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En abril de este año, el Banco Mundial (BM) advirtió que las remesas enviadas por los trabajadores migrantes a sus países caerían cerca del 20 por ciento como consecuencia de la crisis económica provocada por la pandemia de Covid-19, y que en América Latina (AL) sería del 19.4 por ciento. En México, la tendencia ha sido contraria, y las remesas han observado aumentos sin precedentes. En marzo crecieron un 35.1 por ciento respecto al mismo mes de 2019, después de abril acumularon cinco meses consecutivos de incrementos: mayo, 3.9 por ciento; junio, 9.9; julio, 7.2; agosto, 5.3; y septiembre, 15.1. El monto de enero a septiembre ascendió a 29 mil 964 millones de dólares (mdd), cifra superior en 10 por ciento al mismo periodo de 2019. Se espera que al final del año, alcancen los 39 mil 500 mdd.
El presidente Andrés Manuel López Obrador presume cada nuevo repunte de las remesas con mucho orgullo. Acostumbrado a valorar los fenómenos por su potencial emotivo, las celebra romantizando el sacrificio y solidaridad de los trabajadores mexicanos en suelo americano. Sin ningún tipo de reserva, admite que el dinero enviado sobrepasa los recursos federales que su gobierno destina al apoyo a los pobres y que han sido una verdadera bendición y la salvación de México ante la crisis. Sin embargo, la realidad detrás de estos hechos no es mínimamente gloriosa. Las palabras de gratitud no bastan para borrar la difícil situación que el pueblo mexicano, aquí y en suelo extranjero, tiene que afrontar para hacerse de lo indispensable.
De acuerdo con el Anuario de Migración y Remesas México 2020, nuestro país es el segundo con más migrantes en el mundo y el tercero en la recepción de remesas. El 98 por ciento de esta población tiene como destino Estados Unidos (EE. UU.). Es un flujo predominantemente laboral que va en búsqueda de mejores oportunidades de trabajo. Se ocupan principalmente en los sectores de la construcción (19.8 por ciento), hostelería y esparcimiento (14.7) y manufacturas (12.7). El 35.8 por ciento tiene edades entre 18 y 39 años, y el 43.7 entre 40 y 59. Ocho de cada 10 posee estudios de preparatoria o inferior. En suma: son mexicanos en la etapa más productiva de su vida que truncan sus estudios para encontrar mejor suerte en una patria ajena. Es la nación estadounidense la que saca provecho de una fuerza de trabajo vigorosa y barata a la que su país le niega una mejor educación, empleo, salarios remuneradores y seguridad social.
Sin dejar de reconocer el trabajo arduo de nuestros connacionales en el extranjero, el dinero que con mucho esfuerzo y preocupación nos envían, no es la salvación del país; con crisis o sin ella, esos recursos no son suficientes para impulsar el desarrollo y crecimiento económicos. Vanagloriarse de los montos exorbitantes que han alcanzado significa exaltar un modelo económico que entrega “en bandeja de plata” los recursos de la nación, y entre éstos el más valioso: la fuerza de trabajo. Es una manera, inconsciente quizá, de conformarse con la prosperidad pasajera, volátil y limitada que puede aportar la potencia extranjera. Con esta actitud se ignoran los problemas del subdesarrollo, la dependencia económica hacia ese país y se pospone la construcción de una nación próspera con capacidad para repartir mejor su riqueza.
Pero lo que más sorprende del Presidente es la desfachatez con que delega a las remesas la tarea de superar los efectos de la crisis económica actual. Una de las explicaciones del incremento de éstas es el multimillonario plan de rescate que efectuó el gobierno de EE. UU., cuyos recursos, incluso, elevaron el ingreso promedio mensual de las familias estadounidenses. Este hecho contrasta con la negativa del gobierno de López Obrador a asegurar el apoyo a las familias afectadas por la crisis para que cubran sus gastos básicos, como alimentación, salud y servicios domésticos. Tampoco se esfuerza por invertir en la recuperación y creación de empleos, y se niega a suministrar con suficiencia a los hospitales. Se necesitan hechos y no tributos para dignificar la vida de las clases trabajadoras.
El PEF, entonces, es dinero de todos los mexicanos, no propiedad del Gobierno federal, por lo que éste debiera considerar forzosamente las necesidades de la población.
Sus fortunas son el inexorable resultado de un modelo económico diseñado al efecto. Hacen su parte, y al amparo de las leyes.
Cientos de antorchistas alzaron la voz y con pancartas le respondieron al presidente “¡miente, miente, miente el presidente!”
Mientras el mandatario mexicano, Andrés Manuel López Obrador, sigue con un discurso distractor y fuera de la realidad para engañar y manipular a los mexicanos.
El Presidente decidió confrontar al Poder Judicial porque no puede dar órdenes a su antojo y capricho a los ministros de la SCJN.
Algunos investigadores sostienen que el planteamiento López Obrador es absurdo, que nunca fue posible quedarse con el dinero de los fideicomisos, que éstos tienen reglas tan estrictas para su operación.
El PRI está de acuerdo con AMLO y que su ambición de poder sigue siendo la misma y que el pueblo al que representan en sus entidades siguen siendo relegados a segundo o tercer plano.
El expresidente ecuatoriano también pidió disculpas a México
De los casos confirmados, 127 mil 660 son casos activos y 2 millones 283 mil 539 personas ya se han recuperado.
Los maestros buscan que el gobierno cumpla sus demandas, que incluyen el control de las plazas
El Ejecutivo Federal tiene actualmente facultades para modificar el Presupuesto de Egresos de la Federación y enfrentar una emergencia como la que hoy vivimos.
Alertan riesgo de regresión autoritaria
De acuerdo con la encuesta, el 60 por ciento de las personas consultadas opina que López Obrador hace mucho o algo de proselitismo político a favor de su proyecto.
La polémica creció luego de que el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, fue señalado por presuntamente recibir dos millones de dólares en 2006 por parte del Cártel de Sinaloa.
“En Azcapotzalco vamos a seguir reforzando estas medidas de seguridad aunque hayamos transitado a semáforo naranja
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Escrito por Tania Rojas
Maestra en Economía por El Colegio de México. Estudia un doctorado en Economía en la Universidad de Massachusetts Amherst, en EE.UU.