En su diálogo Fedro, Platón nos invita a preguntarnos qué significa realmente la buena escritura y cómo un discurso puede llevarnos a descubrir la verdad.
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La naturaleza es uno de esos conceptos que pueden dar lugar a diferentes interpretaciones según el punto de vista desde el que se estudie. Por ejemplo, el enfoque de la naturaleza (physis) en los primeros años de la filosofía, con Tales, Anaxágoras o Anaxímenes, es muy diferente del que se tiene en un laboratorio de biología del Siglo XXI. En cierto sentido, Aristóteles es un nexo entre estos distintos momentos de la historia del concepto de naturaleza, pues en sus textos se encuentra una conceptualización sistemática de la naturaleza que no se halla tan claramente en los pensadores previos, en parte por la falta de observación sistemática que sí se encuentra en Aristóteles.
Aristóteles afirma que “de las cosas que existen, algunas existen por naturaleza, otras por otras causas”. La diferencia entre existir por naturaleza y por otras causas se muestra negativamente y es coherente con la teoría de las causas y con los principios desarrollados por Aristóteles en la Metafísica. Algo existe por naturaleza cuando contiene en sí mismo sus principios de movimiento y reposo, y puede pasar de una posibilidad (potencia) a ser efectivamente (acto) debido a condiciones internas. Lo que es por otras causas se considera que tiene su fuente de cambio en causas externas, en virtud de un “atributo concomitante”, como dice Aristóteles. Este último grupo de cosas son las que resultan de una acción previa, que no tiene su fuente en la cosa misma, ya que ésta es el resultado, no la causa. Aristóteles reconoce que incluso las cosas que son por otras causas están compuestas de elementos que son por naturaleza, por lo que pueden cambiar según las causas internas del material del que están hechas. Por ejemplo, una mesa es el resultado de una acción que no se origina en la mesa; su forma física, sus características y sus posibilidades están determinadas por quien la hizo y por los materiales con que está hecha, pero no por la mesa misma. En cambio, un animal mueve su cuerpo y cambia su entorno según sus propias necesidades: come porque tiene hambre, duerme porque se cansa, etcétera.
La naturaleza es, por lo tanto, aquello que contiene en sí mismo las causas de su movimiento y reposo. Los cuerpos naturales pueden actuar sobre lo que los rodea y producir resultados diferentes, pero si éstos no cumplen las condiciones anteriores, entonces no son por naturaleza, sino por otras causas, es decir, el resultado de causas externas. La definición de naturaleza de Aristóteles es un principio suficientemente estable, pues es lo bastante amplio como para considerar las transformaciones que se producen en las diferentes formas de la naturaleza en su entorno, así como el origen común de todo lo que existe.
A partir de esta definición, se entiende por qué la propuesta aristotélica marcó un punto de partida duradero para la historia intelectual de Occidente. No sólo ofreció un vocabulario conceptual sólido, sino también una forma de pensar los procesos naturales como dinámicas internas y no como intervenciones caprichosas de agentes externos. La physis aristotélica no es sólo una categoría antigua, sino también la matriz desde la cual fue posible imaginar una ciencia de la naturaleza. Este legado no significa que la definición aristotélica siga vigente sin cuestionamientos, sino que, sin ella, buena parte del pensamiento posterior carecería de un suelo conceptual común. Aunque la concepción actual no sea la de Aristóteles, vale la pena conocer las propuestas de este filósofo para darnos cuenta de que los conceptos y conocimientos que hoy damos por sentados son el resultado de una historia conceptual e intelectual que la humanidad ha construido a lo largo de su historia.
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Escrito por Jenny Acosta
Maestra en Filosofía por la Universidad Autónoma Metropolitana.