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Introducción: Donald John Trump ha suspendido sus obligaciones en el Tratado de Eliminación de Misiles de Corto y Mediano Alcance (siglas en inglés INF). Firmado en 1987, ése fue el primer tratado de desarme en la Guerra Fría que apuntalaba la seguridad global. Tras el retiro de Estados Unidos (EE.UU.) retorna la incertidumbre en la seguridad nuclear como hace 30 años y solo ganan los fabricantes de esas armas que causan masacres indescriptibles. Hoy, otros Estados desconfían de Washington para pactar la reducción de sus respectivos arsenales. Es tal la inestabilidad global causada por la potencia atómica que México pareciera no tener el margen de maniobra que tuvo en 1967, cuando copatrocinó el Tratado de Tlatelolco que prohíbe las armas nucleares en América Latina.
Hace tiempo que Occidente se propuso dejar atrás el INF y para lograrlo elaboró una narrativa de la amenaza. Al argumentar que Rusia violaba este tratado con varias armas, como el Kalibr (desplegado en Siria) y el Novator 9M729, exhibía a su socio en el tratado como poco confiable. Así, semanas atrás el presidente estadounidense anunciaba su retiro de ese acuerdo que desde 1987 prohibía fabricar y desplegar misiles de alcance entre 500 y 5000 kilómetros.
Trump afirma -sin probar- que el Novator alcanza objetivos de entre 2,000 y 5500 kilómetros y estaría equipado con ojivas nucleares y convencionales, lo que prohíbe el INF. Rusia lo desmiente e, incluso, el 23 de enero exhibía al público ese artefacto cuyo rango no supera los 480 kilómetros. Por tanto, es un hecho que si Rusia poseyera esas armas nunca alcanzarían territorio estadunidense.
Por tanto, es obvio que, al abandonar el Tratado INF, el objetivo real de EE.UU. es hostigar al Kremlin y tener una ventaja táctica ante China, que ha desarrollado un considerable arsenal misilístico de corto y mediano alcance por no ser signatario del INF.
Para lograr su objetivo de denostar a Moscú, Washington se ha empleado a fondo: el día que Trump anunciaba el retiro del INF, su asesor de Seguridad Nacional, John Bolton, visitaba la capital rusa.
Esa presencia era una herramienta de presión en las negociaciones bilaterales, afirma el experto militar Ígor Korótchenko, quien estima que Trump ha diseñado una política tan bien calculada que libra a EE.UU. de toda atadura y da libertad de crear condiciones hostiles, como lanzar un primer ataque contra Rusia.
Para el subdirector del Real Instituto de Servicios Unidos, Malcolm Chalmers “esta es la más grave crisis” en el control de armas nucleares desde la década de 1980. “El mundo quedaría sin límite para los arsenales de los Estados nucleares por primera vez desde 1972”, si colapsan el Tratado NIF y el START que expirará en 2021, explica.
Objetivo oculto
Esta nueva “crisis de los misiles” es el plan de los halcones estadounidenses, y del complejo militar industrial, para que Trump retire a su país de todos los pactos internacionales, regionales y bilaterales. Su meta es practicar una política exterior al capricho del gran capital.
Por tal cerrazón no se ha atendido el llamado del Ministro de Exteriores ruso para reanudar el diálogo de estabilidad estratégica. “Numerosas ocasiones propusimos reanudar el diálogo sobre el INF. La propuesta sigue en pie”, señaló Serguéi Lavrov, el 30 de enero.
Además, Rusia reitera que su misil Novator no viola ninguna cláusula del Tratado y que así lo confirma el hecho de que EE.UU. no haya mostrado evidencia de tal infracción. “Solo buscan salir del Tratado INF”, explica el experto militar Igor Korotchenko a Sputnik.
Luego de que EE.UU. dejase el INF, el presidente ruso Vladimir Putin hacía lo mismo. Y aunque afirma que Rusia no se dejará arrastrar a una nueva carrera armamentista ha autorizado al Ministerio de Defensa a desarrollar nuevos misiles de alcance medio.
El Kremlin desconfía de Occidente, pues hace años que la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) emplaza su arsenal nuclear en su frontera europea. Además, está consciente de que habrá un repunte en el armamentismo.
Teóricamente, Washington y Moscú disponen de seis meses para recapacitar y optar por regresar al Tratado INF. Todo indica que Trump lo cancelará en agosto y que Putin tampoco volverá, opina el investigador del Instituto para la Investigación de la Paz y la Política de Seguridad, Ulrich Kün.
