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“La falta de correspondencia entre nuestra teoría, el programa, las tareas tácticas y la práctica, desaparece a medida que desaparece el economicismo”.
V. I. L.
Una preocupación central para quienes están al frente de los movimientos sociales es, o debe ser, asegurar que su teoría programática esté en sintonía con las acciones del movimiento social, y viceversa. Esta cuestión es uno de los ejes centrales de la reedición del folleto Las tareas de los socialdemócratas rusos (1902), donde Lenin reflexiona si las tareas de los socialdemócratas rusos deben modificarse debido a que las condiciones históricas cambiaron: ¿cómo adaptar la teoría y la práctica a las nuevas condiciones históricas sin que el Partido pierda la coherencia ideológica ni la efectividad revolucionaria?
Para responder la pregunta, Lenin recurre al materialismo histórico; recorre, pues, las etapas del desarrollo de la socialdemocracia rusa y afirma que son cuatro los periodos que han de considerarse, cada uno posee una relación distinta entre teoría y práctica y en cada periodo, además, el economicismo (es decir, la tendencia a sobrevalorar las luchas por demandas económicas inmediatas, como mejoras salariales o condiciones laborales) tiene distinto peso: casi al principio del movimiento el economicismo es mayor, pero a medida que se desarrolla, el peso de la lucha ideológica aplasta a la lucha por demandas economicistas.
La primera etapa (1884-1894) considera la gestación teórica y propagación del marxismo en Rusia; la segunda etapa (1894-1898) prescribe la unidad ideológica y práctica entre los militantes del Partido Socialdemócrata Ruso (POSDR), en este periodo no había marcadas divergencias internas, la lucha ideológica era hacia el exterior, es decir, el POSDR propagaba sus ideas marxistas en contra de las ideas de la burguesía naciente, no había antagonismo entre teoría y práctica: la claridad teórica permitía avanzar en las acciones revolucionarias; la tercera etapa (1897-1898) es marcadamente economicista, en este periodo es muy claro el antagonismo entre teoría y práctica, pues los “economicistas” descuidaban la teoría marxista y se centraban, en cambio, en reivindicaciones prácticas de corto plazo; en la cuarta etapa (1902, presente de Lenin en aquel momento) el economicismo languidece, se repiten de alguna manera las condiciones históricas del segundo periodo pero en una escala más amplia y más compleja.
Lo que se observa en este desarrollo histórico es que una vez que se descuida el estudio teórico (marcadamente el estudio de la teoría marxista) por enfocarse en las luchas “economicistas”, el movimiento revolucionario se fragmenta y se debilita. Surgen en este momento secciones que van en contra de la coherencia ideológica, pues ya no se sostiene un objetivo común, esto es, el objetivo de la revolución del sistema político y económico, por el contrario, ocurren diversas luchas con objetivos a corto plazo que poseen de forma inherente el sectarismo: la lucha divisionista, la persecución de objetivos por pequeños grupos que llegan a competir entre sí mismos y de forma autónoma, como en el caso de los grupos locales surgidos en San Petersburgo, Moscú y Kiev a finales de la década de 1890, que competían por recursos, influencia y liderazgo, en lugar de trabajar de manera coordinada hacia un objetivo común. Esto limita la capacidad de llevar a cabo un movimiento revolucionario sólido que permanezca a lo largo del tiempo y que logre cambios históricos radicales. Por eso es que Lenin critica duramente la tendencia economicista: no es algo que convenga a la revolución, pues sin una base teórica sólida la práctica revolucionaria pierde su dirección y se vuelve incapaz de alcanzar objetivos transformadores.
Sin embargo, a medida que el economicismo se erradica, la claridad teórica y la unidad en la acción práctica se hacen más sólidas. Esto permitió a los socialdemócratas rusos retomar la labor práctica con mayor contundencia, no sin enfrentar a las corrientes no socialdemócratas que desafiaban la unidad teórica y práctica del movimiento. Este fenómeno refleja la gran dificultad de combinar teoría y práctica; el retraso teórico y la falta de principios revolucionarios sólidos pueden desviar la lucha revolucionaria. La reflexión de Lenin sobre el reto de combinar teoría y práctica de acuerdo con las necesidades históricas es relevante en nuestros días, cuando las luchas inmediatas y las demandas específicas ganan terreno, es fundamental no perder de vista la teoría que guía la acción.
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Escrito por Betzy Bravo García
Investigadora del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales. Ganadora del Segundo Certamen Internacional de Ensayo Filosófico. Investiga la ontología marxista, la política educativa actual y el marxismo en el México contemporáneo.