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Poesía
GERARDO DIEGO CENDOYA
nació en Santander, España, el tres de octubre de 1896. Tras el bachillerato en su ciudad natal, estudia la carrera de Letras en Deusto, Salamanca y Madrid.


NOCTURNO XIV

A Enrique Menéndez

Ha cruzado divina y desnuda.

Es la Forma, es la Forma, es la Forma.

El artista, sujeto en la Norma,

la llama en su ayuda.

 

Cuando pasa sonríe y promete

y saluda cordial y exquisita,

más que breve es su breve visita,

su azar de cohete.

 

Es celeste como hecha de astros,

perfumada de incógnita esencia.

Es la Amada de la adolescencia,

toda de alabastros.

 

No se sabe si es sueño o es niebla.

No se sabe si túnica o nube.

Deja un rastro de luz cuando sube,

y el aire despuebla.

 

Es la imagen del ángel más leve

que Jacob vio en las blancas escalas.

Al trasluz transparenta sus alas

sutiles de nieve.

 

Solo muestra su carne de estrella

en la magia de luna en el río.

Es espíritu, es aire, es vacío

sin molde y sin huella.

 

En la virgen cuartilla se posa.

Sobre el piano despliega su ala.

y si vamos a asirla, resbala

esquiva, medrosa.

 

La queremos cazar prisionera

y el intento en seguida comprende,

y batiendo las alas, asciende

feliz, a su esfera.

 

¡Quién pudiera seguirla en su vuelo

Y arrobado en dichoso desmayo,

patinar por el hilo de un rayo

de luna hasta el cielo!

A C. A. DEBUSSY

Sonidos y perfumes, Claudio Aquiles,

giran al aire de la noche hermosa.

Tú sabes dónde yerra un son de rosa,

una fragancia rara de añafiles

 

con sordina, de crótalos sutiles

y luna de guitarras. Perezosa

tu orquesta, mariposa a mariposa,

hasta noventa te abren sus atriles.

 

Iberia, Andalucía, España en sueños,

lentas Granadas, frágiles Sevillas,

Giraldas tres por ocho, altas Comares.

 

Y metales en flor, celestes leños

elevan al nivel de las mejillas

lágrimas de claveles y azahares.

EL CIPRÉS DE SILOS

A Ángel del Río

Enhiesto surtidor de sombra y sueño,

que acongojas el cielo con tu lanza.

Chorro que a las estrellas casi alcanza,

devanado a sí mismo en loco empeño,

 

Mástil de soledad, prodigio isleño,

flecha de fe, saeta de esperanza.

Hoy llegó a ti, riberas del Arlanza,

peregrina al azar, mi alma sin dueño.

 

Cuando te vi, señero, dulce, firme,

qué ansiedades sentí de diluirme

y ascender como tú, vuelto en cristales,

 

como tú, negra torre de arduos filos,

ejemplo de delirios verticales,

mudo ciprés en el fervor de Silos.

LA GIRALDA

Giralda en prisma puro de Sevilla,

nivelada del plomo y de la estrella,

molde en engaste azul, torre sin mella,

palma de arquitectura sin semilla.

 

Si su espejo la brisa enfrente brilla,

no te contemples —¡ay, Narcisa¡—, en ella;

que no se mude esa tu piel doncella,

toda naranja al sol que se te humilla.

 

Al contraluz de luna limonera,

tu arista es el bisel, hoja barbera

que su más bella vertical depura.

 

Resbala el tacto su caricia vana.

Yo mudéjar te quiero y no cristiana.

Volumen nada más: base y altura.

INSOMNIO

Tú y tu desnudo sueño. No lo sabes.

Duermes. No. No lo sabes. Yo en desvelo,

y tú, inocente, duermes bajo el cielo.

Tú por tu sueño, y por el mar las naves.

 

En cárceles de espacio, aéreas llaves

te me encierran, recluyen, roban. Hielo,

cristal de aire en mil hojas. No. No hay vuelo

que alce hasta ti las alas de mis aves.

 

Saber que duermes tú, cierta, segura

—cauce fiel de abandono, línea pura—,

tan cerca de mis brazos maniatados.

 

Qué pavorosa esclavitud de isleño;

yo, insomne, loco, en los acantilados,

las naves por el mar, tú por el sueño.

REVELACIÓN

A Blas Taracena

Era en Numancia, al tiempo que declina

la tarde del agosto, augusto y lento,

Numancia del silencio y de la ruina,

alma de libertad, trono del viento.

 

La luz se hacía por momentos mina

de transparencia y desvanecimiento,

diafanidad de ausencia vespertina,

esperanza, esperanza del portento.

 

Súbito, ¿dónde?, un pájaro sin lira,

sin rama, sin atril, canta, delira,

flota en la cima de su fiebre aguda.

 

Vivo latir de Dios nos goteaba,

risa y charla de Dios, libre y desnuda.

Y el pájaro, sabiéndolo, cantaba.


Escrito por Redacción


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