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El pasado 23 de marzo, alrededor de las ocho de la noche, hora de Moscú, en Rusia, cuatro individuos entraron fuertemente armados a las instalaciones de una sala de conciertos llamada Crocus City Hall. Ese día se presentaría la banda de rock de San Petersburgo llamada Picnic, muy famosa entre el público moscovita y, por tal motivo, en la sala se habían congregado cerca de seis mil personas. Los terroristas comenzaron a disparar a la gente indefensa en el lobby del lugar; luego se trasladaron a la sala de conciertos donde siguieron disparando a sangre fría, para después, prender fuego a las instalaciones del teatro usando bombas de tipo Molotov; después salieron huyendo en un auto blanco, dejando atrás el caos, el miedo y la desesperación de sus víctimas.
Los daños son irreversibles: murieron 140 personas y están heridas 150; el teatro quedó completamente devastado; el daño psicológico de los asistentes y sus familiares no desaparecerá y, finalmente, ahora se genera un ambiente de miedo y terror para acudir a una sala de conciertos o estar en espacios donde se congrega la gente.
Ver la crueldad con la que se conducían los terroristas me hizo recordar el libro de Christian Lamesa La Paternidad del Mal, en el que describe los horrores de los ejércitos nazis que acribillaban a la población despiadadamente y los servicios que le prestaron algunos pronazis ucranianos, como Stephan Bandera al fascismo hitleriano. Recuerdo que, en esa obra, se describe la forma en que un par de nazis depravados se disputaron el “honor” de ver quién mataba a más judíos en un campo de concentración, usando para ello un cuchillo. El “jueguito” duró toda la noche, asesinando cruelmente a cientos de judíos.
Este magnífico libro denuncia a quienes ayudaron a Hitler en sus pretensiones de supremacía para hacerse del mundo; y justo me parece estar viendo, en los tiempos que corren, una paternidad del mal actualizada por el llamado “Occidente Colectivo”: Estados Unidos (EE. UU.) y sus corifeos alineados en la Organización de Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Fue el Estado Islámico el que reivindicó el atentado y sin muchas investigaciones de por medio, EE. UU. y sus aliados se adelantaron a confirmar la versión, cuando hasta la fecha, en relación con los atentados contra las Torres Gemelas, no tienen una versión definitiva; con el tema de North Stream, hay que investigar más..; pero ahora, a 11 horas del atentado terrorista, resulta que “no tienen ninguna duda de que fue el Estado Islámico”. ¡Qué certeza! Amables lectores, esa certeza debe ponernos en alerta y más bien generarnos dudas.
“El presidente ruso Vladimir Putin declaró, el lunes (26 de marzo de 2024), que el atentado fue perpetrado por el Estado Islámico (EI), pero al Kremlin le interesa saber quién lo ordenó. La pregunta que surge de inmediato es: ¿A quién beneficia esto? Esta atrocidad puede ser sólo un eslabón de toda una serie de intentos de quienes, desde 2014, están en guerra contra nuestro país, a cuenta del régimen neonazi de Kiev”, declaró el mandatario” (RT en español, 26 de marzo de 2024).
A su vez, El jefe del Servicio Federal de Seguridad (FSB), Alexánder Bórtnikov, respaldó el martes “la idea de la posible implicación de Ucrania, EE. UU. y Reino Unido en el atentado terrorista contra el Crocus City Hall, que dejó 139 muertos y más de 150 heridos” (RT en español, 26 de marzo de 2024).
Se ha dicho que los asesinos terroristas iban huyendo hacia las fronteras de Ucrania donde se presume recibirían apoyo. Asimismo, se ha señalado que se les recibiría como “héroes”; incluso, “en Kiev hay un bar famoso por su menú polémico y cargado de política… ha introducido una nueva selección de bocadillos divertidos que se burlan de la tragedia del Crocus City Hall” (Rastreador de Monedas, 24 de marzo de 2024). Francia, EE. UU., Israel, Reino Unido, Alemania, etc., aseveran categóricos que Ucrania no tiene nada que ver en el atentado. Ahí está la paternidad del mal: nuevamente el mundo occidental ayudando al gobierno neonazi de Zelenski.
Para comprobarlo basta con la descarada aseveración que acaba de hacer Josep Borrell, alto representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad y vicepresidente de la Comisión Europea. En una entrevista dada al canal norteamericano de Noticias CNN afirmó, el 26 de marzo de 2024: “no podemos permitir que Rusia gane esta guerra. De otra manera, los intereses estadounidenses y europeos se verían muy perjudicados. No se trata de apoyar a Ucrania sólo por generosidad y porque amemos al pueblo ucraniano. Es una cuestión de nuestro propio interés y de EE. UU. como actor global”. Ahí está el quid de la cuestión. ¿Con un pensamiento así se puede uno tragar el cuento de que no existe algún tipo de injerencia en los actos terroristas contra Moscú?
La derecha extrema quiere retomar las riendas del mundo; para ellos sólo hay una opción: o son ellos quienes lo dirigen o nadie más; en su mente imperialista no cabe un mundo multipolar, equilibrado, desarrollado y amigable con el medio ambiente. En ese contexto, me parece muy temprano para aseverar categóricamente que el atentado únicamente es atribuible al Estado Islámico. Me parece correcta la actitud del presidente Vladimir Putin, porque señala a quien se beneficia con la situación. En ese sentido, por las palabras que acabo de transcribir de Borrell, favorece a los intereses del “Occidente Colectivo” y de “EE.UU., como actor global”. La lógica nos permite llegar a esta posible deducción. Pero, como en lógica cualquier cosa puede pasar, no debemos olvidar que se ha apoyado a Ucrania con dinero, armas y asesoría militar, lo cual ya no es resultado de una hipótesis lógica, sino una realidad, un hecho concreto reconocido por el “Occidente Colectivo”.
Por lo mismo, debemos insistir en la condena total al terrorismo que se ceba sobre civiles inermes. Lenin demostró que no es mediante el terrorismo como se alcanza la formación de un Estado proletario. ¿Qué buscaban exactamente los miembros del Estado Islámico que recibirían cinco mil dólares por hacer lo que hicieron? ¿Quiénes están detrás de ellos y qué lograron con la masacre? Nada en claro, más que desestabilizar al recién reelecto presidente Vladimir Putin. Pero no consideran que, lejos de lograrlo, solamente consiguieron unificar con mayor decisión al pueblo ruso.
Ya en otra ocasión el pueblo ruso estuvo a prueba y triunfó contra el nazismo; y esta vez, a no dudarlo, la razón triunfará nuevamente, convirtiéndose ahora en una fuerza mundial multipolar que impulse el desarrollo armónico para el bien de los trabajadores del mundo. Los pueblos de la Tierra no podemos equivocarnos: debemos condenar enérgicamente el terrorismo; en particular el acto cometido contra civiles rusos inermes en el Crocus City Hall y debemos organizarnos para construir una sociedad mejor en México y respaldar a aquellas naciones que impulsan el progreso mutuo y no la imposición de sus intereses a cualquier costo, incluso provocando la muerte de civiles inermes.
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Escrito por Brasil Acosta Peña
Doctor en Economía por El Colegio de México, con estancia en investigación en la Universidad de Princeton. Fue catedrático en el CIDE.