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Nació el tres de febrero de 1887 en Cracovia, Imperio austrohúngaro –actualmente Polonia–; fue un poeta austriaco en lengua alemana; uno de los iniciadores de las vanguardias y el expresionismo literario. En su infancia desarrolló interés por la música y la literatura junto a su hermana Greta, con quien tuvo una relación incestuosa que marcó su vida. Tras cursar el Gymnasium (los estudios medios) en el Salzburg Staatsgymnasium en 1904, no pudo superar el examen final; en ese mismo año inició decididamente su actividad poética.
En 1905 comenzó a trabajar en una farmacia llamada “El ángel blanco”, donde tuvo acceso a diversas sustancias psicotrópicas que facilitaron el desarrollo de su adicción a las drogas. Inició una vida bohemia al formar parte del círculo poético Apollo; en esa época redactó también artículos para el diario local Salzburger Volkszeitung. Dos años después concluyó sus estudios del Gymnasium y se inscribió en la Universidad de Viena, donde cursó la carrera de Farmacia obteniendo, en 1910, el diploma de Magister Farmaciae.
Su obra literaria abarcó dos vertientes: el teatro y la poesía. Las piezas dramáticas Totentag y FataMorgana se perdieron y actualmente sólo se conservan algunos fragmentos de una pequeña representación para títeres llamada Blaubart. Su obra poética es muy breve: Poemas (1913) y Sebastián en sueños (1915), publicado póstumamente. Colaboró con la revista literaria Der Brenner de 1912 a 1914. En 1914 fue reclutado para luchar en la Primera Guerra Mundial como oficial médico, participó en la batalla de Grodek, lo que le produjo una crisis nerviosa que le condujo al hospital psiquiátrico de Cracovia. Se suicidó con una sobredosis de cocaína el tres de noviembre de 1914 en Cracovia, Polonia.
Humanidad dispuesta ante bocas de fuego,
torbellino de tambores, sombrías frentes de guerreros.
Pasos en la niebla de sangre; toque del acero negro,
desesperación, noche en los dolientes cerebros:
la sombra de Eva, la cacería, el rojo dinero.
La luz se abre paso entre las nubes, la cena.
el pan y el vino guardan un gentil silencio,
y ahí los doce, una cifra, reunidos quedan.
De noche, bajo los olivos, gritan entre sueños.
Hasta la herida, Santo Tomás la mano lleva.
Bajo una tienda de estrellas, un solitario
atraviesa el silencio de la medianoche.
Un niño despierta, trastornado por sus sueños,
su rostro gris se desmorona ante la Luna.
Con el cabello suelto, la desquiciada
llora ante las rejas de la ventana.
En la laguna van flotando
los amantes en dulce paseo.
El asesino ríe pálido por el vino,
el honor a la muerte consume a los afligidos.
Desnuda y herida, una monja reza
ante la agonía del Salvador en la cruz.
Una madre canta entre sueños suavemente.
Satisfecho, el niño contempla la noche
con sinceridad en los ojos.
Las risas tintinean en el prostíbulo.
A la luz de una vela, abajo, en el respiradero,
el muerto pinta con blanca mano
un silencio malicioso en la pared.
El durmiente sigue murmurando.
Me vi andando por habitaciones desiertas.
Las estrellas bailaban, locas, sobre el fondo azul,
los perros ladraban fuertemente por los campos,
y un viento salvaje gritaba entre los árboles.
Y de pronto: silencio. La tenue llama de la fiebre
hace surgir flores venenosas de mi boca
y cae el rocío, pálido y chispeante, desde las ramas
como desde una llaga, gotea y gotea cual sangre.
Por el engañoso vacío de un espejo
surge desde el horror y la oscuridad
un rostro, lenta e indistintamente: ¡Caín!
La cortina de terciopelo roza apaciblemente.
La Luna brilla sobre el vacío a través de la ventana.
Heme aquí, a solas con mi asesino.
Hombres y mujeres, tristes compañeros,
esparcen hoy flores rojas y azules
sobre tumbas tenuemente iluminadas.
Van como pobres marionetas antes de morir.
Y cómo se ven llenos de miedo y humildad,
cual sombras, de pie tras negros arbustos.
Los lamentos del nonato penan en el viento otoñal,
y las luces van a la deriva, confundidas.
