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Para el gobierno de Estados Unidos (EE. UU.), hoy en manos de Donald Trump, el petróleo representa un arma estratégica que, en su guerra energética contra Rusia, usará también sobre el crudo de los hoyos de Dona, ubicados en el Golfo de México, donde convergen los intereses de México y Cuba.
En el primer cuarto del Siglo XXI, el petróleo se mantiene como la materia prima más comercializada en el mercado global; y, salvo las armas de nueva generación, ningún otro bien tiene mayor peso internacional; y ahora, sus mayores productores y los consumidores lo usan como un eficiente instrumento de coerción.
Sin embargo, tal proceso se produce con la perspectiva de que pronto llegará el Pico Huber; y que el fin del petróleo se definirá cuando su consumo sea mayor a la producción. Los expertos ahora coinciden en que este escenario está lejos todavía; y aunque resulta claro que escasea, las estimaciones varían según los intereses de productores y consumidores.
Esto ocurre cuando una fracción dominante del capitalismo trasnacional ha acelerado sus procesos industriales, comerciales, financieros y, desde la oficina oval de la Casa Blanca en Washington, se emiten decretos políticos mundiales porque actúa, según la definición de Matías Caciabue, como la “nueva aristocracia financiera” y tecnológica (NAFT).
El pasado cuatro de diciembre, millones de cubanos sufrieron, en menos de dos años, un tercer apagón nacional por una falla en la principal termoeléctrica de La Isla. Detrás de este problema, estuvo la falta de petróleo y divisas para importarlo y comprar refacciones, carencias debidas al bloqueo comercial de EE. UU.
Resulta paradójico que los 11 millones de cubanos carezcan de energía cuando los estudios prospectivos establecen que, en su zona económica exclusiva del Golfo de México, La Isla está rodeada de petróleo. Sus reservas serían de unos 10 mil millones de barriles (mdb), según el Ministerio de Comercio Exterior (MCE).
A 166 kilómetros (km), el imperialismo estadounidense se ha propuesto coartar la soberanía de Cuba sobre estas reservas. En 2006, el gobierno de México expulsó a funcionarios cubanos debido a las presiones que el Departamento de Estado estadounidense ejerció en el marco del “caso Hilton”.
Fue en el hotel María Isabel, de la cadena Hilton, donde el Tío Sam obligó a los empresarios estadounidenses –entre ellos los de la firma Cartepillar− reunidos con funcionarios de La Isla a dialogar sobre energía. La Casa Blanca alegó que como el hotel era de una firma estadounidense no podía violar las normas del bloqueo comercial impuesto a Cuba.
El pasado 1° de febrero, Trump reeditó las medidas restrictivas impuestas a Cuba durante su primera presidencia −la prohibición a las empresas estadounidenses para realizar transacciones financieras, entre ellas el envío de pequeñas remesas familiares a La Isla− y la incluyó en la lista de los países que supuestamente patrocinan el terrorismo.
Tal estrategia de asfixia financiero-comercial se agravará con el robo de sus recursos energéticos mediante la pretendida apropiación del Golfo de México. Esta visión imperialista perjudica a nuestro país, cuyas reservas petroleras son estimadas en 22.161 mdb diarios; y todas están ubicadas en esa zona.
En esta región se desarrolla un intenso programa de exploración, particularmente en los campos Zama y Trión, donde se hallan los pozos Nanik 101 EXP, Akubal-1SON y Kuajtla 1, a tres mil 250 metros de profundidad. El objetivo es garantizar la seguridad energética, por lo que la paraestatal Petróleos Mexicanos (Pemex), con sus 65 mil trabajadores, planea elevar sus reservas y su producción en los próximos cincos años (2030).
Se estima que en el Golfo de México hay todavía un enorme potencial de reservas petroleras sin explotar en aguas profundas, poco profundas e incluso en las ultraprofundas.
Todos estos esfuerzos de los dos países latinoamericanos penden hoy de un hilo si el poder de las corporaciones energéticas estadounidenses y el “presidente-empresario” de ese país logran su objetivo: succionar ilegalmente los hidrocarburos del Golfo de México.
Con el grito: “¡Vamos a perforar!”, Donald Trump aceptó su nominación en julio de 2023, y envió un mensaje a las firmas petroleras, que ahora se disponen a incrementar la extracción de crudo, reducir el costo de la energía y con ello la tasa de inflación.
Estos objetivos, el aumento de las ganancias del capital corporativo energético y la apropiación territorial, están detrás del cambio de la denominación del Golfo de México por “Golfo de América”, que ahora promueve el huésped de la Casa Blanca.
