Reportaje
En Puebla, olvido gubernamental a damnificados de las inundaciones
“¡Ayúdennos, no nos dejen!” es la súplica generalizada en comunidades poblanas, que no solamente son víctimas de la naturaleza, sino además de la negligencia de las autoridades locales.
“¡Ayúdennos, no nos dejen!” es la súplica generalizada en comunidades poblanas, que no solamente son víctimas de la naturaleza, sino además de la negligencia de las autoridades locales a las que el Servicio Meteorológico Nacional informó sobre las llegadas de las lluvias torrenciales y nada hicieron para evitar el trágico desastre contra algunas poblaciones de la entidad.
Cientos de familiasde la Sierra Norte de Puebla, que hace cinco semanas perdieron sus casas, enseres domésticos y cosechas por el azote de las tormentas tropicales Jerry y Raymond, continúan en el abandono total de las autoridades municipales, estatales y federales. Su situación es similar a la de los damnificados en los municipios de Veracruz, Hidalgo y San Luis Potosí, que también padecieron el paso de las lluvias huracanadas y hoy se encuentran en la miseria extrema, frente a la que sólo cuentan con el apoyo solidario de sus vecinos para comer y cubrirse de la intemperie.
A más de un mes de la tragedia iniciada el 10 y 11 de octubre, los damnificados siguen en espera de la ayuda prometida por los gobiernos; los más afectados son los que viven en las comunidades más altas y lejanas de la Sierra Norte.
“El agua me llegaba hasta acá (señala su cuello). Empecé a llorar y a gritar; no podía salir y el lodo me agarraba los pies…. Si no salíamos, nos íbamos a morir ahogadas mi hija, mi nietecita y yo”, lamenta una de las sobrevivientes, quien tuvo que abandonar su hogar, como lo hicieron todos sus vecinos.
La señora Carmela Mazín, quien padece cáncer, vio cómo el agua arrasó los cultivos de café de los que vivía. Y hoy, solitaria e inerme, igual que sus compañeros de comunidad, exclama: “Aquí no ha ayudado en nada el gobierno”.

Lo que perdió la gente
El gobierno estatal de Puebla reconoce 22 muertos, dos desaparecidos, 16 mil viviendas dañadas y 30 mil personas con alguna afectación. La semana pasada, Ariadna Montiel Reyes, titular de la Secretaría Bienestar del Gobierno Federal, informó que se concluyó el censo de damnificados y que daños semejantes se produjeron en 33 municipios del estado.
La incomunicación fue otro de los graves menoscabos. Ayohuixcuautla, comunidad de alrededor de 600 habitantes localizada a 50 kilómetros de Huauchinango, se quedó aislada al menos 10 días porque unos tramos del asfalto fueron borrados por el agua y el lodo; en la carretera se abrió un socavón que la dejó a punto del desplome en cualquier momento.
No hubo pérdidas humanas ni de animales, pero el agua se llevó el sustento con el que la mayoría de las familias viven en esta comunidad: sus plantíos de ornato como la chima y la Tulia, así como el clavo, el pino, el café y el maíz.
Norberta Ojeda Mazín perdió 300 rollos de chima que regularmente vende en 60 pesos y reportó a este medio que esa planta necesita unos tres años para “revivir”. Su venta fuerte proviene de las fiestas de Todos Santos y Navidad, pero ahora no tiene nada para comerciar. Y reveló que para el cultivo de esta planta “aquí no llega el apoyo. De nosotros mismos sale el abono, limpiamos, chapeamos. Aquí tenemos el patrimonio de nosotros, los campesinos”.
Sin embargo, frente al desastre total que ahora padece la comunidad entera, Ojeda Mazín informó a buzos mientras señalaba los derrumbes que obstruyen la carretera y los senderos serranos: “pedimos un apoyo para volver a empezar”.
Esta población, como todas las de la Sierra Norte, vive del campo; y sus ganancias se reparten en la compra de alimentos y otras mercancías de consumo doméstico. De acuerdo con información del Instituto Nacional de Estadística y Geografía, el costo de la canasta básica corresponde a mil 850 pesos mensuales por persona.
La familia de doña Norberta está integrada por cuatro miembros, dos en edad escolar, cuyo gasto aproximado en uniformes, calzado, útiles y cuotas escolares por cada uno equivale a 10 mil 916 pesos, de acuerdo con un informe difundido en agosto de 2025 por la Alianza Nacional de Pequeños Comerciantes (Anpec).
De la reducida ganancia de la venta de plantas, Doña Norberta reinvertía en el follaje de chima y unas matas de café e higo.
Como ella, Carmela Mazín Cruz perdió sus cultivos de maíz y café. “Ya llevaba mucho invertido; los abonos son caros y le echamos unos cinco bultos a cinco cuartillas que teníamos de café y tres al maíz”, explica. Un bulto de fertilizante de 50 kilogramos cuesta entre mil y mil 300 pesos.
