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Aislar los fenómenos de su contexto es ver la realidad incompleta y superficial. Para su cabal y profundo entendimiento debe enfocársela en forma concreta, en la diversidad de sus características y conexiones para, así, descubrir sus factores determinantes y, a partir de ahí, derivar un tratamiento pertinente y eficaz. Nada surge de la nada, decían los griegos. El romano Virgilio escribió en Geórgicas: “dichoso aquel que puede conocer las causas de las cosas y somete al miedo y al inexorable destino”. Y es que conocer causas es condición sine qua non para resolver problemas, aunque hay quienes, al ignorarlas, inventan explicaciones a su gusto, impidiendo así encontrar soluciones efectivas. La realidad no se deja engañar.
Viene esto a colación por el discurso de la “Cuarta Transformación”, que ha convertido fenómenos morales como la corrupción y la acción de “los malos” en eje discursivo, atribuyéndolos a razones de índole subjetiva, a la pura voluntad; y lógicamente, si su causa última es de origen volitivo, se colige, en este enfoque reduccionista, que la solución es simple: basta una simple prédica que llegue a los sentimientos del delincuente, o apelar a su familia para que aquel “decida” comportarse de mejor manera. Es cierto, en ocasiones el Presidente ha dicho que hay que combatir las causas de las malas conductas, pero luego, contradiciéndose, se limita a pontificar, en discursos y en su famosa Cartilla Moral.
Que las circunstancias económicas y sociales determinan en última instancia ideas y conductas es sabido desde hace mucho tiempo, en la ciencia y en el arte; las personas piensan según como viven. En términos clásicos, la conciencia social está determinada por el ser social, y es utópico pretender transformar la superestructura, moral, estética, etc., sin cambiar la base económica subyacente. Pensadores de la Ilustración, como Rousseau, avanzaron hacia esa conclusión; este último afirmaba que “el hombre es bueno por naturaleza”, y si se malea es por la acción deformante de la sociedad; consecuentemente, para mejorarlo deben transformarse sus condiciones. En esa misma lógica, Mary Shelley, la joven autora de Frankenstein, expresó cómo los vicios sociales deforman a los individuos. Idea semejante expresa Rubén Darío en Los motivos del lobo, cuando Francisco de Asís increpa a la fiera y la conmina a ser buena, llevándola con él ante los hombres, donde el santo esperaba que sería bien tratada y viviría en paz y armonía, como manso can. Pero al poco tiempo, el lobo huyó y volvió a las andadas, y cuando Francisco lo encuentra en los riscos para reclamarle su proceder, el animal responde: “... un buen día todos me dieron de palos./ Me vieron humilde, lamía las manos/ y los pies. Seguía tus sagradas leyes, / todas las criaturas eran mis hermanos:/ los hermanos hombres, los hermanos bueyes, / hermanas estrellas y hermanos gusanos./ Y así, me apalearon y me echaron fuera./ Y su risa fue como un agua hirviente,/ y entre mis entrañas revivió la fiera,/ y me sentí lobo malo de repente;/ mas siempre mejor que esa mala gente. /Y recomencé a luchar aquí, a me defender, a me alimentar...”.
En fin, en su obra A sangre fría, Truman Capote aborda el problema en forma inteligente, indagando las raíces sociales del comportamiento criminal, concluyendo que debe ser condenada la sociedad que engendra tales conductas. La prédica será buena, pero de efecto prácticamente nulo mientras se dejen intactas las circunstancias que atormentan a la sociedad, la enloquecen e inducen a la violencia.
Sin ir muy lejos, habría que preguntarnos: ¿cómo habrán de comportarse, con cuánta bondad, calma y cordura, los millones de seres humanos sin trabajo, que viven en la miseria, víctimas del hambre, enfermedades curables e injusticia. ¿Cuál es la conducta lógicamente esperable de trabajadores maltratados, que reciben salarios miserables y son burlados por sus patrones? El hambre y el agravio son malos consejeros, más aún si se los combina con la ignorancia: constituyen una mezcla altamente explosiva. Y no basta con el castigo, que se aplica selectivamente, ni con la prédica.
