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Los mitos antiguos se basan en observaciones bastante atinadas hechas por los pueblos primitivos. Más que obstáculos, han funcionado como herramientas auxiliares en disciplinas científicas como la antropología y la geología histórica. Terremotos, huracanes, tormentas, tsunamis, erupciones volcánicas, etc., desempeñaron un papel determinante en la ideología de los primeros grupos humanos. Los mitos más importantes –los que han trascendido generaciones y culturas– fueron interpretaciones y explicaciones de nuestros ancestros del mundo que los rodeaba.
Uno de los mitos más ampliamente diseminados en el mundo por culturas indígenas antiguas –entre ellos los pueblos de Mesoamérica y los autores de La Biblia– es el de la gran inundación que puso en peligro tanto a las poblaciones humanas como a los animales. Durante las excavaciones en la ciudad bíblica de Ur, en Caldea (hoy Irak), la supuesta patria de Abraham, el fundador del linaje judío, el arqueólogo Leonard Woolley halló evidencias de cultura humana después de cavar más de 2.5 metros de arcilla. Debido al tipo de sedimento, el arqueólogo llegó a la conclusión de que en algún momento, una tremenda inundación había sumergido la tierra sumeria, una de las civilizaciones más tempranas, situada en el sur de la antigua Mesopotamia. La inundación debió haber sido superior a los tres metros de altura.
Estudios geológicos sobre la historia de la Tierra, a partir de su inicio, hace aproximadamente dos millones de años hasta la época actual, indican que sufrió tres grandes inundaciones cuando el Homo sapiens, que había surgido en África, ya poblaba buena parte del planeta. La primera de ellas ocurrió hace aproximadamente 14 mil años; la segunda hace 11 mil 800 y la tercera hace ocho mil años. Esta última fue especialmente catastrófica, porque cambió de forma drástica la vida de muchos habitantes del mundo. La causa de las inundaciones fue un incremento del nivel del mar superior a 120 metros, y se piensa que el tercer evento mantuvo bajo el agua a buena parte de la Tierra durante dos mil 500 años.
Según estas investigaciones, la zona más afectada no fue Mesopotamia, sino el Sureste Asiático, razón por la que los habitantes de esta región se vieron obligados a dispersarse hacia otras partes del mundo, entre ellas al norte con dirección a China y el continente hoy conocido como América; hacia la India y las islas del Pacífico, en el este, incluso en Asia Menor, África y Europa, llevándose consigo sus habilidades (como la agricultura), sus conocimientos empíricos y sus mitos.
En las regiones cercanas al Ártico, principalmente en Norteamérica, los mitos más conocidos son el del “buscador submarino” y el de los “elevadores de tierras”. Eran aves capaces de zambullirse y de ser enviadas al fondo marino (por el creador o creadora de la Tierra o por los primeros habitantes de la región) para traer puñados de tierra del lecho marino. Éstos eran traídos a la superficie terrestre para hacerla cultivable. Este mito corrobora fenómenos estudiados por oceanógrafos y geógrafos y aporta una posible explicación de las experiencias vividas por esos pueblos al final de las inundaciones; es decir, son un testimonio del descenso del nivel en el agua y la reaparición de la Tierra. También pudo ser un testimonio del derretimiento de los glaciares, los cuales eran muy pesados, y mantenían sumida bajo el nivel del mar la superficie terrestre de Norteamérica; conforme se derretían, se hacían más ligeros y permitían que aquélla se elevara. Las poblaciones que vivieron en esa época, pudieron percibir que el litoral se había “movido” y seguramente incorporaron este fenómeno a sus mitos para explicarlo.
Otras figuras mitológicas importantes fueron los gigantes, entre los que destacan los mamuts y otros mamíferos de la megafauna que coexistió al lado de los pueblos primitivos; los volcanes, “gigantescas columnas de piedra” que, al hacer erupción, constituían una impresionante prueba de las poderosas fuerzas existentes en el “inframundo”; los dioses de las tormentas que se convertían en “caballos alados” y los tsunamis que eran “toros marinos”.
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Escrito por Citlali Aguirre Salcedo
Maestra en Ciencias Biológicas por la UNAM. Doctora en Ecología por la Universidad de Umeå, Suecia.