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Anora, ¿mejor película?
No es ninguna novedad que, en la premiación anual de los Oscar, en la categoría de Mejor película no gane el filme de mejor calidad artística y mayor trascendencia para el cine.
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No es ninguna novedad que, en la premiación anual de los Oscar, en la categoría de Mejor película no gane el filme de mejor calidad artística y mayor trascendencia para el cine, pues en la industria cinematográfica estadounidense rigen criterios distintos a los artísticos y estéticos. Bien es sabido que los miembros de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Estados Unidos (quienes declaran al ganador en todas las categorías), no actúan bajo criterios estrictamente artísticos; es más, se ha visto en varias ocasiones que las cintas ganadoras en la categoría más codiciada –Mejor película– fueron elegidas por razones claramente económicas o políticas.

Por ejemplo, en 1941, la cinta ¿Qué tan Verde era mi Valle? le ganó a El Ciudadano Kane, de Orson Wells, que hasta hoy se considera una obra maestra del cine. En 1968, la cinta Oliver venció a 2001: Una Odisea Espacial, de Stanley Kubrick, quien fue castigado por mantener una posición crítica frente al sistema socioeconómico norteamericano, manifiesta en sus filmes anteriores, como Sendero sin Gloria, Dr. Strangelove y Espartaco. En 1989 también fue un escándalo que una película casi anodina, Driving Miss Daisy, superara a una cinta de enorme calidad artística y profundo contenido político: Nacido el 4 de Julio, de Oliver Stone (una crítica demoledora al belicismo yanqui y sus consecuencias sociales).

Y así podríamos seguir enumerando todas las injusticias de la industria cinematográfica norteamericana. Básteme señalar que la industria del cine en los países de Occidente no está al servicio del progreso y mucho menos de los intereses de la población trabajadora; no es su misión crear conciencia sobre las injusticias, la opresión sobre los ciudadanos, etc.; además de ser un muy lucrativo negocio, es una arma ideológica, intervenida y manipulada por las agencias de los gobiernos.

Todo esto, amigo lector, viene al caso porque –a mi modo de ver– en los premios Oscar de 2025 se ha presentado ese fenómeno: No ganó El Brutalista en la categoría de Mejor Película porque este premio fue otorgado a Anora. El Brutalista, es fácil corroborarlo, tiene mejores actuaciones, mejor fotografía, mejor guion, etc. En su conjunto, como en sus diversos aspectos, esta cinta es superior y, sin embargo, Anora se llevó el premio como Mejor película.

Anora (2024) del realizador Sean Baker, es una comedia dramática que nos narra las vivencias de una prostituta, nacida en Estados Unidos pero de ascendencia rusa. Ani Mikheeva (Mikey Madison) conoce a Vanya Zakharov (Mark Eidelstein), un joven ruso cuyos padres lo mandaron a Estados Unidos a estudiar; Vanya, sin embargo, dedica su tiempo a visitar antros, a vivir gastando mucho dinero en borracheras y strippers. En un antro conoce a Anora, a quien invita a la mansión donde vive. Vanya le ofrece 10 mil dólares a Ani para que pase una semana entera con él, viviendo en la residencia de los padres del joven ruso. Ani le pide 15 mil dólares y Vanya acepta. Después de organizar una fiesta en la mansión donde vive, el estudiante ruso invita a Ani y a algunos amigos a Las Vegas, donde se casa con Ani. Cuando los padres del estudiante se enteran, encomiendan a un mafioso armenio llamado Toros que intente anular el matrimonio…

Anora no es diferente a otras cintas que tienen como protagonistas a prostitutas; ni por equivocación intenta mostrar de forma crítica lo que realmente representa para las mujeres en particular, y para la sociedad en general, la prostitución. Más bien el fenómeno, como ocurre con otros derivados de las relaciones capitalistas, que son las heridas purulentas de una sociedad basada en la explotación y la opresión de las masas trabajadoras, es “normalizado”, y hasta romantizado. La “cultura” que promueve el capitalismo es cada vez más decadente. 


Escrito por Cousteau

COLUMNISTA


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