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En días pasados, un conocido presentador de televisión, Thomas Hugues, extrañado y casi alarmado pide a su interlocutora, Stéphanie Latte-Abdallah, investigadora de la Escuela Superior en Ciencias Sociales, una justificación por su “ambigua” posición respecto al genocidio israelita en Gaza. «“Sus palabras me desconciertan”, dice Hugues visiblemente asombrado por el empeño de su invitada en distinguir entre Hamás y el Estado Islámico. “No hablo desde un punto de vista moral”, arguye la historiadora.» Eléonore Weil, analista del periódico israelí “Haaretz” alude a la posición de la historiadora: “Ese es el problema”. (Le Monde Diplomatique, noviembre, 2023). Que la historiadora se negara a condenar como terrorista la resistencia del pueblo palestino era alarmante: ¡Seguramente tenían que vérselas con una antisemita!
Pero no es el único caso y mucho menos un episodio aislado de la embestida ideológica occidental. Serge Halimi, al referirse a la persecución que se ha desencadenado en todos los medios de comunicación y principalmente en redes sociales, por su apoyo a la causa palestina, hacia Jean-Luc Mélenchon, líder del partido de izquierdas “Francia Insumisa”, dice al respecto: «“Antisemita”: acusación infamante que se ha convertido en el arma reglamentaria con la que encañonar a quienes abogan a favor de la causa palestina y, de paso, a los partidarios de la izquierda radical. Su capacidad de intimidación es inmensa».
Su argumento está más que fundado. Meyer Habib, diputado de un partido de derechas francés, tachó a Mélenchon como: “canalla antisemita”; la cadena de televisión CNews, «en un derroche de delicadeza–escribe Habib– se pregunta lo siguiente: “Francia Insumisa: ¿se ha pasado el nazismo a la izquierda?”»; la primera ministra francesa Élisabeth Borne –no ya un medio de comunicación ni una voz anónima encubierta en las redes– no dejó pasar tampoco la ocasión y se refirió a: «las “repugnantes ambigüedades” de Francia Insumisa, cuyo “antisionismo”, supuestamente, es “a veces también un modo de enmascarar una especie de antisemitismo”». Finalmente, y porque son suficientemente demostrativos los elementos dados, el periódico de derechas Le Monde (No confundir con Le Monde Diplomatique), se refiere al hecho –como relata Habib– de esta manera: «“¿Qué busca Jean-Luc Mélenchon? […] ¿Incentivar el antisemitismo? ¿Respaldar el terrorismo islamista? Todas estas son preguntas que merecen ser planteadas de forma abierta”».
Hasta aquí sólo tenemos una muestra de cómo se acosa y persigue, con la poderosa arma de la calumnia que es a los medios de comunicación tan útil, a todo el que no piense como el sistema ordena. Pero no es suficiente. Cuando la realidad se impone, cuando los más de ocho mil muertos en Gaza se vuelven innegables gracias precisamente al doble filo de los modernos medios de comunicación, cuando la opinión pública de los propios países invasores clama por un cese al fuego, cuando no se puede cerrar los ojos ante un evidente genocidio, los artífices de la violencia no tardan en encontrar justificaciones, entre las que el antisemitismo y el terrorismo del pueblo palestino son sólo las más nombradas: «El actual ministro de Finanzas Bezalel Smotrich dijo este marzo: “No existen los palestinos porque no existe el pueblo palestino”. No se trata de una opinión que pueda descartarse como un desvarío de extrema derecha. El miembro del Likud Ofir Akunis, ministro de Ciencia y Tecnología, dijo hace tres años: “No hay lugar para ninguna fórmula que establezca un Estado palestino en el oeste de Israel”». (Vijay Prashad) Estos argumentos son sólo el eco de la desfachatez, el cinismo y la desvergüenza que ya hace unos años mostraba Ze’evi, dirigente del partido Unión Nacional, «que aglutinaba todas las corrientes más peligrosas de la política israelí de extrema derecha… En marzo de 2001, Ze’evi –que más tarde sería acusado de acoso sexual y de estar implicado en el crimen organizado– declaró a The Guardian– escribe Prashad– que “no es asesinato deshacerse de terroristas potenciales, o de los que tienen las manos manchadas de sangre. Cada uno eliminado es un terrorista menos contra el que luchar”. Unos meses después, Ze’evi demostró que no hacía distinciones entre palestinos, clasificándolos a todos de “cáncer” y diciendo: “Creo que no hay lugar para dos pueblos en nuestro país. Los palestinos son como piojos. Hay que eliminarlos como a piojos”».
El proyecto Espadas de Hierro, como se ha nombrado a esta campaña de exterminio, es sólo la continuación de las operaciones Plomo Fundido (2008-2009), Pilar Defensivo (2012), Margen Protector (2014), Guardián de las Murallas (2021) y Amanecer (2022). Todas ellas, con nombres tan sutiles y casi hollywoodenses, han implicado, como alude Benoît Bréville, «Cortes de luz y agua, desplazamientos de poblaciones, bombardeos indiscriminados: (que el gobierno israelí) puede actuar a su antojo, sin freno, sin arriesgarse a ninguna reprimenda de sus aliados». Los muertos no cuentan en este relato, pues son, como decía Ze’evi, “terroristas potenciales”.
