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Roque Dalton
Cultivó el ensayo ideológico y la narrativa experimental. A causa de su militancia política sufrió cárceles y destierros.
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Nació el 14 de mayo de 1935 en El Salvador. Estudió derecho y antropología en las Universidades de El Salvador, Chile y México. Desde muy joven se dedicó al periodismo y a la literatura, mientras obtuvo diversos galardones en certámenes nacionales y centroamericanos. Publicó sus primeros poemas en la revista Hoja (Amigos de la Cultura, San Salvador, 1956) y en Diario Latino de la misma ciudad. Profusamente traducido, ejerció gran influencia en los poetas salvadoreños de las siguientes generaciones, no solo por el nivel de su obra, sino por el carácter trágico-romántico de su vida; su obra es, en general, muy apreciada por la crítica. Cultivó el ensayo ideológico y la narrativa experimental. A causa de su militancia política sufrió cárceles y destierros; exiliado, vivió en Guatemala, México, Checoslovaquia, Corea, Vietnam del Norte, Cuba y otros países. Obras: Mía junto a los pájaros (1958); La Ventana en el rostro (1961); El Mar; El Turno del ofendido (1963); Los Testimonios (1964); Poemas (1967); Taberna y otros lugares (1969); Los Pequeños infiernos (1970); Las Historias prohibidas de Pulgarcito (1979); Poemas Clandestinos (1981); Poesía elegida (1981); En la humedad del secreto (Antología poética, 1994); Pobrecito poeta que era Yo (Novela, 1976). Publicó algunos ensayos como: El Salvador (Monografía), Un libro rojo para Lenin (1963);  El intelectual y la sociedad (1969); ¿Revolución en la revolución? y la crítica de la derecha (1970); Miguel Mármol y los sucesos de 1932 en El Salvador (1972). Falleció el 10 de mayo de 1975. 

 

Los policías y los guardias

Siempre vieron al pueblo

como un montón de espaldas que corrían para allá

como un campo para dejar caer con odio los garrotes.

Siempre vieron al pueblo con el ojo de afinar la puntería

y entre el pueblo y el ojo

la mira de la pistola o la del fusil.

Un día ellos también fueron pueblo

pero con la excusa del hambre y del desempleo

aceptaron un arma

un garrote y un sueldo mensual

para defender a los hambreadores y a los desempleadores.

Siempre vieron al pueblo aguantando

sudando

vociferando

levantando carteles

levantando los puños

y cuando más diciéndoles:

“Chuchos hijos de puta el día les va a llegar”.

(Y cada día que pasaba

ellos creían que habían hecho el gran negocio

al traicionar al pueblo del que nacieron:

“El pueblo es un montón de débiles y pendejos –pensaban qué

bien hicimos al pasarnos del lado de los vivos y de los fuertes”).

Y entonces era de apretar el gatillo

y las balas iban de la orilla de los policías y los guardias

contra la orilla del pueblo

así iban siempre

de allá para acá

y el pueblo caía desangrándose

semana tras semana año tras año

quebrantado de huesos

lloraba por los ojos de las mujeres y los niños

huía espantado

dejaba de ser pueblo para ser tropel en guinda

desaparecía en forma de cada quién que se salvó

para su casa y luego nada más

solo que los Bomberos lavaban la sangre de las calles.

(Los coroneles los acababan de convencer:

“Eso es muchachos –les decían– duro

y a la cabeza con los civiles

fuego con el populacho

ustedes también son pilares uniformados de la Nación

sacerdotes de primera fila

en el culto a la bandera el escudo el himno los próceres

la democracia representativa el partido oficial y el mundo libre

cuyos sacrificios no olvidará la gente decente de este país

aunque por hoy no les podamos subir el sueldo

como desde luego es nuestro deseo”).

Siempre vieron al pueblo

crispado en el cuarto de las torturas

colgado

apaleado

fracturado

tumefacto

asfixiado

violado

pinchado con agujas en los oídos y los ojos

electrificado

ahogado en orines y mierda

escupido

arrastrado

echando espumitas de humo sus últimos restos

en el infierno de la cal viva.