Doña Carmela recibía abono como apoyo del gobierno; pero hace dos años le detectaron cáncer y no pudo acudir a la entrega. Los burócratas locales no aceptaron ninguna de sus súplicas ni pruebas que presentó para demostrar que su enfermedad le impidió recoger personalmente la ayuda.
En su mañanera del pasado 20 de octubre, la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo anunció que el Gobierno Federal destinaría un monto inicial de 10 mil millones de pesos (mdp) para apoyar a los damnificados por las lluvias; y que los campesinos recibirían entre 50 mil y 100 mil pesos, según las pérdidas de sus cosechas.
Pero ambas promesas “han quedado colgadas en el aire”, porque hasta ahora no se ha explicado quiénes, cuándo y cómo evaluarán los daños, además de que no han pasado a censar a los damnificados a las comunidades más alejadas.
Otra afectación importante en Ayohuixcuautla derivó de la ruptura del tubo de agua potable. Los pobladores se cooperan para repararlo, pero ahora requieren reforzarlo totalmente para evitar que se rompa nuevamente por los deslaves.
La gente se provee de agua de manantiales cercanos, que acarrea en botellas y cubetas. “Los que tienen animales se ayudan con ellos; pero los que no, acarreamos de a poco, con los niños y unas tres o cuatro veces al día”, destacó Sixto Ojeda Mazín, quien explicó que las fuentes se hallan en partes altas y los caminos son peligrosos porque los lodazales hacen que el terreno sea muy resbaloso.
Los vecinos están preocupados porque los caminos de acceso a Ayohuixcuautla no están totalmente limpios y la carretera, aunque ya está abierta, tiene varios tramos rotos o quebrados. “Sí se puede pasar, pero es peligroso; si llega otra lluvia fuerte, el lodo se baja y vuelve a quedar igual”, agregó Sixto.

Apoyos insuficientes
En la comunidad de Coronel Tito Hernández, ribereña del río San Marcos, conocida también como María Andrea, perteneciente al municipio Venustiano Carranza y cercana a Poza Rica, Veracruz, el agua que bajó de la sierra alcanzó casi los dos metros de altura.
De la calle Plutarco Elías Calles, donde había unas 20 casitas construidas de block y carrizo con techos de lámina, hoy únicamente quedan las que aguantaron la corriente de agua, que además arrastró y dispersó ropa, muebles y electrodomésticos por todos lados.
Los vecinos intentaron recuperar algo de su patrimonio, pero sólo hallaron lodo. El 23 de octubre se presentó la Guardia Nacional con maquinaria; no obstante, los integrantes del comando venían cansados porque habían trabajado en los lugares donde se apersonó el gobernador del estado de Puebla, el morenista Alejandro Armenta Mier.
Ese mismo día, ¡qué casualidad!, la también morenista Presidenta de México visitó en Puebla la región dañada y su compañero de partido recorrió Venustiano Carranza; y como su agenda se lo permitió, estuvo en María Andrea.
El desastre aún se observa a pesar de que la gente de comunidades vecinas y brigadas de jóvenes afiliados a la Federación Nacional de Estudiantes Revolucionarios Rafael Ramírez (FNERRR) y al Movimiento Antorchista Nacional organizaron faenas para limpiar las calles del lodo y los escombros.
Los estudiantes y los lugareños solidarios lograron rescatar algunas pertenencias de la gente y dejaron limpios varios cuartos; pero de éstos, aún se desprende cierto hedor; los pobladores han echado cal sobre tales sitios, pero la contaminación ha enfermado ya a varias personas.
No llovía, pero el agua empezó a salir de todos lados e inundar su casa; y Maribel Guzmán López ayudó a salir a su esposo, quien no tiene una pierna, hasta ponerlo a salvo en un terreno alto y donde pudiera desplazarse sin una de sus muletas; luego regresó por sus documentos personales, entre ellos, el que los acredita como dueños de su hogar.
Maribel contó a buzos que tuvo que sacar a su marido de la casa para evitar que fuera a ahogarse con la inundación.
La casa quedó inhabitable. Ahora viven en un albergue edificado por el ejido, pero van a su casita para limpiar y buscar los restos de su patrimonio familiar entre el lodo.
Con el censo concluido, el Gobierno Federal activará la primera fase del Plan Integral de Apoyo a Familias Afectadas, que incluirá un pago inicial de 20 mil pesos por vivienda y un segundo apoyo destinado a la reconstrucción, cuyo monto dependerá del daño: 70 mil pesos para pérdida total, 40 mil para daños mayores y 25 mil para afectaciones parciales.
La señora Guzmán es ama de casa; y por su discapacidad física, el marido realiza cualquier trabajo que le ofrezcan; pero su principal fuente de ingresos consiste en pedir dinero en la calle, cuyo monto por lo regular cubre sus necesidades cotidianas, incluso les permite ahorrar.