La vocación propetrolera de Trump es conocida; durante su campaña electoral pidió mil millones de dólares (mdd) a las corporaciones de este rubro para revertir las normas ambientales. El 23 de mayo de 2024 recibió 40 mdd en el suntuoso hotel Post Oak de Houston, del empresario Tilman Fertitta, reveló Marco Frieri, miembro del Comité Nacional Demócrata.
Pero el fervor petrolero es igual entre republicanos y demócratas. Tanto Trump como Joseph Biden respaldan la extracción de petróleo mediante la práctica del fracking, que es antiecológica y convirtió a EE. UU. en el primer productor mundial de crudo en 2024, ya que produjo 13.2 mdb diarios, más que otros países, informa la agencia CFRA.
El alza en la producción de crudo está destinada a su reserva estratégica y a fomentar sus exportaciones. Así lo anunció el magnate al asumir la presidencia: “Volveremos a ser una nación rica y ese oro líquido bajo nuestros pies ayudará a conseguirlo”.
El petróleo de esquisto, obtenido por fracking, hizo de EE. UU. también el país con más reservas que Rusia, que dispone de 256 mdb; le siguen Arabia Saudita, con 212 mil mdb; Canadá (167 mil), Irán (143 mil mdb) y Brasil (120 mil mdb), según la consultora Atmos International.
El exhaustivo bombeo de crudo en EE. UU. se traducirá en una producción de 13.5 mdb este año, estima la firma CFRA.
En el Golfo de México, EE. UU. posee una línea costera muy vasta y, desde ella, sus empresas acceden al crudo y al gas. Estudios prospectivos prevén que, en tres años, su producción aumentará en 7.6 mdb y en 18 años lo hará en nueve mdb. Así dominará el mercado.
En 2023, la nueva tecnología multiplicó descubrimientos en aguas poco profundas y profundas de EE. UU. en el golfo. Firmas como Talos Energy. British Petroleum (BP) lo hacen en aguas profundas y la Shell Plc acelera sus extracciones en Dover, informa Mordor Intelligence.
Según el Informe sobre el mercado de petróleo y gas del Golfo de México 2024-2029 −del que también dispondrían México y Cuba− su explotación alcanzaría los 25 mil 740 mdb al final de ese periodo.
La voracidad del capitalismo corporativo dedicado a los hidrocarburos alentó al 47º presidente de EE. UU. a asumir el control de los recursos subterráneos del Golfo de México. Ahora, terminado ya el primer cuarto del Siglo XXI, en esas aguas se dirime la soberanía marítima de México, Cuba y EE. UU sobre enormes yacimientos petroleros.
En un futuro cercano, las insaciables apetencias del imperialismo estadounidense lo llevarán a confrontarse con México y Cuba, fue la conclusión de mi reportaje La disputa por el Golfo de México, publicado en Contralínea el 1° de diciembre de 2008, después de consultar a expertos navales y juristas.
En esa investigación periodística se advirtió que los 1.8 millones de km2 del Golfo de México albergan petróleo, gas, pesca y minerales estratégicos, cuya explotación equivale a miles de mdb; y que los especialistas en derecho marino proponen que México, EE. UU. y Cuba se dividan la renta petrolera del área, más alta del planeta, según la Petroleum Intelligence Weekly (PIW).
Por ello, desde entonces se insiste en la negociación de un tratado que defina los límites del llamado Polígono Oriental, donde se hallan los llamados “hoyos de Dona” con sus prometedores yacimientos de petróleo compartido por los tres países. Advertíamos también que, ante la falta de normatividad, “se posibilitaría a las petroleras trasnacionales a hacerse de esos recursos”.
La postergación de negociación entre Washington y La Habana sobre el Polígono Oriental ha dificultado su explotación e inducido a EE. UU. a desconocer la jurisdicción del Tribunal Internacional de Derecho del Mar, así como ahora, tres lustros después, Trump se desentiende del derecho internacional.
Pero volvamos la vista al pronóstico efectuado entonces por el doctor Giancarlo Delgado: en ansia por apropiarse del Golfo, las corporaciones petroleras alentarían a Washington a militarizar su costa, desde Corpus Christi (Texas) a La Florida, donde el Comando Sur tiene su base.
No sobra recordar que Texas, en manos de gobernadores republicanos que han privilegiado políticas favorables a las petroleras, no han escatimado el uso de la fuerza bruta para perseguir y capturar a los migrantes mexicanos y de otros países latinoamericanos y caribeños.
La ilusión de Donald J. Trump de que “EE. UU. vuelva a ser rico” se apoya, entre otros aspectos, en su deseo de competir contra Rusia en el mercado internacional del petróleo. Cuando Vladimir Putin asumió la presidencia, prometió reposicionar globalmente a su país con base en el enorme potencial energético de Rusia, que entonces disponía de 130 mil pozos petroleros y dos mil yacimientos de hidrocarburos.
