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Hablábamos antes, desde una perspectiva histórica, de la importancia de la inversión pública, y comparábamos a México con otras naciones. Veamos ahora qué ocurre actualmente, y los cambios necesarios. “El gasto público en inversión total disminuyó 1.8 puntos porcentuales del PIB (Producto Interno Bruto) entre 2015 y 2021 (…) Los recursos destinados directamente a infraestructura (…) Representaron 2% del PIB en 2015 y 1.7% en 2021…” (CIEP, 13 de julio de 2021). El Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), 17 de marzo de 2022, señala: “Inversión: la prioridad olvidada de las finanzas públicas (…) al mes de noviembre de 2021 los niveles de inversión fija bruta estaban 9.4% por debajo de los del mismo mes de 2018 (…) Todos los ámbitos de gobierno, sin excepción, han reducido sus niveles de inversión en la última década (…) se redujeron los recursos que aumentan el patrimonio público –infraestructura, obra pública– y se destinó mayor proporción a gastos operativos de los gobiernos. Aunado a esto, entre 2014 y 2020, los gobiernos estatales subejercieron los recursos aprobados para inversión física y financiera (…) La Federación, que lleva a cabo aproximadamente el 82% de la inversión pública del país, redujo sus niveles en 31% en términos reales entre 2013 y 2020. Los estados, que aportan el 9% de la inversión pública, lo redujeron en 38.5%...”.
Según la OCDE (21 de febrero de 2022): “… un desafío clave pendiente para México es reactivar la inversión. La inversión ha estado apagada desde 2015 y en caída desde 2019 (…) México ha sido fiscalmente prudente a lo largo de los años (…) Pero esto se ha logrado en gran medida recortando el gasto, en particular la inversión pública (…) el aumento de la inversión pública necesaria para cerrar la brecha de infraestructura en México se estimó en 1.3 puntos porcentuales del PIB al año…”. La inversión total este año será de 3.1 por ciento del PIB, cuando entre 2014 y 2016 promedió 5.4 por ciento (realstatemarket); lejos de lo necesario, pues: “Para que la economía pueda crecer cuatro por ciento anual de manera sostenida, la inversión total del país requerida es equivalente al 25 por ciento del PIB con un 5 por ciento de inversión pública” (CEESP, El Financiero, 19 de septiembre de 2021).
Además del reducido monto total, la inversión privilegia los elefantes blancos de AMLO en detrimento del real desarrollo económico. Este año se destina “el monto más alto en los últimos seis años”, dice Hacienda, pero “La mayor parte de recursos de inversión en 2022 se destinarán a los programas insignia del gobierno” (El Financiero, 19 de septiembre de 2021). Se gastarán en ellos 118 mil millones de pesos, aunque “Desde nuestra perspectiva no son proyectos detonadores de crecimiento económico” (Instituto Mexicano de Ejecutivos de Finanzas, El CEO, 17 de noviembre de 2021).
La inversión pública sacrifica el desarrollo regional armonioso. Este año: “México Evalúa destaca que el 61.7% del gasto en inversión física se realizará en Campeche, Tabasco y CDMX, y el 38.8% restante se distribuirá en 29 estados (El CEO, 17 de noviembre de 2021). Y muestra graves deformaciones. “Una buena parte de los proyectos se destinan a cubrir faltantes, a mantenimiento y a Pemex…” (CEESP, El Financiero, 19 de septiembre de 2021).
Debe aumentar su monto, pero buscando promover productividad y desarrollo. “… la inversión es la principal fuente de crecimiento, pero también es claro que debe ser lo suficientemente productiva…” (El Financiero, 19 de septiembre de 2021). Hoy sacrifica sectores fundamentales: “35% fue a hidrocarburos en la primera mitad del año, y 0.1% a educación” (Expansión, 1º de julio de 2022). Y “… no terminará por reforzar el capital humano, pues de cada 100 pesos que el gobierno destinará a infraestructura, 44 pesos se destinarán a combustibles y energía y solo 2 pesos a educación y salud” (El CEO, 17 de noviembre de 2021). Como proporción de la inversión pública: “… las funciones de educación y de salud promediaron 0.6% y 0.5% del PIB entre 2015 y 2021, respectivamente” (CIEP, 13 de julio de 2021). En igual sentido: “En la última década (…) el 39.2 % se concentró en proyectos de infraestructura de petróleo y gas natural (…) Y solo el 10 % de esos recursos se destinó a proyectos de infraestructura carretera, ferrocarrilera, aeroportuaria y de comunicaciones (satélites, telecomunicaciones y correos) (…) la administración actual ha mantenido niveles bajos de inversión en infraestructura educativa y, con la excepción de la infraestructura ferroviaria, en comunicaciones y transportes…” (IMCO, Nexos).
Además del reducido monto asignado, vienen luego subejercicios y recortes. “La inversión suele ser el rubro que los estados sacrifican más fácilmente por otras prioridades (…) en 2020, los estados en conjunto (…) subejercieron el 36.3 % de sus recursos disponibles” (IMCO). En igual sentido: “En el año en el que se prometió el mayor gasto público en infraestructura desde 2016, apenas en el primer trimestre de 2022, se ha ejecutado el 11.3% de los recursos presupuestados para el año (SHCP). El ritmo en el rubro de inversión física directa (ejercida por las dependencias federales) es el menor del que se tiene registro…” (Expansión, 25 de mayo de 2022). Y se regatean los recursos: “Los 10 principales proyectos de obra pública en Salud registran un 0% de avance respecto al PEF, hasta marzo de 2022 (…) la obra pública de este sector apenas representa el 3.4% de la cartera de inversión de 2022…” (Expansión, 25 de mayo de 2022).
