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La civilización global
Los pueblos del mundo deben cambiar su concepción sobre la palabra socialismo y para ello deben ver en China cómo es posible la construcción de una sociedad más justa, desarrollada, equilibrada, libre de pobreza extrema. Veamos en qué consiste la tarea.
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En su Tesis 11, en la que el creador del materialismo científico Carlos Marx escribió sobre el materialismo de Ludwig Feuerbach, revela que “los filósofos no han hecho más que interpretar de diversas maneras el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”. Con esta conclusión, Marx formuló un método de análisis que no limita a ver el mundo y los problemas de la realidad de manera contemplativa, interpretativa, porque el hombre, de acuerdo con su propia naturaleza y el proceso de evolución permanente del universo, en términos coloquiales debe ponerse mejor los lentes para verla con nitidez y cambiarla para bien de la humanidad. Ésta es precisamente la concepción científica del mundo que el marxismo propuso en el Siglo XIX para modificar el estatus socioeconómico y político que el modo de producción capitalista había impuesto sobre la mayor parte de la Tierra.

En su obra cumbre, El capital, Marx describió la forma en que el ser humano ha cambiado al mundo con base en la praxis, es decir, la relación entre la teoría y la práctica; y para dar un ejemplo de cómo sus procedimientos son diferentes a los de otros animales, recuerda que las abejas construyen colmenas hexagonales perfectas, pero las forman mecánica, instintivamente; a diferencia del hombre, que antes de edificar una casa, por más sencilla y rudimentaria que parezca, la proyecta previamente y diseña en su mente. Y si a este antiquísimo quehacer cotidiano se suma la visión marxista-leninista, la posibilidad de transformar al mundo actual por uno más justo, pacífico y civilizado estará mucho más cercana.

No se trata, desde luego, de plantear a la humanidad que cambiemos su forma de mirar al mundo, sino únicamente de que lo que vea con claridad, sin prejuicios y sin manipulaciones tal como es y cómo puede verse mejorado. El modo de mirar la realidad y de razonarla en muchos habitantes de los países occidentales se efectúa a través de lentes oscuros u opacos; lentes de prejuicio, de manipulación, manchados de lodo y sangre; y con la idea de que la “civilización” procede únicamente de Occidente y todo lo demás es “barbarie”, como lo destaca el analista Wang Yiwei, director del Instituto de Asuntos Internacionales de la Universidad de Renmin[1].

En el México de la conquista europea, los españoles vieron a las sociedades prehispánicas como salvajes porque sus creencias religiosas los llevaban a ofrendar vidas humanas a varios dioses, una práctica común de las religiones antiguas, incluida la griega, como lo refiere una tragedia clásica en la que Agamenón sacrificó a su hija Ifigenia para que los vientos permitieran a los barcos aqueos salir a conquistar Troya o Ilión. A los españoles de entonces, además, no les causó ninguna preocupación moral, humanitaria o “civilizada” la brutal manera en que Pedro de Alvarado cercó y asesinó a la nobleza azteca para robarles el oro y sus joyas. Es más, en la Controversia de Valladolid se discutió si los indígenas mexicanos tenían alma o no. Sí, así se trata a todas las culturas; también a la china en Occidente, cuyos habitantes creen que sus países son los únicos “desarrollados” y que los demás están en “vías de desarrollo” o son “subdesarrollados”.

Sin embargo, cuando China traza e inicia la construcción de una ruta comercial moderna que permitirá avanzar hacia el desarrollo socioeconómico y tecnológico de muchas naciones del Asia, Asia Menor, Medio Oriente y África, el imperialismo estadounidense y occidental siente amenazada su hegemonía y ataca a China de múltiples maneras para desestabilizarla; es el caso del respaldo que brinda a unos cuantos separatistas en Taiwán; o las sanciones que impone a empresas como Huawei, que ya compite al tú por tú con las compañías tecnológicas estadounidenses más prestigiosas; o bien con acusaciones como la de “dictador” que Joseph Biden expresó al presidente Xi Jinping después de la reunión “cordial” que ambos tuvieron en el Foro de Cooperación Económica Asia Pacífico (APEC). Los mandatarios del imperialismo occidental ven como “dictador” a Xi Jinping porque usan lentes oscuros u opacos y desconocen que es doctor en marxismo y un gran estadista que ha logrado lo que Biden ni siquiera intenta hacer en su país: erradicar la pobreza extrema.

