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En realidad, el neoliberalismo, el modelo económico que sostiene fundamentalmente que todo debe ser dejado al libre juego de las fuerzas del mercado, que el mercado es una mano invisible que gobierna sabiamente a toda la economía, se inició a finales de la década de los setenta en Chile, no deja, por tanto, de ser paradójico que uno de las mayores y más contundentes rechazos que se ha llevado en los últimos años haya tenido lugar precisamente en ese país sudamericano. Hace unos cuantos días, una inmensa manifestación popular a la que se le han calculado un millón 200 mil asistentes, puso un alto a las más recientes medidas neoliberales del presidente Sebastián Piñera, y dejó muy en duda las posibilidades de la continuación y el ahondamiento del mentado modelo económico.
La reacción chilena siguió en pocos días a tumultuarias manifestaciones en Ecuador donde la población, no pocas veces violentamente, salió a protestar por el retiro neoliberal a los subsidios de la gasolina y otros combustibles. El presidente Lenín Moreno, como Piñera en su turno (que causó 18 muertes), decretó el estado de sitio y pretendió detener la protesta con el uso de las fuerzas represivas, pero tampoco tuvo éxito y no le quedó más remedio que ofrecerle a la multitud sentarse a dialogar para atender sus demandas.
Este año la economía ecuatoriana se contraerá un 0.5 por ciento y ya más de la mitad de la población vive en pobreza. Las manifestaciones que duraron 11 días dejaron una secuela de siete personas muertas por la represión, mil 340 heridos y mil 152 detenidos. Es cierto que los mayores beneficiarios de los subsidios que pretendía retirar Lenín Moreno son las compañías petroleras y las empresas, no obstante, cancelarlos disminuiría el ingreso real del 40 por ciento más pobre de la población en 4.5 a cinco por ciento, además, el “paquetazo” que hizo reventar las políticas neoliberales de Lenín Moreno incluía una reforma laboral para facilitar la contratación “flexible”, es decir, para recortar beneficios a los trabajadores, reducción de 20 por ciento al salario y reducción de 30 a 15 días de vacaciones a los empleados públicos. Toda una baraja de medidas antipopulares.
No es todo. Como tercer suceso en un corto tiempo no mayor a los quince días, el presidente de Argentina Mauricio Macri, otro neoliberal de cepa que tenía sumido a Argentina en el proyecto de ese modelo económico, sufrió una clara derrota electoral en los comicios para presidente de la república ante Alberto Fernández, quien enarbola poco más o menos el mismo modelo antineoliberal de los Kirchner (Cristina Fernández, viuda de Kirchner, es la compañera de fórmula de Alberto Fernández).
Precisamente por todo eso, por allá por los años 30 del siglo pasado, la clase gobernante de Estados Unidos, ideó el modelo económico al cual se le conoce como la economía del Bienestar. Ante los avances impresionantes de la Unión Soviética, que menos de 10 años después de haber salido de una terrible guerra civil, ya era una de las grandes potencias económicas del mundo, ante la posibilidad nada remota de que su ejemplo de mejoría sostenida para las grandes masas ganara a la clase trabajadora norteamericana, se ideó la economía del Bienestar, un modelo económico capitalista en el que mediante variados mecanismos, se procuraba una distribución más justa de la riqueza social producida. Este modelo empezó a sustituirse con la declinación de la fuerza y la influencia de China y la Unión Soviética por allá por los años 70 y 80 del siglo pasado y abrió paso a un modelo de capitalismo brutal que se conoce precisamente como neoliberalismo. Hoy, grandes masas de Latinoamérica, todavía sin una dirección clara y consolidada, salen a la calle a hacerle frente a las medidas neoliberales que los han empobrecido y amenazan con seguirlos empobreciendo.
Las protestas en Chile no han cesado, a los chilenos parece no haberles importado que Sebastián Piñera les haya ofrecido la cabeza de todos sus ministros, los manifestantes no solo demandan que se cancele el aumento al precio del boleto del metro que fue la demanda con la que se iniciaron las movilizaciones, sino que exigen un aumento en las raquíticas pensiones (80 por ciento de los jubilados gana menos del salario mínimo), mejor y más barato sistema de salud, mejor y más barata educación ya que no hay educación universitaria gratuita, viviendas e, incluso, se llegó a hablar de aprobar una nueva Constitución que sustituya a la que les heredó la dictadura de Augusto Pinochet.
En Chile, como en México, existe una muy mala distribución de la riqueza. En Chile, el 10 por ciento más rico concentra el 66.5 por ciento de la riqueza social producida y a la mitad más pobre solamente le corresponde un 2.1 por ciento. Conociendo estas cifras, no hay que preguntarse por qué el estallido social, hay que cuestionar por qué no había sucedido antes.
No es mejor la situación en Argentina. Tan pronto como tomó posesión el hoy derrotado Mauricio Macri, liberó el mercado cambiario, eliminó impuestos y regulaciones al comercio exterior y eliminó controles de precios. Ahora, la tasa de desempleo está por encima del 10 por ciento, la inflación por encima del 50 por ciento, la economía se está contrayendo y más de un tercio, 35.4 por ciento, de la población, se encuentra en pobreza (contrario a lo que ha sucedido en México, el Estado ha aumentado los fondos para el sostenimiento de los comedores comunitarios).
El modelo económico neoliberal, muy vivo en México, ha resultado muy bueno para producir riqueza, pero muy malo, malísimo para repartirla. Bajo sus auspicios, una exigua minoría concentra la riqueza, mientras una gran mayoría de la población, se debate en la pobreza y el hambre. El mercado no tiene mecanismos para distribuir la riqueza. Se sustenta en la privatización de las empresas públicas, la cancelación de todos los subsidios, supuestamente para abrir paso a la libre competencia, la privatización de las pensiones y de los servicios públicos, así como el fin de los programas sociales. Su inspiración teórica la encontraron en Milton Friedman y la Escuela de Chicago, sus instrumentadores, los llamados Chicago Boys. Hoy está a la baja.
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Escrito por Omar Carreón Abud
Ingeniero Agrónomo por la Universidad Autónoma Chapingo y luchador social. Autor del libro "Reivindicar la verdad".