Hay un error de fondo en la visión oficial. Delincuencia y otras conductas antisociales no surgen de la pura mente, salvo en casos estrictamente patológicos. Su raíz profunda está hincada en la realidad económica y, por tanto no puede haber armonía social en un mundo de explotación e inequidad. Es necesaria la plena satisfacción de las necesidades sociales: servicios de salud universal de alta calidad, medicinas suficientes, tratamientos especiales para quien lo requiera; que todas las familias gocen realmente de una vivienda digna; que nadie deje de estudiar por falta de dinero; que no haya mendigos en ninguna ciudad, ni un solo niño viviendo en la calle soportando fríos, hambre, enfermedad, soledad y maltrato. Que todas las comunidades rurales tengan caminos, escuelas y un hospital cercano donde curarse; que todas las viviendas de colonias populares y rancherías dispongan de agua potable, electricidad, drenaje. Pero no solo se requieren satisfactores materiales. Debe elevarse el nivel cultural y educativo general. Entonces el pueblo será feliz y superaremos la brutalidad, la delincuencia y el crimen, en lo fundamental. Un hombre feliz será un hombre sereno, solidario y respetuoso de los demás.
El deterioro moral de la sociedad exige, más que peroratas, soluciones que vayan a la raíz profunda, a la economía, fuente de todo recurso para atender las necesidades, que no se resuelven con discursos y admoniciones. Necesitamos crecimiento económico y distribución equitativa de la riqueza; que paguen impuestos los ricos (y que los pobres paguen poco, o nada); empleos permanentes, dignos y con buenos salarios para que las familias cubran decorosamente sus necesidades, sin verse obligadas a vivir de dádivas como las “tarjetitas”. Quien obtiene lo necesario con su trabajo honrado, no necesitará renunciar a su dignidad para ganar el favor del gobernante, y su solvencia económica le dará seguridad e independencia. Nada de ello está haciendo el gobierno actual, como no sea el puro castigo, o lanzar anatemas e invocaciones, dejando intactas las condiciones materiales. Incluso trabaja en contra de lo que dice querer corregir, pues la política económica aplicada está erosionando las bases sobre las que pudiera construirse la concordia nacional.
En el país, el 27.6 por ciento de los mexicanos trabaja en el comercio ambulante o la informalidad, según la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo.
La fuerza de trabajo gratuita fue otro factor de ventaja del joven capitalismo europeo. De las colonias, sobre todo de África.
Se relacionó con Arturo Capdevila, Juana de Ibarbourou, Benito Lynch, Alfonsina Storni y otros escritores de su época.
En San Luis Potosí solo se conoce la exclusión de miles de sus potenciales beneficiarios que anteriormente recibían apoyos similares a través del desaparecido programa social Prospera.
En la recta final de 2019, México tendrá una economía estancada y ésta será la antesala de una recesión mayor en 2020.
Barbosa es un hombre enfermo de poder; apenas subió “al ladrillo gubernamental” hace seis meses y ya se perfila como el gobernador más represivo de México.
Los diputados del PRI informaron que “nunca estaremos a favor de la violación de ninguna Ley. Estamos a favor de la legalidad"
Es necesario que la oposición partidista se unifique e intente frenar las intenciones autoritarias del Presidente.
Para hacer frente a esta jauría, lo mejor que podemos hacer es que los agraviados de la 4T se unan para frenar su proyecto antidemocrático.
Los recursos obtenidos ya no irán a la Secretaría de Hacienda para formar parte del presupuesto de egresos, sino que irán directo a las arcas de los militares.
La verdadera Infodemia, lo nieguen y oculten, la empezó la 4T con López Obrador.
López Obrador, durante las tres semanas de contingencia, simplemente ha seguido con sus giras de trabajo.
“Es increíble que el gobierno de la 4T no haya alertado a la población civil sobre la intensidad 5 del huracán; López Obrador y la 4T eliminaron el FONDEN dejando abandonados a los mexicanos a su suerte”, denunciaron diputados de oposición.
El gobierno de AMLO quiere los fondos ante el fracaso de su política económica y lo hace con un discurso manido, el combate a la corrupción.
Demuestra cada día su falta de compromiso con la verdad y genera sospechas sobre las causas de la tragedia.
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Escrito por Abel Pérez Zamorano
Doctor en Economía por la London School of Economics. Profesor-investigador de la Universidad Autónoma Chapingo.