Desconfianza general
Al terminar el Tratado INF, solo queda vigente entre ambas potencias el Tratado de Reducción de Armas Estratégicas ofensivas (START-3) que expira en 2021. Sin embargo, el interés del complejo industrial militar es incrementar la producción de misiles, de ahí la hostilidad de Donald Trump hacia Moscú.
Garantía de 30 años
Durante tres décadas los habitantes del planeta han gozado de una garantía de seguridad nuclear bajo el Tratado de Eliminación de Misiles de Corto y Mediano Alcance (INF). Ese acuerdo se logró en 1987 por el entonces presidente de EE.UU., Ronald Reagan, y su homólogo de la Unión Soviética, Mijail Gorvachov. Ambos se comprometieron a eliminar todos los misiles nucleares y convencionales de corto alcance (entre 500 y 1000 kilómetros) y medio alcance (1000 y 5500 kilómetros). En mayo de 1991, Washington y Moscú lograban eliminar más de 2500 misiles, pero meses después comenzaba a desmantelarse la Unión Soviética y el Pacto de Varsovia, principal oponente de la OTAN.
Por tanto, el diálogo para renovar ese tratado parece condenado al fracaso, además la negociación para prolongar el START-3 debería comenzar a más tardar a fines de este año, pues en 2020 aumentará la confrontación entre republicanos y demócratas por la campaña presidencial y desdeñarán ese asunto.
En cuanto a Rusia, ha perdido la confianza en su interlocutor estadunidense y es probable que no negocie un nuevo tratado nuclear hasta que EE.UU. lo haga con China. “Si llegan a un acuerdo con Beijing podrán invitarnos a negociar. Y habría que incluir en el tratado a la India, Pakistán, Turquía e Israel, que también poseen esas armas”, apunta el senador ruso Vladímir Dzhabarov.
La Unión Europea (UE) teme en conjunto que esta crisis reedite el conflicto de fines de los años setenta y principios de los ochenta en un episodio de la Guerra Fría que tensó a ambos bloques. Por ello, se desplegaron masivamente misiles con cabezas nucleares de alcance medio en territorio europeo, la mayoría en la entonces Alemania Occidental.
EE.UU. despliega sus armas nucleares
En la Guerra Fría, EE.UU. instaló misiles Pershing 2, en la frontera de los países del Pacto de Varsovia y hoy, ha comenzado una escalada similar en Sicilia, Italia, alerta Manlio Dinucci. En ese territorio italiano, EE.UU. tiene dos bases de gran relieve estratégico: la estación Sistema Móvil de Objetivos (MUOS) situada en Niscemi, que vincula todas las fuerzas estadunidenses del planeta, incluidas las nucleares. Otra instalación de gran importancia está en Sigonella, Sicilia y es la Estación transportable Terrestre Táctica Conjunta (JTAGS) de recepción y transmisión del Escudo Antimisiles.
EE.UU. dispone de otras estaciones de rastreo para sus misiles en su propio territorio, Surcorea, Japón y Arabia Saudita. El despliegue de esas fuerzas y armas nucleares en territorio europeo “constituyen un vínculo político y militar esencial entre Europa y Norteamérica”, advierte el documento Análisis 2018 sobre la Posición Nuclear.
La belicosa estrategia de Trump ha tensado tanto la situación que los expertos consideran que el mundo ya vive una nueva carrera armamentista. “Ya no puede evitarse, ya ha empezado. Está en marcha el desarrollo cualitativo de nuevos tipos de misiles, y, si las potencias abandonan los tratados, no habrá límite para el desarrollo cuantitativo”, afirma James Acton del Carnegie Europa.
Sin embargo, en su discurso del Estado de la Unión, Donald Trump abría la puerta a un nuevo acuerdo nuclear con Rusia, China “y otros países”, aunque advirtió que, si ese plan no prospera, él “invertirá en armamento moderno más que las otras potencias nucleares”. En reacción, el siete de febrero, Rusia saludaba la sugerencia del estadunidense, pero subrayaba plantear “propuestas concretas” para negociar.
China y otras potencias estiman que mientras EE.UU. y Rusia posean el mayor poder nuclear en sus arsenales, es prematuro involucrarse en negociaciones que las limitan. En consecuencia, es poco probable que el debate sobre el futuro del INF llegue a un foro multilateral, según estima el director del Consejo de Asuntos Exteriores de Rusia, Andréi Kortunov.
