Sextante
Frankenstein
Producir, dirigir e interpretar un filme de alta calidad artística en la actualidad requiere la participación de muchos profesionales especializados en las distintas actividades que intervienen en el proceso creativo de una obra cinematográfica.
Producir, dirigir e interpretar un filme de alta calidad artística en la actualidad requiere la participación de muchos profesionales especializados en las distintas actividades que intervienen en el proceso creativo de una obra cinematográfica. Hay realizadores muy cuidadosos que en vez de recurrir al uso de los efectos espectaculares aportados por la inteligencia artificial, prefieren utilizar –aunque sin dejar de lado la cibernética– las locaciones naturales, la ambientación y los vestuarios apegados a la época histórica retratada, las maquetas, el arte del maquillaje, la iluminación precisa, la sonoridad clara y, por supuesto, la fotografía que refleje con fidelidad los escenarios recreados. Guillermo del Toro, realizador jalisciense, es un director muy talentoso, cuyas películas compiten con las mejores en el mundo por sus buenas actuaciones y alta calidad técnica.
En una plataforma streaming se estrenó, en fecha reciente, la cinta Frankenstein (2025) de Del Toro, que se basó en la famosa novela homónima de Mary Shelley. Su guion trata de apegarse a la historia original, pero el realizador mexicano le imprime su propio sello. Por cierto, en la figura de Frankenstein,Mary Shelley creó una alegoría de la ambivalente Revolución Industrial que, a principios del Siglo XIX, se hallaba en auge en Inglaterra, ya que la autora veía cómo los grandes descubrimientos científicos e inventos tecnológicos impactaban a la clase trabajadora y la humanidad. El nombre mismo del monstruo fue tomado por Shelley de una población alemana (ahora ubicada en Polonia), donde se explotaban minas de plata, cuyos dueños empezaban a usar procedimientos químicos que afectaban la salud de los habitantes.
En la versión fílmica de Guillermo del Toro, el monstruo creado por Víctor Frankenstein (Oscar Isaac) –a diferencia del de Shelley, que medía dos metros y medio, era repulsivo porque está hecho de cadáveres de presos ahorcados y cadáveres de soldados muertos en la Guerra de Crimea, y tenía cicatrices en todo el cuerpo– es un monstruo (Jacob Elordi) “embellecido” porque su cuerpo está bien proporcionado; y la idea de Del Toro no consiste en criticar al capitalismo sino realizar una crítica de tipo moral a la conducta humana. “El verdadero monstruo es Víctor Frankenstein, científico que desde que creó la criatura, la quiso controlar y educar con golpes y con castigos”. Es decir, Del Toro invoca la noción rousseauniana de la naturaleza humana y la importancia que la educación tiene para definir la personalidad de los seres humanos en sus primeros años de vida.
En la adaptación de Del Toro, Frankenstein pide a su creador una compañera, pero Víctor se niega. Al final, éste muere pidiendo perdón a su “hijo”. En los hielos del Ártico, después de haber mermado con violencia a un grupo de marineros daneses, el monstruo los ayuda a sacar su embarcación del glacial y a embarcarse hacia su destino. Frankenstein camina solitario en el atardecer del Polo Norte, tratando de atrapar al Sol con sus manos, que se oculta en el horizonte; Del Toro es un excelente cineasta, pero sus compromisos con el sistema capitalista le impiden –como a muchos cineastas y artistas en general– orientar hacia éste las críticas que en su tiempo hicieron los novelistas, poetas y dramaturgos más avanzados y progresistas.
Escrito por Cousteau
COLUMNISTA