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Cuando las personas asumen algo como cierto, independientemente de si lo es o no, actúan en consecuencia. Porque tienen efectos reales una vez se apoderan de la conciencia de la gente, las ideas son siempre campo de batalla encarnizado entre los distintos grupos, sectores y clases con intereses contrapuestos o antagónicos. En el terreno del periodismo, esto se verifica en que, casi sin excepción, para un mismo hecho o conjunto de hechos, solemos encontrar gran variedad de versiones y explicaciones. Por eso, para aproximarnos a la verdad, es preciso afinar el sentido crítico y disponerse a atravesar la espinosa maraña de intereses que rodea a la información. Afortunadamente, existen medios de comunicación, como buzos que, sin renunciar a un compromiso profundo y bien definido con las clases subyugadas, hacen un esfuerzo serio por encontrar y presentar la verdad de los acontecimientos que definen nuestro día a día. Por supuesto, no hay medio que no se jacte de esto mismo, así que permítaseme un ejemplo sumamente relevante para ilustrar lo que afirmo.
La guerra en Ucrania es el conflicto bélico más relevante del Siglo XXI, no sólo por su magnitud y el número de bajas, sino porque allí se está reconfigurando aceleradamente la organización política del mundo. Como sucede en cada guerra, los bandos enfrentados se disputan ferozmente la versión sobre las causas y desarrollo del conflicto, ya que, en general, no es posible triunfar militarmente si la mayoría de la población civil no apoya, o al menos no aprueba, el esfuerzo de guerra. Por eso, desde el 22 de febrero de 2022, la inmensa maquinaria de medios de comunicación al servicio del imperialismo norteamericano y sus aliados se volcó a convencernos de una cosa: que la guerra en Ucrania tenía una causa única, las ambiciones expansionistas e imperiales de Rusia, y en particular de su presidente, Vladimir Putin. Si se convencía de esto a las masas, éstas no dudarían en apoyar decididamente el esfuerzo militar de la OTAN y Ucrania contra Rusia.
Pero, a tres años del inicio de esta nueva etapa del conflicto, los acontecimientos han tomado un rumbo tal que muchos medios e investigadores se han visto obligados a revisar sus análisis iniciales acerca de las causas del mismo. Sin embargo, hubo medios de comunicación, como buzos, que desde el inicio presentaron una versión alternativa a la hegemónica. Hoy podemos juzgar a esta versión como la más precisa. Y esto se refleja en que este semanario encontró claramente el inicio del conflicto no en 2022, sino ocho años antes, en febrero de 2014, y alertó a tiempo sobre la posibilidad de la escalada bélica. En febrero de 2014 aconteció “el momento cero de la guerra en Ucrania”: la masacre de la plaza de Maidán. La masacre desencadenó inmediatamente la caída del gobierno democráticamente electo de Víktor Yanukóvich y la llegada al poder de sectores nacionalistas ucranianos y rusófobos, la anexión de la península de Crimea a Rusia, y el inicio de la guerra civil en el Donbás. Todos estos eventos aceleraron el conflicto entre Estados Unidos y Rusia con Ucrania de por medio, que finalmente resultó en la invasión a esta última en febrero de 2022.
Los medios de comunicación occidentales se apuraron a culpar al gobierno de Yanukóvich de las bajas en la plaza de Maidán, y eso se convirtió en la narrativa dominante que rápidamente justificó su deposición. Sin embargo, buzos, desde su primer número sobre el tema, en reportajes y artículos de opinión, desmontó esta versión. En su edición del 10 de marzo de 2014 (número 602), se señaló: “Simple y llanamente ocurrió un golpe de Estado, apoyado y legitimado por una formidable cobertura mundial de prensa, y ejecutado mediante manifestaciones violentas, con grupos armados que construían barricadas en el centro de Kiev, violando toda legalidad”. Esta afirmación, que en su momento pareció controvertida, ha sido respaldada por evidencias que surgieron con el tiempo.
Una semana después, en la edición del 17 de marzo (número 603), buzos profundizó en la manipulación mediática y política detrás de los hechos. Citando una conversación entre funcionarios europeos, reveló: “Cada vez es más fuerte la apreciación de que detrás de los francotiradores no está Yanukóvich, sino alguien de la nueva coalición”. Esta revelación, ignorada por los grandes medios, expuso la complicidad de actores externos en la desestabilización de Ucrania. Finalmente, en su edición del 24 de marzo (número 604), concluyó: “Al imperialismo occidental no le importó valerse de grupos fascistas para destituir al presidente ucraniano Víktor Yanukóvich ni recurrir a comandos paramilitares que asesinaron a ciudadanos en aras de su principal objetivo: desestabilizar una región que pertenece a la esfera de influencia rusa”.
Tomé como ejemplo los tres números consecutivos inmediatamente posteriores a la masacre de Maidán, la deposición de Yanukóvich y la anexión de Crimea. Pero la cobertura nunca se detuvo y nos dio una perspectiva muy clara sobre la guerra civil en el Donbás y los poderosos intereses en juego. Esto significa que al lector de buzos, el agudizamiento del conflicto militar en febrero de 2022 no lo tomó desprevenido, y lo mismo se puede decir de otros acontecimientos trascendentales pasados y por venir. Por eso, sostengo que buzos es un gran ejemplo moderno de periodismo independiente, crítico y militante, y felicito calurosamente a todo su equipo de trabajo en este nuevo aniversario.
El Tratado para la Reducción de Armas Estratégicas (START) representa un campo de batalla verbal, en el que Estados Unidos (EE. UU.) quiere imponer la idea de que la Federación de Rusia es un rival agresivo cuando, en los hechos el actor beligerante en este último periodo ha sido Washington.
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Escrito por Jesús Lara
Licenciado en Economía por El Colegio de México. Doctorante en Economía en la Universidad de Massachusetts Amherst de EE.UU.