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El origen del Imperio Turco Otomano (I de II)
La alquimia árabe resultó ser una inspiración a Roger Bacon y, más tarde, a Isaac Newton.
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Me decidí a agregar a la reseña-crítica de Resurrección, Ertugrul una última parte, pues me ha parecido conveniente señalar algunas facetas paradigmáticas y dignas de destacar de esta interesante serie turca. Aunque buena parte de Resurrección, Ertugrul es una narración ficticia, intenta dos cosas importantes para una obra cinematográfica o televisiva. La primera es cierta objetividad al retratar una época histórica lejana, pero trascendental en la evolución histórica de una nación (en este caso Turquía), reflejarla en toda su riqueza económica, social, política y cultural. Y segunda: nos pone enfrente un espejo en el que puede reflejarse la realidad contemporánea.

Resurrección, Ertugrul nos remonta al Siglo XIII, cuando las tribus turcomanas, perseguidas por las oleadas mongolas de Gengis Kan, huyeron del territorio que hoy es Irán, en su parte oriental, para asentarse en la parte occidental de la antigua Persia. Las tribus turcomanas, provenientes del Asia central, eran nómadas y dedicadas fundamentalmente a la ganadería. En la serie hoy comentada, el espectador puede recrearse en el ambiente socioeconómico, cultural, militar, religioso, filosófico incluso, etc. Es notorio el esfuerzo que hicieron los productores de la serie por darnos un panorama detallado de las costumbres, forma de vestir, instrumentos de trabajo, armas, etc. Pero en Resurrección, Ertugrul se percibe una atmósfera social y cultural que se puede conseguir solo cuando se tiene la suficiente preparación enológica y antropológica suficiente como para lograr imágenes llenas de una épica convincente y de historicidad que no cae en las exageraciones y hasta deformaciones, tan comunes en las obras cinematográficas comerciales, tanto estadounidenses, como europeas. En ese sentido, la serie tiene un realismo no exento de esos rasgos del cine comercial, pero sin caer en lo fantasioso y vulgar. Tal vez se pueda acusar a la serie de presentarnos a la religión musulmana como algo superior a las demás religiones, pero de eso se puede acusar a la cinematografía occidental respecto a la visión que ofrece de la religión cristiana, en sus distintas variantes.

La serie nos va mostrando como la cultura islámica era superior a la europea en aquellos siglos de medioevo (Durante los siglos XI y XII, importantes pensadores e investigadores cristianos viajaron a las regiones musulmanas a aprender ciencias –por ejemplo Leonardo Fibonacci, Adelardo de Bath y Constantino el Africano–. Y es conocido por la historia de la educación y el saber científico que desde el Siglo XI hasta el XIV, numerosos estudiantes europeos fueron a los centros musulmanes de educación superior para estudiar medicina, filosofía, matemáticas, cosmografía y otras ciencias. En uno de los episodios de Resurrección, Ertugrul, se narra como el jefe de los templarios ubicados en aquella región de Anatolia tenía en su poder un libro escrito en árabe que exponía la filosofía de Aristóteles de Estagira, el más grande pensador de la antigüedad griega. Mientras la Europa “culta” estaba hundida en el oscurantismo impuesto por la clase feudal y la Iglesia Católica, los árabes desarrollaban el pensamiento científico y valoraban a los grandes pensadores humanistas de la antigüedad. Fueron grandes las aportaciones del mundo islámico a la astronomía y la medicina; rescataron la física aristotélica y fueron más allá, sobre todo en el campo de la óptica; desarrollaron nuevos campos, como la alquimia. Algunos ejemplos de los frutos de estas contribuciones son el acero de Damasco. La alquimia árabe resultó ser una inspiración a Roger Bacon y, más tarde, a Isaac Newton.


Escrito por Cousteau

COLUMNISTA


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