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El “buen finˮ, travesura mercadológica neoliberal de la 4T
Los grandes oligarcas del país y el gobierno se resisten a gastar un solo peso para salvar la economía o para controlar la pandemia.
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Hay que insistir, las veces que sean necesarias, en que dentro de la lógica capitalista, el objetivo de las empresas está en la obtención de la máxima ganancia y que, para ello, éstas requieren condiciones propicias, ya sean políticas, económicas y sociales. Con el contubernio de los gobiernos, los empresarios consiguen facilidades que van desde políticas laborales flexibles y apoyos fiscales hasta estabilidad social. Por mucho tiempo han utilizado también los hábitos de consumo de la población, especialmente los vinculados a tradiciones populares, fiestas religiosas y patrióticas, cuando las grandes ventas los mueven. Incluso recurren a la ley; y con la alcahuetería de las autoridades, promueven “puentes” y días de asueto adicionales para aumentar el consumo de la gente sin pensar, por supuesto, en un mayor descanso para los trabajadores. Fue así como en años recientes consideraron que era necesario inventar una fecha comercial más y, desde la esfera del gobierno, surgió el “buen fin de las empresas”. El “fin de semana más barato del año”, durante el cual, las tiendas bajen el precio de las mercancías y las ofrezcan  casi a su costo. Pero no hay tal “buen fin”, éste es solo un engaño para que la gente “bombardeada” por los potentes medios de comunicación, consuma y se endeude  más.

El engaño es obvio, porque ninguna empresa vende sus mercancías por debajo de los costos de producción; porque ninguna está dispuesta a ceder el amplio margen de ganancia obtenido con el bajo salario pagado por la fuerza de trabajo; porque está ampliamente demostrado que los precios son previamente reetiquetados para el “buen fin” y porque este periodo de ofertas sirve para que las tiendas se deshagan de sus inventarios y de los productos con obsolescencia tecnológica. Por ello, el “buen fin” es solo una más de las “travesuras” mercadológicas, y su concesión a los empresarios data ya de casi 10 años, cuando el Gobierno Federal lo ubicó en el calendario durante el “puente” del 20 de noviembre y, para ello, decretó adelantar aguinaldos. El dato curioso es que lo utilizaron los gobiernos “neoliberales” y el autodenominado gobierno de la “Cuarta Transformación” (4T) lo mantiene vivo. Ya hemos mencionado anteriormente que el gobierno y los grandes empresarios esperan el rescate de la economía por cuenta del pueblo en general, y el “buen fin” les cae como anillo al dedo. La edición 2020 no solo se constriñe a tres días y al adelanto del aguinaldo, sino que va del nueve al 20 de noviembre. Es obvio que se “apuesta” a reactivar el consumo mediante el sacrificio de la gente.

Nada ha detenido la estrepitosa caída económica provocada por la contingencia sanitaria. Los grandes oligarcas del país y el gobierno se resisten a gastar un solo peso para salvar la economía o para controlar la pandemia. Pretenden que el salvavidas sea el pueblo, que a estas alturas se encuentra desempleado o con bajísimos ingresos y a diario se juega la vida toreando la violencia en las calles y la peste mortal que hoy por hoy, en términos reales, le ha costado al país 200 mil muertes.

Por ello, informado lector, no caiga en la trampa de los mercachifles. El “buen fin” no existe. Ha llegado el tiempo de despertar y exigir, a los saciados de siempre y al gobierno en turno, que destinen los recursos requeridos para frenar la caída económica y controlar la pandemia; al fin y al cabo, la riqueza de los empresarios se la deben a los trabajadores por los bajos salarios que les pagan y los ingresos del gobierno son los impuestos de los mismos. Que la crisis que estamos viviendo y la que se avecina se paguen con estos recursos ¡Ya basta de llevarle más penurias al pueblo trabajador! Por el bien de la clase rica, que los destinen ahora que hay tiempo, después será demasiado tarde, porque de seguir las cosas así, no falta mucho para que el sistema económico vuele en pedazos.


Escrito por Capitán Nemo

COLUMNISTA


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