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Voltear al pasado para comprender el presente
Cuando queremos explicarnos algún fenómeno es indispensable voltear la vista a quienes han tratado, antes de nosotros, de exponer las distintas determinaciones que forman tal fenómeno o alguna de sus formas anteriores.
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Cuando queremos explicarnos algún fenómeno es indispensable voltear la vista a quienes han tratado, antes de nosotros, de exponer las distintas determinaciones que forman tal fenómeno o alguna de sus formas anteriores. Revisar qué se dijo anteriormente no es un ejercicio fútil o de erudición vana: si se desconocen las reflexiones y aportes previos a un problema, lo más probable es que no se pueda dar cuenta racional del suceso que busca explicarse, o que debido a la ignorancia, se sostengan posturas ya superadas por el proceso mismo del conocimiento. Por ejemplo, si alguien quiere desarrollar algún aspecto de la diversidad que existe para una sola especie, debe tener una noción del desarrollo de la teoría evolutiva, incluso desde antes de Darwin, a riesgo de que la explicación que encuentre para esta diversidad haya sido ya previamente refutada. 

Claramente, cuando la persona que busca entender o explicar un problema se dedica a la investigación es indispensable que haga esta exploración de lo que se dijo previamente. Quienes hacen física cuántica deben conocer los inicios de la ciencia física; deben poder dar cuenta del surgimiento de la rama de la física cuántica, sus problemas más importantes, las aportaciones más significativas, lo que se está investigando en estos momentos, etcétera. Si no lo hicieran así, su labor de investigación en la rama de la física cuántica aportaría realmente muy poco, si no es que nada, al desarrollo del conocimiento que la humanidad ha alcanzado en ese terreno. 

Pero recorrer lo que la humanidad ha pensado y conocido antes de nuestro tiempo no es sólo tarea de las personas dedicadas a la investigación académica y especializada. De algún modo, es una tarea que nos corresponde a todos los seres humanos. Lo que cada persona es, el modo en el que cada sociedad se manifiesta, las instituciones que norman la vida social, lo que producimos y lo que comemos, absolutamente todo es el resultado de un desarrollo previo. Parece que es obvio sostener que todas las cosas tienen una historia, un cúmulo de formas previas que determinan su forma actual; sin embargo, no es algo que se tenga constantemente presente y olvidarlo tiene consecuencias. 

Si no se conoce la historia de nuestro pueblo, seguramente no podremos comprender muchas de las dinámicas sociales que se entablan, desde algunas muy alegres, como las ocasiones que cada pueblo celebra y el modo en que lo hace, hasta otras más profundas, como las dinámicas de opresión o expoliación que imperan en muchos lugares. Tal vez el habitante de este pueblo disfrute de sus fiestas, y tal vez sufra con las injusticias que se cometen en su interior, pero como no conoce la historia de su pueblo, entonces puede creer que los festejos y las opresiones son propias de su pueblo, que las cosas son así, siempre han sido así, y así se mantendrán. Pero si esta persona reconoce que ningún hecho ha sido como se le presenta, sino que tiene una historia y un desarrollo previos, es probable que voltee la vista a quienes, desde antes, reflexionaron sobre los problemas de las sociedades humanas, estudie lo que el pasado puede aportarle a su presente, y se dé cuenta de que las injusticias de su presente no tienen que ser eternas y, además, que al ser estas injusticias resultado de la acción humana, es la misma acción humana la que puede y debe terminarlas. 


Escrito por Jenny Acosta

Maestra en Filosofía por la Universidad Autónoma Metropolitana.


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