Es por ello y por la dramática situación en que se encuentran, que cuestiona: “¿para qué te alcanza esa cantidad cuando has invertido más de 20 años construyendo tu patrimonio? Una estufa barata la encontramos en dos mil pesos, un refrigerador en 15 mil, una cama en mil y el colchón en mil y hasta dos mil pesos. Y así le podemos ir sumando la ropa, el material para construir lo básico, la puerta y las ventanas”.

Pobreza y abandono
Leticia Hernández se encuentra sentada sobre el borde de un piso en la casa de al lado; mira con tristeza y cuenta que tiene 20 años viviendo allí; empezó con una cuarta parte de lo que había construido hasta antes del desastre natural. “Se siente feo porque con sacrificios hemos comprado nuestras cositas. De hecho, todos, mis tres hijos, hemos trabajado mucho para tener una casa bonita; pero, pues estamos vivos”.
Es madre soltera y con la venta de comida y trabajos extenuantes, desde que amanece hasta que anochece, logró dar un patrimonio a sus hijos. Con las lluvias torrenciales también lo perdió todo: camas, ropa, enseres de cocina, sala; y las tuberías de agua potable, indispensable para sus labores domésticas y comerciales.
Ya fue censada, pero está en espera de los apoyos. Al preguntarle sobre cuánto tiempo y dinero se requerirá para reponer parte de sus bienes, su mirada dolida reclama: “¡Uy, no hija, ahora ya todo subió! ¡Para volver a tener lo que teníamos! ¡Si hubieras visto mi casita! Me fui a alcanzar a mi hijo a trabajar al campo, allá, del otro lado… no creo que tengamos lo necesario”.
Ella agradece a los que la han ayudado con abrigo y despensa, y a sacar el lodo de su casa; aclaró también que esperará el apoyo; pero está segura de que cuando éste llegue, la hallarán trabajando porque –lo reconoció para sí– “hay vida, y seguiré adelante”.
El gobernador de Puebla no llegó; se sabe que estuvo en La Uno, con el presidente municipal, Marco Valencia, que hubo acuerdos y la promesa de que la ayuda va. Y hubo gente esperando en el puente que se llevó el río y que conecta con una comunidad llamada El Paso.
Allí, la gente esperaba auxilio del gobernador poblano, aunque su localidad pertenece a Veracruz; porque de la gobernadora Rocío Nahle –¡también morenista!– no sabe nada y los abandonó a su suerte. De ese lado se escuchan gritos como éste: “¡Ayúdennos, no nos dejen!”.
Un maestro explica que, hace unos días, los muchachos de la FNERRR pasaron algunos suministros con una especie de tirolesa; porque, sin puente, toda ayuda resulta insuficiente; ésta consiste en bolsas de despensa con fruta, ropa, agua, medicamentos y muchas cosas recolectadas en la Sierra.
Pocas personas solidarias se atreven a ir a las comunidades más alejadas; ni el gobierno llegó. En Huauchinango se concentró la ayuda que llegaba de fuera porque allí convergen las autopistas que van a la Ciudad de México y Puebla; pero se quedaron en esa ciudad.
En una reunión gubernamental se acordó que harán un puente provisional para conectar a Coyutla, Veracruz, y que ya habrían llegado los primeros tubos de concreto que serán utilizados para la construcción; pero nadie ha visto nada del proyecto hasta ahora.
Y en cuanto a las escuelas, la Secretaría de Educación Pública informó, el pasado 15 de octubre, que al menos 176 escuelas habían sido afectadas; y que, en breve plazo, se recuperará la infraestructura escolar perdida.
En el ejido de Carrizal Viejo, municipio de Pantepec, buzos constató que el agua y el lodo cubrieron el preescolar María Enriqueta y la primaria Venustiano Carranza. Los sobrevivientes exigen no ser abandonados, pues ahí también perdieron todo: casas, animales, cosechas y escuelas.
“Siempre le digo a mi niño que saque la escuela, que tenga su papel, para que no viva con el lomo quemado como nosotros. Pero, ¿y ahora que ya no hay escuela?”, pregunta una de las señoras que acompaña a las reporteras de este semanario.
Lo más preocupante es el futuro próximo, porque en un albergue improvisado de Carrizal Viejo bajo control de la Guardia Nacional dan a la gente un platito de comida, cuya menudencia provoca la pregunta: ¿cuánto tiempo más el gobierno de Morena dará de comer a la gente?
La pérdida de sus cosechas, animales, de sus caminos, de sus empleos y la lentitud del gobierno pone nerviosos a los damnificados porque saben que ese albergue pronto se irá y ellos deberán resolver qué comerán mañana. 
Escrito por Itzel Ramón
Periodista.