. UU. están perdiendo sus posiciones en la economía mundial (…) Putin llama a asegurar el liderazgo y la soberanía de Rusia en la producción de energía atómica” (Sputnik, 26 de septiembre). Una realidad incontrovertible.
Según la agencia estadística rusa Rosstat, la producción de gas aumentó en 7.3 por ciento en los primeros ocho meses de este año, en comparación con el año pasado: un total de 22.4 millones de toneladas. Y en agosto pasado, se incrementó en 30.3 por ciento respecto al mismo mes de 2023. A finales de este año –predicciones oficiales– las exportaciones alcanzarán 35 millones de toneladas.
Agregado a ello. “Rusia aumenta un 50 por ciento sus ingresos por petróleo y gas, pese a la presión sancionadora de Occidente. El sector petrolero y gasístico aportó 85 mil 500 millones al presupuesto ruso en los nueve primeros meses de 2024, un 49.4 por ciento más que en el mismo periodo de 2023, revela el Ministerio de Finanzas de Rusia. (…) la dinámica de los ingresos fiscales no procedentes del sector de los hidrocarburos (registró) un aumento de 26.9 por ciento en ocho meses” (Sputnik, 10 de octubre).
En oro y reservas internacionales: “Las reservas de oro se acercan a 200 mil millones de dólares (…) nuevo máximo desde 1999 (…) las reservas internacionales del país al 1º de octubre ascendían a 633 mil 700 millones de dólares, frente a los 613 mil 700 millones del 1º de septiembre” (Sputnik, ocho de octubre). China y Rusia son los dos principales productores de oro, que actualmente alcanza precios récord. Rusia produjo 321 toneladas. Se ubica entre los cuatro principales productores de carne, y según el primer ministro, Mijaíl Mishustin, este año se obtendrán cosechas agrícolas récord. Rusia es el primer productor, y primer exportador, de trigo: 22.5 por ciento del total en el ciclo 2023-2024, contra el 15.9 por ciento de dos años antes.
A estos éxitos ha contribuido la firme alianza con los BRICS, grupo de naciones que representa el futuro del mundo realmente libre. Al respecto, “El primer ministro ruso declaró que para 2028 se prevé que los BRICS producirán el 38 por ciento del PIB mundial, mientras que el G7 irá a la baja”. En general: “El comercio de Rusia con los países amigos se incrementa desde 2022 en más del 50 por ciento declaró. Para 2030, el comercio con los países socios se incrementará unas 2.5 veces” (Sputnik, ocho de octubre).
En particular, con China ha aumentado vigorosamente; las ventas a ese país en un año alcanzan 97 mil millones de dólares. En los últimos nueve meses, Brasil ha multiplicado por 1.6 sus compras de productos petrolíferos rusos. Con los países de la Comunidad de Estados Independientes (CEI), exintegrantes de la Unión Soviética: “En el primer semestre de 2024, el PIB total de los países de la asociación aumentó un 4.7 por ciento, y las inversiones en activos fijos, un 11.2 por ciento” (Vladimir Putin). Y muy importante: las transacciones internacionales se realizan crecientemente en moneda nacional, lo cual implica mayor soberanía.
Incluso con la propia Unión Europea, a pesar del bloqueo a las importaciones rusas, destacadamente en los energéticos, éstas siguen recuperándose luego de su inicial caída como consecuencia de la guerra en Ucrania. “Rusia se convierte en el segundo principal proveedor de GNL (gas natural licuado) a España en nueve meses de 2024 (…) casi el 22 por ciento de las importaciones totales de Madrid, según datos de Enagás (…) En 2023, el país euroasiático ocupaba el tercer lugar en el mercado español de GNL, pero los suministros rusos siguen creciendo a pesar de las restricciones impuestas por la UE. A nivel más general, Moscú aumentó sus suministros de gas a la UE (…) en el tercer trimestre de 2024, superando a EE. UU. y situándose en segundo lugar entre los proveedores, según un análisis del think tank Bruegel” (Sputnik, 11 de octubre).
Como resultado de la recuperación económica, y social, de Rusia a partir del 2000, el gasto público aumentó significativamente: en 2022 fue siete veces mayor que en 1998; de ahí, entre 1996 y 2021, el gasto en salud, como porcentaje del total, casi se duplicó (Banco Mundial). En el año 2000 había 42 millones de pobres, alrededor del 29 por ciento de los rusos; para 2023, la población en pobreza se redujo de 9.8 a 9.3 por ciento con respecto a 2022 (de 14.3 a 13.5 millones) (Reuters, seis de marzo de 2024).
Si bien persisten importantes rezagos, la economía rusa registra en las últimas dos décadas, destacadamente en los años recientes, un vigoroso crecimiento que permite al país ejercer una real soberanía, reivindicar su dignidad frente a la hegemonía imperialista y mejorar significativamente los niveles de bienestar social. Y encima de todo ello, poder hacer frente exitosamente a la embestida de la OTAN en Ucrania y posicionarse como una gran potencia global, superando la crítica situación posterior a la caída de la Unión Soviética. El orgullo, el amor patrio de su pueblo, son ejemplo para todas las naciones que aspiran a la verdadera independencia política que, además de la voluntad, debe tener como base la independencia económica.
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Escrito por Abel Pérez Zamorano
Doctor en Economía por la London School of Economics. Profesor-investigador de la Universidad Autónoma Chapingo.