Las quejas de los amantes respiran entre las ramas
donde los cuerpos de una madre y su hijo se descomponen.
La danza de los vivos parece irreal
y extrañamente dispersa en el viento vespertino.
Su vida es tan atribulada, llena de plagas desoladoras.
Dios tenga piedad del infierno femenino y su tormento
y esos lamentos de muerte sin esperanza alguna.
Los solitarios vagan en silencio en el gran salón de las estrellas.
Por la tarde, cuando caminamos por sendas oscuras,
aparecen ante nosotros nuestras pálidas formas.
Cuando tenemos sed,
bebemos las blancas aguas del estanque,
la dulzura de nuestra triste infancia.
Extintos, descansamos bajo la espesura del saúco,
observando el color gris de las gaviotas.
Nubes primaverales se alzan sobre la oscura ciudad
que silencia un monje de viejos tiempos.
Cuando tomé tus delgadas manos,
abriste ligeramente los ojos redondos.
Cuánto ha de todo esto.
Y sin embargo, cuando una oscura armonía aflige al alma,
apareces tú, blanca, en el paisaje otoñal del amigo.
Sueño y muerte, las águilas oscuras
zumbaban toda la noche en torno a esta cabeza;
la helada ola de la eternidad
podría abarcar la dorada imagen del hombre.
Su cuerpo púrpura
yace hecho añicos entre espantosos arrecifes,
y una oscura voz se lamenta, se lamenta
sobre el mar.
Hermana de penas tormentosas,
mira ese temible barco que se hunde
bajo las estrellas,
el rostro silencioso de la noche.
¡Malditos sean, oscuros venenos,
sueño blanco!
Este jardín, tan especial,
de árboles crepusculares,
lleno de serpientes, insectos,
arañas, murciélagos.
¡Extraño! Tu sombra olvidada
en la puesta del Sol,
un corsario oscuro
en el mar salado de la pena.
Revoloteantes aves blancas, al borde
de la noche, sobre ciudades en ruinas
de acero.
Es autor de trece libros de poesía, incluyendo Moy Sand and Gravel (2002), por el cual ganó el Premio Pulitzer 2003.
Ha ganado galardones para su poesía en La India, EE. UU., Canadá, Grecia, China y Rusia, además del Premio de la Unión Mongol de Escritores.
Nació en Teherán, Irán, en 1980, donde vive y trabaja actualmente como redactor jefe de poesía en Cheshmeh Publishing House.
En La suave Patria, López Velarde canta la intimidad del país para contemplarla bajo la luz implacable de la melancolía.
La poesía, como otros quehaceres, fue un espacio vedado por siglos a las mujeres; sin embargo, en la historia de la literatura universal abundan los ejemplos de autoras rebeldes.
Considerado el más famoso poema de Abelardo "Lalo" Delgado, este poema denuncia el desperdicio de talento de tantos migrantes, debido a que están condenados a la degradación y la violencia en una sociedad que los oprime.
La obra del veracruzano Manuel Maples Arce ha conservado, con la eficacia de una instantánea de mediados del Siglo XX, la vida del México posrevolucionario.
Fue una escritora, poetisa, cantante y activista por los derechos civiles estadounidenses.
Pese a su extensa producción, fue un autor que tuvo escasa visibilidad en vida.
Poetisa, traductora (habla siete idiomas) y periodista, nació el seis de diciembre de 1970 en Beirut.
Arístides Enrique José Roque Gandolfi Herrero es el nombre real de este escritor y revolucionario argentino; Álvaro Yunque es su nombre de batalla en las lides poéticas, desde donde combate “por la liberación económica del proletariado”.
Su obra no no tiene hoy la difusión que merece; sobre ella se cierne esa conjura del silencio que siempre ha intentado acallar a quienes contradicen el ideario y la tradición dominantes.
Una obra “cabal y desbordante, de inefable amor al terruño… este libro abarca no sólo las facetas histórica, legendaria y romántica de Yucatán, sino también el original ambiente propio de esta tierra, cálida y cordial, lo que le es inmutable”.
A los 13 años, el poeta cubano Regino Pedroso (1896-1983), abandonó los estudios para trabajar en una fábrica de acero, en un taller ferroviario y como jornalero en la zafra.
Su poesía, heredera del modernismo, que viera la luz en su patria con el gran Rubén Darío.
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Escrito por Redacción