Cuando resultó muerto el décimo Guardia Nacional,

                                           [muerto por el pueblo

y el quinto cuilio bien despeinado por la guerrilla urbana

los cuilios y los Guardias Nacionales comenzaron a pensar

sobre todo porque los coroneles ya cambiaron de tono

y hoy de cada fracaso le echan la culpa

a “los elementos de tropa tan muelas que tenemos”.

El hecho es que los policías y los Guardias

siempre vieron al pueblo de allá para acá

y las balas solo caminaban de allá para acá.

Que lo piensen mucho

que ellos mismos decidan si es demasiado tarde

para buscar la orilla del pueblo

y disparar desde allí

codo a codo junto a nosotros.

Que lo piensen mucho

pero entre tanto

que no se muestren sorprendidos

ni mucho menos pongan cara de ofendidos

hoy que ya algunas balas

comienzan a llegarles desde este lado

donde sigue estando el mismo pueblo de siempre

solo que a estas alturas ya viene de pecho

y trae cada vez más fusiles.

Solo el inicio

Una mi amiga medio poetisa

definía así el lamento

de los intelectuales de la clase media:

“Soy prisionero de la burguesía

no puedo salir de mí mismo”.

Y el maishtro Bertoid Brecht,

comunista, dramaturgo y poeta alemán

(en ese orden) escribió:

“¿Qué es el asalto a un Banco

comparado con el crimen

de la fundación de un Banco?”.

De lo cual yo concluyo

que si para salir de sí mismo

un intelectual de la clase media

asalta un banco,

no habrá hecho hasta entonces

sino ganar cien años de perdón.

Tercer poema de amor

A quienes te digan que nuestro amor es extraordinario

porque ha nacido de circunstancias extraordinarias

diles que precisamente luchamos

para que un amor como el nuestro

(amor entre compañeros de combate)

llegue a ser en El Salvador

el amor más común y corriente,

casi el único.

Alta hora de la noche

Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre

porque se detendrá la muerte y el reposo.

Tu voz, que es la campana de los cinco sentidos,

sería el tenue faro buscado por mi niebla.

Cuando sepas que he muerto di sílabas extrañas.

Pronuncia flor, abeja, lágrima, pan, tormenta.

No dejes que tus labios hallen mis once letras.

Tengo sueño, he amado, he ganado el silencio.

No pronuncies mi nombre cuando sepas que he muerto

desde la oscura tierra vendría por tu voz.

No pronuncies mi nombre, no pronuncies mi nombre,

cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre.

Ya te aviso...

Patria idéntica a vos misma

pasan los años y no rejuvenecés

deberían dar premios de resistencia por ser salvadoreño

Beethoven era sifilítico y sordo

pero ahí está la Novena Sinfonía

en cambio tu ceguera es de fuego y tu mudez de gritería.

Yo volveré yo volveré

no a llevarte la paz sino el ojo de lince

el olfato del podenco

amor mío con himno nacional

voraz

ya te comiste el cadáver de don Francisco Morazán a Honduras

y hoy te querés comer a Honduras

necesitas bofetones

electro-shocks

psicoanálisis

para que despertés a tu verdadera personalidad

vos no sos don Rafael Meza Ayau ni el Coronel Medrano

habrá que meterte en la cama a pan de dinamita y agua

lavativas de coctel Molotov cada quince minutos

y luego nos iremos a la guerra de verdad

todos juntos

para ver sí así como roncas duermes

como decía Pedro Infante

novia encarnizada

mamá que parás el pelo.

Sobre dolores de cabeza

Es bello ser comunista,

aunque cause muchos dolores de cabeza.

Y es que el dolor de cabeza de los comunistas

se supone histórico, es decir

que no cede ante las tabletas analgésicas

sino solo ante la realización del Paraíso en la tierra.

Así es la cosa.

Bajo el capitalismo nos duele la cabeza

y nos arrancan la cabeza.

En la lucha por la Revolución la cabeza es una bomba de retardo.

En la construcción socialista planificamos el dolor de cabeza

lo cual no lo hace escasear, sino todo lo contrario.

El comunismo será, entre otras cosas,

una aspirina del tamaño del sol.

 


Escrito por Redacción


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