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Los primeros 100 días de gobierno de Donald Trump como presidente de Estados Unidos (EE. UU.) se enmarcan en una crisis económica, tanto interna como externa, y una creciente crisis social y política que expresa pérdida de confianza entre los ciudadanos que votaron por él; por ejemplo, se sabe que la mayoría de la población estadounidense creyó la promesa de Trump de hacer más “asequible” el precio de los alimentos, pero éstos aumentaron aún más durante el último periodo.
Recientemente se ha visto que Trump está muy empeñado en realizar reformas basadas en el aumento de aranceles y de esa manera “fortalecer” su economía y controlarla bajo su poder; además, el objetivo es someter, manipular y si fuera necesario aplastar a sus rivales comerciales entre los que se encuentran, principalmente, China y Rusia, países que no se doblega ante sus frecuentes amenazas.
Un dato que ilustra la crisis económica estadounidense es que el Fondo Monetario Internacional (FMI) recortó las previsiones de crecimiento económico mundial en cinco décimas, apenas en 2.8 por ciento en 2025, muy por debajo de la media prepandemia que fue de 3.7 por ciento anual. Entre las principales damnificadas está la propia economía gringa, con pérdida de nueve décimas desde que llegó Donald Trump a la Casa Blanca, un crecimiento y pronóstico por debajo del dos por ciento, entre 1.8 y 1.7 por ciento durante 2025 y 2026.
Según Pierre-Olivier Gourinchas, economista y jefe del FMI, la justificación de los recortes está en el fuerte aumento de los aranceles y la incertidumbre del dos de abril −cuando Trump anunció los aranceles−, que necesariamente provocarían desaceleración económica mundial y perturbación de las economías locales porque los recursos se reasignan hacia la producción de bienes no competitivos por la pérdida de productividad, una menor actividad y mayores costos de producción.
Si EE. UU. no logra competir en el mercado, como antes de la llegada de Trump, los aranceles incrementarán el poder de mercado de los productores nacionales y disminuirán los incentivos para innovar y crear múltiples oportunidades; pero para sus socios comerciales externos, los aranceles se desplazan en la demanda exterior, lo que sin duda alejará más a los clientes extranjeros de sus productos.
Trump se ha erigido como “amo supremo del mundo” y sabe que el Poder Ejecutivo cumplirá su voluntad más allá de las decisiones en el Congreso, o de lo discutido y resuelto por el Poder Judicial. Todo lo dictado por Trump se hará; así lo ha demostrado en estos primeros 100 días de gobierno. Ya lo advirtió Richard Nixon: “Si lo hace el presidente, es legal”; sin embargo, la población gobernada pagará los platos rotos porque una verdadera crisis de derechos humanos se avecina.
EE. UU. siempre ha violado los derechos humanos en muchas naciones de todo el planeta. Hoy, la preocupación resulta mayor porque esa violación se evidenciará internamente: en los primeros días de gobierno, la administración trumpista cometió innumerables abusos, excesos de autoridad y acciones represivas contra las instituciones y los propios ciudadanos estadounidenses, incluidos los más de 11 millones de migrantes mexicanos.
En sus primeros 100 días de gobierno domina la tensión social, crisis institucional y abundan las amenazas y desafíos al orden global; en EE. UU. existe miedo permanente e incertidumbre generalizada. La pregunta es, ¿por qué el pueblo empieza a temer?; acaso ya se vislumbra la advertencia de Thomas Jefferson de que “Cuando el pueblo tiene miedo del Gobierno, ¿hay tiranía”? Seguramente surja algo de esto.
El índice de aprobación de Trump corresponde al 45 por ciento, uno de los más bajos de la historia y los estadounidenses consideran que su gobierno está plagado de corrupción, ineficiencia y burocracia. La unidad (probablemente inexistente) de la sociedad norteamericana está fracturándose; la lucha de clases se incrementa por el aumento en los costos de vivienda, educación, salud y medios de vida. Hoy, los trabajadores estadounidenses son más pobres y la élite es más pequeña, pero concentra más riqueza; por tal razón, la inconformidad se incrementará y la inseguridad social no podrá contenerse; es latente el peligro de un estallido social de mayor proporción. Por ello, hace falta que el pueblo norteamericano se organice y ponga un alto a los atropellos e injusticias de su gobierno, ahora comandado por Donald Trump. Por el momento, amigo lector, es todo.
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Escrito por Miguel Ángel Casique
Columnista político y analista de medios de comunicación con Diplomado en Comunicación Social y Relaciones Públicas por el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM).