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La población local las denomina Cuarenta Casas, Casas del Acantilado y Cuevas de Águila, su origen histórico data del Siglo XII y sus vestigios arqueológicos las emparentan con la cultura prehispánica de Paquimé.
Localizadas en el centro del Ejido Hernández del Valle de Jovales, en el municipio de Casas Grandes, Chihuahua; y lo poco que queda de la creatividad cultural de sus habitantes originales son algunas chozas de adobe con techos, puertas y ventanas; cerámica de barro, piedras labradas, graneros y una pintura rupestre de probable confección reciente.
El sitio arqueológico, actualmente bajo resguardo del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), está integrado por cinco grandes cuevas, en cuatro de las cuales se hallan las edificaciones de adobe, entierros, restos de alfarería, herramientas y armas de piedra; y en la galería más grande el ya citado mural rupestre.
El Valle de Jovales es en sí mismo una maravilla natural porque lo cruzan el río que le da nombre y el arroyo de la Hierbabuena, y porque lo rodean las montañas rocosas y arboladas de la Sierra de Chihuahua, en cuya zona media se sitúan las cuevas de uso habitacional prehispánico.
A sólo 11 kilómetros del valle se localiza el pueblo de Jovales, a cuya entrada se yergue un hermoso arco de piedra que flanquea la primera de las cinco Cuevas de Águila.
El término Jovales derivó de la adaptación sonora que la población local hizo del nombre Hop Valley (Valle del Lúpulo) que le aplicó un grupo de mormones estadounidenses asentado en esa región de Casas Grandes en el Siglo XIX.
En la primera cavidad, sobre un paredón de roca, se encuentra pintada una figura humana cuya mano derecha blande lo que parece una antorcha o una espada de vidrio volcánico, imagen un tanto difusa porque algún vándalo intentó dañarla.
En 2016, don Andrés Martínez Escalante, quien cuida las cuevas, ya que están en un predio de su propiedad, reveló a este reportero que le resulta imposible evitar este tipo de afectaciones porque “la gente del pueblo viene de visita, sobre todo en Semana Santa, y a veces traen amigos y parientes de fuera.
“Y la gente no tiene cultura ni costumbre de conservar estas riquezas. Pero es pura inconsciencia... ¡nomás fíjese todo lo que han logrado en Madera con las Cuarenta Casas, que es uno de los atractivos turísticos principales de ese municipio!”, lamentó.
Don Andrés denunció que no ha venido nadie del gobierno estatal a visitar las cuevas, ni mucho menos a hacerse cargo de ellas. Únicamente los lugareños conocen la existencia de esta maravilla histórica y del daño mayúsculo que los turistas les han infligido.
En la primera de las cuevas, llamada Cueva del Garabato, manos destructoras arrancaron a punta de pico la parte derecha del glifo pintado con tintes blancos. “Mire usted, lo que queda del ‘mono’ es la cabeza y el brazo hacia arriba... mire cómo tiene en la mano una antorcha o una mecha de lumbre”.
El infame saqueo en las moctezumas
A un lado de la Cueva del Garabato se alza el gran arco de piedra que, según los nativos, tiene 30 metros de largo, en cuya vertiente se encuentra el cantil y un camino que conduce a las demás cuevas.
En la segunda cueva hay restos de chozas de tierra con ventanas y puertas en forma de “T”, característica de la cultura de Paquimé. En ella, don Andrés ha notado la falta de una gran olla o tinaja que medía más de medio metro de alto, casi uno de diámetro y que estaba semienterrada.
Informó que los visitantes la rompieron para llevársela en pedacitos. “Es que la mayoría de estos buscan oro y joyas; pero lo que no saben es que todo esto, aunque no tiene oro, es una joya”, exclamó indignado.
En las cuevas tercera y cuarta hay paredes y casitas completas sin techo, pero la mayoría está en ruinas. Los principales daños, según el cuidador, se hicieron en la década de los 60 y 70, cuando hubo el mayor número de “escarbaderos”…
“Aquí ya no hay ollas, ni platos; y si se localizan numerosas piezas de piedra labrada es porque a la gente no les llaman el mínimo de atención, puesto que su codicia se halla en lo que consideran más valioso”, comentó.
Los lugareños en general desean mayor intervención, con recursos y con estudios completos del área, del INAH para frenar el saqueo y la destrucción.
“Para que no pase lo que ya pasó abajo en el valle, donde cada 500 metros había una moctezuma y ya no queda ni una sola, porque les pagaban a 15 y 16 pesos por cada ollita, y a 18 pesos las de colores”, denunció.