Existen, según la moral neoliberal, dos tipos de personas, dos tipos de vidas que no valen igual y no se pesarán entonces en la misma balanza. Las víctimas serán siempre las que el sistema elija como tales, sin importar que tengan las manos cubiertas de sangre y sean sorprendidos in fraganti perpetrando asesinatos. El gobierno israelí, que a todas luces y sin embozos representa los intereses del imperio norteamericano, tiene derecho a destruir un pueblo entero, incluso a ufanarse de ello, bajo la bandera del antisemitismo. Las atrocidades perpetradas por el nazismo a cientos de pueblos y naciones, entre ellas al pueblo judío, y a millones de seres sobre la tierra cuya cuota de sangre fue saldada en gran medida por la Unión Soviética, es la excusa perfecta para actuar ahora precisamente como fascistas. Todo aquél que descubra bajo el velo del lenguaje el rostro del nazismo será acusado de sacrílego, traidor y canalla. No importa que los hechos lo absuelvan. Como antítesis, el enemigo oficial, el terrorismo, al que Estados Unidos invoca permanentemente cuando pretende deshacerse de una nación incómoda, como le sucediera a Libia, Irak, Afganistán, etc., es la máscara perfecta para cometer la mayor de las atrocidades. Si a miles de niños se les asesina basta con aludir al terrorismo; si se expulsa de su tierra a miles de seres basta con decir que podrían llegar a ser terroristas. El lenguaje ocupa ahora el lugar de la realidad. Un fenómeno que el sistema ha descubierto de utilidad desde hace décadas y con el que el neoliberalismo manipula a las masas con efectos pasmosos.
Terrorismo y antisemitismo son conceptos abstractos que reflejaban una realidad en un momento concreto y que han cambiado al modificarse ésta. No nos sorprenda que hoy, cuando el imperio se desmorona y acude a la guerra en todos los frentes posibles, también el ideológico, busque defender tan burdamente sus actos de barbarie con alusiones morales y conceptuales tan absurdas como las aquí expuestas. La guerra continuará, «un memorando del Departamento de Estado estadounidense dice que sus diplomáticos no deben utilizar frases como “desescalada”, “alto el fuego”, “fin de la violencia”, “fin del derramamiento de sangre” y “restablecimiento de la calma”.» (Prashad) Más allá de los miserables intentos de encubrir la putrefacción del sistema y de sus ejecutores con alusiones conceptuales, lingüísticas o formales, es preciso entender que tras esa apariencia de víctimas se esconde un furibundo monstruo herido de muerte al que hay que reconocer en toda su vileza. Las palabras de Gramsci mantienen su vigencia: «El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos». Hoy los monstruos se disfrazan de víctimas.
El nazismo ucraniano está derrotado, aunque sus aliados se empeñen afanosamente en aparentar lo contrario recurriendo a la abierta mentira en la prensa mundial. Los signos del agotamiento son inocultables.
Una marcha de más de 1,500 jóvenes en el centro de la Ciudad de México.
En la modernidad, el látigo de cuero ha sido sustituido por el del hambre. Por todo esto, el tan pregonado contrato libre en una pretendida relación de iguales no pasa de ser mera ficción.
En México no estamos viviendo un periodo sexenal de amor: todo lo contrario, el desamor y el odio son motivados por el Presidente de la República todos los días como parte de una estrategia mediática para aparecer como el “paladín del pueblo”.
Este documental presenta la historia “delictiva” de cuatro adolescentes palestinos que fueron sometidos a interrogatorios y sentenciados por juzgados militares israelíes por el “delito” de arrojar piedras a miembros del ejército hebreo.
Más allá de su discutible impacto social, el incremento salarial no es fruto de la lucha obrera, ni de que, para arrancarlo, López Obrador haya enfrentado en singular y feroz batalla a los patronos.
Han salido a exigir que se detenga la espantosa matanza de palestinos que llevan a cabo los imperialistas de su país por la mano del gobierno sionista de Israel en la Franja de Gaza.
Los enternecedores lomitos y michis suelen ser los principales sujetos de atracción en las primeras planas de los medios impresos, incluso evadiendo los graves problemas que afectan a las mayorías.
Hoy no es sólo la cuestión Palestina la que está en juego, es la credibilidad del capitalismo y todas sus instituciones la que se cuestiona. Un genocidio que ha alcanzado la atroz cifra de ocho mil muertos no se puede cubrir con hipocresías.
Washington empleó misiles de ataque terrestre y más de 100 municiones dirigidas a 60 puntos de los hutíes en 16 zonas; algunas de las ciudades son: Saná, Al Hudayda, Taiz y Dhamar.
Cuando se habla de entrenamiento deportivo y su dosificación en los atletas, entran en juego diversas variantes que influirán en resultados ya sea positivos o negativos.
Hasta el momento, el Ministerio de Salud de la Franja de Gaza ha registrado 29 mil 782 palestinos muertos a manos del Ejército israelí a partir del 7 de octubre pasado.
China le ganó la guerra de la 5G a EE.UU., y ha exhibido de nueva cuenta que el modelo económico capitalista gringo está rebasado en más de un sentido.
La historia del color azul en el arte es curiosa. No sólo ha ocupado un lugar central en la música o la poesía, sino también en la pintura. En la cotidianeidad es tal vez el color que más vemos.
Maestro y poeta, desde 1976 soy orgullosamente un militante antorchista de vanguardia; desde 1979 me he dedicado a recorrer el país con el objetivo de educar y organizar a los obreros, campesinos, amas de casa y estudiantes en el Movimiento Antorchista Nacional.
Hay disparidad en los ingresos según lugar de residencia
Siria, nuevo frente del imperialismo en Medio Oriente
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Bertha Alcalde Lujan, Anaid Elena Valero y Ulrich Richter, terna para Fiscal de la CDMX
Por los cielos, precio de la uva a 105 el kilogramo
Sindicatos critican reforma al Infonavit y su impacto en trabajadores
Escrito por Abentofail Pérez Orona
Licenciado en Historia y maestro en Filosofía por la UNAM. Doctorando en Filosofía Política por la Universidad Autónoma de Barcelona (España).