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Cuando Donald Trump acusa de “hacer trampa” a los países con los que Estados Unidos (EE. UU.) mantiene relaciones comerciales, se refiere a prácticas que, según él, violan las reglas del comercio internacional de manera desleal. Entre estas prácticas señala que sus socios comerciales manipulan el valor de sus monedas, manteniéndolas devaluadas en relación con el dólar estadounidense. A esto le atribuye el persistente déficit comercial (cuando un país importa más bienes y servicios de los que exporta) que EE. UU. ha ido acumulando, y que recientemente alcanzó un récord de 971 billones de dólares en 2022 (BEA[1], 2024).
Una moneda devaluada hace que los productos de un país sean más baratos para los compradores extranjeros. Supongamos que un producto fabricado en China tiene un costo de mil yuanes, y el tipo de cambio es de un dólar = seis yuanes. En este caso, el producto costaría 166.67 dólares para el comprador estadounidense (mil yuanes / seis yuanes por dólar). Ahora, si China devalúa su moneda y el nuevo tipo de cambio es de un dólar = ocho yuanes, el mismo producto de mil yuanes costaría sólo 125 dólares para el comprador estadounidense (mil yuanes / ocho yuanes por dólar). Esto significa que, con la devaluación de la moneda china, los productos fabricados en China se vuelven más baratos en el mercado estadounidense.
Pero ¿por qué se afirma que la devaluación de las monedas es artificial? El argumento se basa en la Teoría de los Costos Comparativos, que constituye la base sobre la que se funda la teoría predominante del comercio internacional. Esta teoría sostiene que el balance comercial entre dos países se determina por los costos nominales de producción, y que el ajuste de los tipos de cambio afecta estos costos nominales de tal forma que el balance comercial automáticamente se equilibra (Shaikh & Weber, 2018). Partamos de un escenario en el que el país A tiene un déficit comercial con el país B. Esto implica que el dinero fluye de B a A, puesto que B le vende más a A de lo que le compra. Siendo que ambos países mantienen un tipo de cambio flexible, esto significa que eventualmente la moneda de B se tendría que apreciar, puesto que la mayor demanda de la moneda de B por parte de A para financiar sus importaciones aumentará el valor relativo de la moneda de B. La apreciación de la moneda de B encarecería los productos de B para A, reduciendo las exportaciones de B hacia A. Por otro lado, los productos de A se vuelven más baratos para los compradores en B, lo que incentivará a B a comprar más de A. Este proceso continuará hasta que el déficit comercial de A se corrija y el comercio entre ambos países se equilibre.
En contra de lo que predice la teoría de los costos comparativos, el déficit comercial de EE. UU. ha sido persistente y su balance no se ha autoequilibrado. El incumplimiento de la predicción se atribuye a que los países con superávit mantienen artificialmente su moneda devaluada para perpetuar su balanza comercial superavitaria, en detrimento del país deficitario. Sin embargo, la idea de que los precios nominales determinan el flujo comercial es incorrecta a mediano y largo plazo.
Primero, los efectos de una devaluación sobre la competitividad son transitorios, y no está claro si la manipulación de la moneda puede mantenerse por largo tiempo. Segundo, en el largo plazo, los desequilibrios comerciales persisten debido a las diferencias en los costos reales de producción: los países con costos más altos tienden a tener un déficit comercial y convertirse en deudores internacionales. Los menores costos reales de producción han motivado a varias empresas estadounidenses a trasladar su producción a otros países y explican el gran déficit comercial que EE. UU. mantiene con China, país al que se dirige principalmente la denuncia de manipulación de la moneda.
China ha aumentado su participación en el déficit comercial de EE. UU., pasando de alrededor de una quinta parte en 2002 a un tercio en 2008, y alcanzando cerca del 40 por ciento en 2022, convirtiéndose en el principal responsable del déficit comercial de EE. UU. (BEA, 2023). La competitividad comercial de China se basa en varios factores, como costos laborales unitarios menores, una gran capacitación de su fuerza laboral, cadenas de suministro integradas, producción a gran escala, infraestructura y tecnología avanzada, elevados niveles de inversión en investigación y desarrollo, entre otros; factores que la devaluación de la moneda no puede reemplazar.
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Escrito por Tania Rojas
Maestra en Economía por El Colegio de México. Estudia un doctorado en Economía en la Universidad de Massachusetts Amherst, en EE.UU.