A don Andrés Martínez le ha tocado pelear en defensa del patrimonio cultural de su pueblo, incluso mediante el uso de la violencia física: “a punta de plomazos de aquí he corrido a los saqueadores que se agarraron escarbando por todo el río.
“Debo contarle que en mi ranchito había una moctezuma, y yo vi que esas gentes ya traían una caja llena de ollitas, y los corrí, pero ya no queda nada”.
Una moctezuma es, para la gente de la región, un sitio arqueológico abundante de objetos y donde los saqueadores practican las excavaciones para encontrar las piezas arqueológicas que se llevan para venderlas o coleccionarlas.
Las Casas del Acantilado
La denominación Casas del Acantilado fue acuñada en Madera por los arqueólogos a inicios del Siglo XX para referirse a las viviendas de los nativos americanos que habitaron en cuevas o abrigos de roca ubicadas en barrancas altas.
Este tipo de vivienda fue propio de Norteamérica, sobre todo en los cañones del suroeste, en los estados de Arizona, Nuevo México, Utah y Colorado, que hoy forman parte de Estados Unidos; en Chihuahua y la Sierra Madre Occidental de México.
Algunos de los pueblos de Chihuahua vivieron bajo la influencia de la cultura de Paquimé, que hoy pertenece al municipio de Casas Grandes, al noroeste de la entidad. Esta cultura prevaleció en el año 1,200 de nuestra era.
El arqueólogo Eduardo Gamboa Carrera, investigador del Centro INAH Chihuahua y responsable de los proyectos en el sitio más representativo de Las Cuarenta Casas, informó:
“Hasta hoy hemos realizado reconocimientos arqueológicos en la mayor parte de la Subprovincia de las Sierras y Cañadas del Norte –situadas al noroeste del estado de Chihuahua– abarcando en su mayoría la región del municipio de Madera”.
Este municipio, vecino de Casas Grandes y el Jovales, así como en El Caracol a las márgenes del río Piedras Verdes –donde se encuentra la monumental Cueva de la Olla– es el sitio más intervenido por el INAH y de cuyas investigaciones derivó la denominación Cuarenta Casas.
Para acceder al sitio arqueológico hay escalinatas modernas, vigilancia, guardias, caseta, oficinas y atención para el público visitante. Esto desean los pobladores y los cuidadores del sitio de Jovales, además de excavaciones en otros sitios recién descubiertos.
En este caso se hallan el Águila y la Cueva del Mirador, ambos en las inmediaciones del río Huápoca. Esta zona serrana fue habitada por grupos de cazadores-recolectores, fabricantes de canastas (basket-makers) y agricultores de la cultura Casas Grandes.
Los arqueólogos acuñaron el término en inglés cliff-dwellers para destacar la preferencia de sus habitantes por construir chozas dentro de cuevas ubicadas en los acantilados y resaltar el proceso de transición del uso de cuevas al de la construcción de habitaciones a campo abierto.
Estas edificaciones fueron construidas, además, como talleres y como miradores de uso táctico de protección militar contra ataques enemigos y prácticas de cacería, debido a su alta ubicación. El sitio de las Cuarenta Casas fue declarado Zona de Monumentos Arqueológicos en enero de 2002.
Subárea de la cultura Paquimé
En los últimos 20 años se han localizado más de 180 emporios de la cultura Paquimé, cuyo primer asentamiento se sitúa alrededor del año 1,200 sobre la región suroeste de Casas Grandes. Su estructura se caracteriza por el emplazamiento de pequeños cuartos construidos con muros vaciados con tierra batida, techos de viguería y terrado.
En algunos casos, estos asentamientos contienen hasta 40 habitaciones, plazas centrales, graneros, etc., formando lo que los frailes españoles del Siglo XVIII llamaron “rancherías”. Los grupos humanos que las habitaron, conforman una subárea de la cultura Casas Grandes, porque sus puertas tenían forma de “T”, rasgo característico de la arquitectura Paquimé.
¿Cómo llegar al Valle Jovales?
Desde Chihuahua-capital se debe tomar la carretera estatal número 16 hacia el noroeste y la ciudad de Cuauhtémoc y Madera, a unos 300 km. En Madera, siga por la carretera pavimentada que conduce rumbo al norte de La Mesa del Huracán.
Aproximadamente a 40 km a mano izquierda, se encuentra la puerta del camino a Las Cuarenta Casas, que cuenta con la señalización adecuada para acceder al Valle de Jovales, las Casas del Acantilado y las Cuevas del Águila.
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Escrito por Froilán Meza
Colaborador