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No hay lugar para el optimismo, las amenazas y los problemas siguen
Esa generosa concesión recuerda la que le hizo el cíclope Polifemo a Ulises cuando le dijo que primero se comería a sus compañeros y a él se lo devoraría hasta el final.
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Se informó muy escuetamente al país que la medida de Estados Unidos (EE. UU.) de imponer impuestos a las mercancías que México exporta a la Unión Americana se postergaba un mes, que entraría en vigor hasta el cuatro de marzo. Esa generosa concesión recuerda la que le hizo el cíclope Polifemo a Ulises cuando le dijo que primero se comería a sus compañeros y a él se lo devoraría hasta el final. Además, esa medida se consiguió porque el gobierno de nuestro país aceptó incorporarse a la labor de la U.S. Customs and Border Protection, la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de EE. UU. que se dedica al funcionamiento de las aduanas y a impedir la entrada de personas sin permiso a ese país y, para ello, ya se están enviando 10 mil elementos del Ejército mexicano a nuestra frontera norte.

Las duras amenazas y los graves problemas que se ciernen sobre nuestro país por estos días se agregan a la complicada situación en la que ya se encontraban las familias de los trabajadores; y siempre será mejor ver más allá de la demagogia y hacerle frente a la realidad. Reducir drásticamente la entrada de mercancías del extranjero a EE. UU. mediante su encarecimiento con aranceles no es un capricho de Donald Trump, es una medida urgente de sobrevivencia. En efecto, lo que ya está muy claro es que el neoliberalismo sacó a los capitales del territorio norteamericano y, siempre en busca de la máxima ganancia y pudiendo exportar libremente desde su nueva ubicación, volaron a México (y a otros países) a aprovechar sus bajísimos salarios y sus abundantes recursos naturales. EE. UU. tiene ahora una balanza comercial deficitaria con más de cien países, entre los que destacan, China, México, Alemania, Japón y Vietnam, es decir, les compra más de lo que les vende. Eso debe acabar y no es capricho personal, es fría y calculada medida económica.

Para mayor comprensión, cabe agregar que en EE. UU. hay fuerzas muy poderosas que no están de acuerdo con colocar aranceles a las mercancías que llegan de México y dificultar y disminuir su entrada. “Un balazo en el pie”, es algo de lo que han dicho. Pero se trata de la acción de los beneficiados con las jugosas inversiones en México y las consecuentes exportaciones a EE. UU., es la defensa de sus particulares y cuantiosos intereses. La clase dominante en EE. UU. está dividida, a una parte le conviene invertir en México y exportar a EE. UU., a otra le urge detener con impuestos ese flujo de mercancías; siempre ha estado dividida, sólo que ahora su enfrentamiento es más profundo y mucho más difícil de zanjar, su régimen está en graves problemas.

Ahora bien, queda dicho que la medida de los aranceles es en defensa de los intereses de la clase dominante de EE. UU., por lo menos del poderoso sector que acaba de tomar la presidencia con Donald Trump a la cabeza, pero no debe pasarse por alto que al cerrar o dificultar la entrada y la venta de mercancías producidas en México a EE. UU., se ocasionará aquí el cierre de numerosas empresas en las que se ganan la vida muchos mexicanos; lanzarlos a la calle será un grave problema para ellos, para sus familias y para el país entero. 

Nos estamos acercando a esa situación y sólo se han obtenido treinta días para la ejecución de la sentencia. Treinta días que se otorgaron para que México se haga cargo de empezar a resolver una buena parte del otro grave problema que enfrentan los capitalistas norteamericanos y que consiste en el crecimiento inmenso de la población desocupada que vive en las calles de las principales ciudades, que sobrevive en la indigencia y que es, a no dudarlo, una bomba de tiempo. Por eso las deportaciones. Tampoco por error ni por coraje, sino por elemental medida de sobrevivencia de la metrópoli imperial.