Si EE.UU. y Rusia alcanzaran un nuevo pacto con China, es posible que ésta exigiría un alcance distinto, pues hoy los misiles de esos países son más poderosos que los existentes en 1987. Adicionalmente, esas armas de mayor alcance no solo se lanzan desde tierra sino desde aviones y submarinos.
Misiles y negocio
A 30 años después de haberse pactado el acuerdo antimisiles, su abandono por Washington cambia significativamente el paisaje estratégico global. En el horizonte, todos advierten que se prepara una nueva carrera de armas cada vez más eficaces, más rápidas y más costosas en beneficio del complejo industrial militar.
El colapso del Tratado INF haría del control de armas una prioridad global, pues al dejar sin límites a los Estados que las poseen, aumentará la tensión nuclear que marcó toda la Guerra Fría. Según la investigación Auditoría Atómica, de Stephen I. Schwartz, desde 1940, EE.UU. ha gastado más de 5 mil billones de dólares en desarrollar y mantener su arsenal nuclear.
El costo de cada cabeza atómica oscila entre 18 y 53 millones de dólares (mdd), señalaba en 2017, el analista de la CNBC, Yoni Blumberg. Y se estima que el gobierno estadunidense posee 6800 armas nucleares.
Desarrollar un misil balístico tiene un costo estimado de mil mdd. Fabricarlo para su uso bélico representa decenas de mdd, dependiendo su alcance y tipo de carga. Mantener un misil representa, al menos, un costo anual mínimo de 100 mdd que puede quintuplicarse.
Lanzarlo requiere infraestructura logística como bases específicas, vehículos de lanzamiento, sistema de rastreo de apoyo, radares, equipo humano capacitado y otros diversos insumos que incrementan en miles de millones el costo.
Y aunque desde los años noventa EE.UU. no ha construido una nueva cabeza nuclear o bomba, “ha renovado algunos tipos de misiles para extender su tiempo de vida”, asegura la doctora Lisbeth Gronlund, científica codirectora del Programa Global de Seguridad UCS.
La producción de arsenales nucleares va al alza. En octubre el editor de tecnología del sitio especializado defenseone.com, Patrick Tucker, advertía que el ejército de EE.UU. “conversa con sus socios de la industria para extender el rango de un misil clave en desarrollo que viajaría más allá del límite que permite el Tratado”. Es el Sistema Misilístico Táctico del Ejército (ATACMS).
Con su retiro del INF, Estados Unidos posicionaría sistemas de misiles en Europa. Ya puso en servicio en la ciudad de Deveselu, Rumania, el sistema de misiles Aegis, con base en tierra y drones de ataque desde octubre. Y también insiste en instalar esos sistemas en su base de Redzikowo, Polonia.
Se piensa que, en sus bases de esos dos países, EE.UU. ya ha desplegado sus misiles Tomahawk con ojivas nucleares, que pueden ser lanzados de forma futriva y en solo dos minutos alcanzarían territorio ruso. En contraste, tras retirarse del INF, Rusia presentó sus iniciativas en materia de control de armas a EE.UU. y a otros países de la OTAN.
México contra la amenaza nuclear
En la Guerra Fría, los Estados de América Latina y el Caribe percibían que la operación de armas nucleares los convertiría en blanco de ataques e implicaría una carrera armamentista. Ante tal inquietud, en 1963, y a iniciativa del entonces Presidente de México, Adolfo López Mateos, los Estados de la región iniciaban un proceso de negociación para hacer posible la desnuclearización militar regional. Se reconoce al embajador mexicano, Alfonso García Robeles, como promotor del Tratado de Proscripción de Armas Nucleares en la región de América Latina y el Caribe, que se firmó el 14 de febrero de 1967, en Tlatelolco, Ciudad de México.
“Dado que no hemos recibido ninguna respuesta de nuestros colegas occidentales, el presidente Putin encomendó no volver a abordar el tema y esperar que nuestros socios maduren para reaccionar”, declaró el Ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov.
Además, Rusia se ha comprometido a no desplegar nuevos misiles de corto y medio alcance en Bielorrusia. “Ya no es necesario” pues la actual configuración de fuerzas ruso-bielorrusas permite cumplir con cualquier misión militar desde su emplazamiento habitual, aseguró el embajador ruso en aquel país, Mijaíl Babich.
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Escrito por Nydia Egremy
Internacionalista mexicana y periodista especializada en investigaciones sobre seguridad nacional, inteligencia y conflictos armados.