Urge recuperar el criterio federalista, priorizar a las entidades más rezagadas, y dar mayor margen de libertad a estados y municipios, para poner fin a la dictadura financiera absoluta del Gobierno Federal. Muchos estados destinan menos del cinco por ciento de su gasto a inversión pública (IMCO). Las leyes impuestas por la 4T impiden a los municipios invertir en infraestructura. Hay inequidad en la inversión federal en las entidades, pues antes que necesidades y grado de rezago se prioriza la conveniencia política del gobernante. Agréguese la opacidad en la inversión, en el listado de obras y realización de concursos. Este gobierno privilegia como ningún otro la asignación directa, en un típico capitalismo de compadres.
Deben combinarse, en sano equilibrio, inversión pública y privada (por ejemplo, en energía), pero asegurando la rectoría del Estado como orientador de la inversión y garante de la soberanía; ello en áreas que impacten en bienestar y desarrollo económico, no en obras suntuarias, cuando falta infraestructura fundamental (por poner un ejemplo, una autopista que saque de su aislamiento a la Huasteca hidalguense).
Como demostramos en colaboraciones anteriores, urge abatir el gran rezago en infraestructura; construir aulas, laboratorios, etc.; terminar hospitales inconclusos y equipar los existentes; rehabilitar y reencarpetar carreteras, hoy en pésimo estado y construir caminos rurales; instalar plantas tratadoras de aguas residuales, reconstrucción y mantenimiento de canales de riego; construir viviendas de interés social; dotar a todos los pueblos y colonias de los servicios públicos básicos: agua potable, drenaje, pavimento, electricidad; construir bibliotecas públicas y espacios culturales en todas las comunidades cuya población lo amerite, así como instalaciones deportivas; construir caminos sacacosechas y bodegas agrícolas.
Esto elevaría, realmente, el bienestar y el desarrollo, más que gastar sumas fantásticas en un aeropuerto sin aviones, una refinería sin petróleo o un Tren Maya donde no viajarán los mayas, y que sí destruye la selva. Debe eliminarse la irracionalidad en la inversión, aplicando criterios de eficiencia y sensibilidad social, algo impensable mientras siga gobernando la Cuarta Transformación.
Para enfrentar los problemas que aquejan a la mayoría de los mexicanos, en particular la pobreza, se necesita incrementar los ingresos del gobierno; pero éstos no pueden provenir de la misma población pobre o clase media, sino de los ricos.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico recortó a 2.2 por ciento la estimación de crecimiento económico para México.
El gobierno de la 4T no solo no ha logrado “separar la política de la economía”, sino algo peor, la economía política se ha rebajado a filantropía de la peor especie; y la política-política se ha convertido en un espectáculo.
Si se contempla la inflación, el salario mínimo constitucional (SMC) para noviembre de 2022 debería ser de 817.80 pesos diarios.
En Zacatecas, la tortilla costaba 19.50 pesos en 2022, ahora cuesta 22; se prevé que llegue a los 24 o 25 pesos, de acuerdo con el empresario Baldomero Flores Rodarte. En Durango se vende hasta en 29 pesos.
En una economía de libre mercado, como es la nuestra, la competencia económica representa una posible fuente de disminución de los precios; pero el poder de mercado de los monopolios tiende a elevarlos y a afectar a los consumidores.
El precio por galón de gasolina en México fue de 4.42 dólares, mientras en Estados Unidos fue de 3.38 dólares
"Si podemos apagar uno o dos focos, lo que no sea tan indispensable, que todos ayudemos como lo hemos hecho siempre", dijo.
“No es sólo dar dinero a los pobres, eso no funciona”; dice la especialista y catedrática de la University College London
Las protestas como las del Ángel de la Independencia hacia el Zócalo, afectan de 8 a 10 mil comercios, con pérdidas que superan los 100 mdp.
La Tasa de Ocupación en el Sector Informal 1 (TOSI1)- significó 29.7 por ciento, tasa mayor en 2 puntos porcentuales a la de diciembre de 2020.
El sector industrial manifestó su preocupación debido a que la reforma es opuesta al interés de la población.
Además, se incrementarán los costos del Impuesto sobre Automóviles Nuevos (ISAN) y las multas por incumplimiento fiscal, evasión de impuestos e infracciones de tránsito.
Solicitó el compromiso del Gobierno y Congreso de la Ciudad de México para reorientar el presupuesto en apoyo de las empresas y los empleos formales en la Capital.
La iniciativa de reforma al sistema de pensiones podría resultar en un aumento del gasto gubernamental, alcanzando el 7.8 por ciento del PIB para el 2030.
Un gobierno sin política agropecuaria
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Escrito por Abel Pérez Zamorano
Doctor en Economía por la London School of Economics. Profesor-investigador de la Universidad Autónoma Chapingo.