Por esta razón, los progresos de China no pueden ser vistos con los prejuiciosos ojos occidentales, sino mediante el análisis objetivo de los resultados económicos, sociales, científicos y tecnológicos del “socialismo con características chinas”. Una visión desprejuiciada de la iniciativa de Civilización Global, propuesta por Xi Jinping el 15 de marzo durante la reunión de alto nivel con partidos políticos y organizaciones del mundo, nos permite advertir que además de revolucionaria, pacifista y transformadora, es aplicable por todos los pueblos que decidan efectuarla y consolidarla.

En primer lugar hay que destacar que en el planteamiento del presidente chino hay un interés genuino en pro de la humanidad y no un interés supremacista. Pero como el león piensa que todos son de su condición, EE. UU. y sus aliados ven un peligro en este tipo de propuestas, pero no para la humanidad, sino para sus intereses mezquinos. La demostración de tal afirmación es sencilla: no ha realizado una sola incursión militar de conquista como la que EE. UU. emprendió en el pasado reciente contra Irak, Afganistán y Vietnam.

En segundo lugar: todo el planeta disfruta las mercancías hechas en China y gracias a la iniciativa de la Franja y la Ruta, varios países del mundo han podido gozar el desarrollo y los acuerdos de cooperación con China. Por ello, la iniciativa de la Civilización Global no pretende únicamente enfatizar la cooperación económica, sino, también, unificar a las sociedades con base en sus diferencias. Xi Jinping “pidió a los partidos políticos que pongan al pueblo frente al progreso; y subrayó que el principio de independencia debe permitir diversos caminos hacia la modernización, adaptados a las condiciones y necesidades de cada país.” (CGTN, 16 de marzo de 2023)[2]. La unificación de lo independiente puede alcanzarse con la cooperación y el desarrollo común de los pueblos guiados por una visión revolucionaria no basada en la visión supremacista.

Finalmente, Xi subraya que “la construcción de una confianza cultural más fuerte, siguiendo el enfoque de la apertura y la inclusión y defendiendo los principios fundamentales, mientras se abren nuevos caminos para proporcionar una fuerte garantía ideológica, fuerza espiritual y condiciones culturales favorables para la construcción de un país socialista moderno en todos los aspectos y el avance de la gran revitalización de la nación china en todos los frentes”. (CGTN, nueve de octubre de 2023).[3]

En conclusión: para entender a China hay que quitarnos los lentes del prejuicio occidental, manchados de sangre y lodo, y colocarnos los lentes nítidos del marxismo-leninismo que nos permitan entender la realidad para transformarla. Los pueblos del mundo deben cambiar su concepción sobre la palabra socialismo y para ello deben ver en China cómo es posible la construcción de una sociedad más justa, desarrollada, equilibrada, libre de pobreza extrema. La tarea consiste en lograr una Civilización Global, pero eso implica construir el socialismo en cada país considerando las condiciones físicas, cultura e independencia propia.

Pero la prosperidad común requiere necesariamente la conciencia y la acción de los pueblos guiados por partidos progresistas como el Partido Comunista de China (PCCh) que guía el rumbo y el avance de China. La Civilización Global es posible en todos los pueblos y no sólo en unos cuantos. Felicito al presidente Xi Jinping y al PCCh porque son parte de la vanguardia para la construcción de una Civilización Global.


Escrito por Brasil Acosta Peña

Doctor en Economía por El Colegio de México, con estancia en investigación en la Universidad de Princeton. Fue catedrático en el CIDE.


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