Así de que las deportaciones de mexicanos al país continuarán. Más aún, en el precario acuerdo de un mes para colocar los aranceles, nada se dijo al respecto. Muchos de los mexicanos que un día salieron a ganarse la vida al extranjero, regresarán. Muy seguramente con familia formada, con niños pequeños, sin casa, sin servicio médico, sin escuela y sin trabajo. ¿Qué medidas se han anunciado? Albergues en la frontera, dos mil pesos de ayuda y 35 mil empleos. Con el perdón de los paniaguados del régimen, que cada vez son más pocos, nada para aplaudir. En los albergues, las familias no pueden vivir mucho tiempo, lo saben perfectamente bien los antorchistas de Villahermosa que ahí se refugiaban cada vez que “se iban al agua” porque sus gobernantes no controlaban las gravísimas inundaciones que ocasionaba el río Grijalva; ¿los dos mil pesos? Una burla. ¿Y los 35 mil empleos? No son nada comparados con el tamaño de la necesidad ni se sabe qué competencias se necesitarán para ocuparlos ni dónde habrá que ir a buscarlos.

Pero todavía falta comentar el decreto de considerar a los grupos del crimen organizado en nuestro país como grupos terroristas, lo que implica que los gobernantes estadounidenses se arrogan el derecho a entrar a sangre y fuego a combatirlos. ¿Entrarán? ¿Entrarán respetando los derechos humanos de las familias que viven en las ciudades y los pueblos y que nada tienen que ver con el crimen organizado ni desorganizado? ¿A los animales que cuida la gente y a las parcelas que siembra para ganarse la vida? ¿Cuánto tardará la operación? ¿Se retirarán o se establecerá una “ayuda” permanente como la que se mantiene en Irak 34 años después de la primera Guerra del Golfo? En fin, sobre el tema de considerar terroristas a los grupos del crimen organizado, EE. UU. nada dijo ni nada añadió a la modesta concesión de treinta días para los aranceles, sólo debe decirse que a la ominosa clasificación ya se sumó Justin Trudeau, primer ministro de Canadá y ahora nuestro país está más amenazado que antes.

No debe bajarse la guardia. He tenido la valiosa oportunidad de conversar en los últimos días con jóvenes y adultos de las clases trabajadoras y puedo compartirle a mi amable lector que están muy preocupados, que preguntan, comentan y tratan de aportar soluciones. No hay manera de disminuir la gravedad de las amenazas porque en caso de hacerse realidad, como ya está sucediendo con las deportaciones, habrá más necesidades insatisfechas y más pobreza en nuestro país.

Hay elementos de la “Cuarta Transformación” que dicen que ante las amenazas es urgente la unidad nacional. Estoy completamente de acuerdo siempre y cuando no vaya a ser la unidad del caballo y el jinete. Porque hay muchos de ellos que van a querer aplicar de esa manera la unidad nacional, o sea, que el pueblo acepte y celebre sin discusión la política diseñada por el grupo gobernante. Por ejemplo, la simulación de democracia en la que sólo es candidato el que decide un partido político, la que mantiene vigente y consolida la descarada monopolización de las candidaturas y que señala que cualquiera tiene derecho de formar un partido político, siempre y cuando logre cumplir los requisitos que son el moderno paso de las horcas caudinas que controla la clase dominante para conservar el poder; todo ello sin hablar de las sobrerrepresentaciones y las tómbolas electorales cada vez más frecuentes, cínicas e indignantes.

Ítem más. Querrán, por supuesto, que para que haya verdadera unidad nacional, la clase que produce la riqueza siga careciendo de obras y servicios elementales en los pueblos y colonias en los que habita, que siga resignada y silenciosa ante los aterradores servicios de salud, conforme y agradecida con la pésima educación que no sólo atropella los derechos básicos de niños y jóvenes, sino que sentencia al país a una dependencia eterna (y ya estamos viendo muy claro lo que significa la dependencia), en fin, que soporte y calle ante los intentos cada vez más frecuentes y peligrosos de sofocar y destruir a la organización popular. ¿Unidad Nacional así? No, señor. 


Escrito por Omar Carreón Abud

Ingeniero Agrónomo por la Universidad Autónoma Chapingo y luchador social. Autor del libro "Reivindicar la verdad".


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