Pocos politólogos en el orbe saben que “el hombre de la mirada de hielo”, además de ser el hábil dirigente de una potencia mundial, conoce muy bien los asuntos energéticos, pues sustentó una tesis doctoral sobre las reservas energéticas de Rusia y cómo usarlas para reposicionarla en el ámbito mundial, recuerda Ana Teresa Gutiérrez del Cid.
La añeja e histórica puja político-bélica de EE. UU. confirman la atinada visión que el hombre de San Petersburgo tiene acerca de cómo y con qué se debe enfrentar al imperialismo de Occidente y sus actuales jefes.
Hoy atestiguamos que el jefe del Kremlin ha sido exitoso en lo que Daniel Yergin llamó “la diplomacia petrolera”, en la que el petróleo es 10 por ciento economía y 90 por ciento política. Su estrategia ha sido tan eficaz que, incluso en abril 2023, pese a las sanciones de Occidente, las exportaciones de crudo ruso sumaron 8.1 millones de barriles.
Sus principales clientes son economías en auge y gobiernos autónomos de la política estadounidense: China, India y Turquía; lo que provoca mayor malestar y preocupación en Washington.
Por ello, Rusia se convirtió en una máquina exportadora de crudo que ahora surte a clientes antes exclusivos de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP). En febrero de 2024, cuando esos Estados cortaron su producción para mantener alto el precio del hidrocarburo, Washington aceleró su extracción para ganar cuotas del mercado.
Empeñado en socavar las exportaciones de su rival, el entonces presidente estadounidense, Joseph Biden, decretó, el ocho de marzo de 2022, la prohibición de importar combustibles rusos y presionó a sus aliados para que compraran barriles a más de 60 dólares.
A finales de 2023 logró que Reino Unido eliminara gradualmente sus importaciones de crudo y otros productos petroleros rusos. Y la Unión Europea (UE), que dependía en 40 por ciento del petróleo ruso, cortó sus importaciones de gas en dos tercios y ofreció que lo haría definitivamente en 2030.
La Operación Militar Especial rusa en Ucrania exhibió cómo opera el capitalismo energético desde la Casa Blanca y que su objetivo consiste en ganar a Rusia su mercado petrolero. Después de vetar el crudo y el gas rusos, EE. UU. ganó mercados en Países Bajos (hoy su principal cliente), Reino Unido, España, Italia, Francia y Alemania.
El cierre del paso al combustible ruso en Ucrania, ordenado por el servil Volodymyr Zelensky, no solamente violó un contrato, sino que además evitó que Moscú recibiera dividendos por 5.6 mil mdd anuales; y privó de energía barata a millones de europeos ya que, después de tres años de conflicto con Kiev, el Kremlin mantuvo el paso de combustible a la UE.
En esta desenfrenada competencia, EE. UU. ya atrajo a India y no se descarta que vaya por la propia China, su principal rival geoeconómico. Para las corporaciones energéticas, el mercado asiático resulta fundamental como Singapur, Surcorea y Taiwán.
Debemos insistir en que, en la actual carrera del capitalismo energético por controlar el mercado, la caprichosa idea de Donald Trump por llamar Golfo de América al mundialmente conocido Golfo de México se trasluce el dominio absoluto de su petróleo; y que ni éste ni la denominación deben permitirse.
26 de julio de 1976. México y Cuba celebran tratados sobre delimitación marítima de sus espacios transfronterizos.
1976-1978. México y EE. UU. delimitan sus espacios transfronterizos (“hoyos de Dona”) en su Zona Económica Exclusiva. En 1978, el senado estadounidense pide que los incorpore la US Geological Survey.
1979. Los senados de México y EE. UU. ratifican el Tratado Transfronterizo que norma la explotación de hidrocarburos compartidos en el Golfo de México. No existe acuerdo legal sobre los hoyos.
17 de enero de 2001. Entra en vigor Tratado entre EE. UU. y México, que delimita la plataforma continental en el Polígono Occidental; queda pendiente delimitar el Polígono Oriental del Golfo.
2012-2014. Por solicitud de México se dialoga sobre yacimientos transfronterizos y se negocia el Acuerdo bilateral que dos años después ratifica el Senado mexicano.
Ocho de julio 2016. Reunión estratégica México-Cuba-EE. UU. sobre la delimitación del Polígono Occidental. La agencia Reuters subraya que ahí hay crudo y gas por 20 mil mdb.
2014. Reforma Energética en México. Según la Unidad de Inteligencia de The Economist: “Será buena noticia para petroleras privadas, consultadas en ese proceso”.
17 de diciembre de 2014. Barack Obama y Raúl Castro anuncian nueva relación. EE. UU. ofrece a México y Cuba dialogar sobre la delimitación pendiente de sus fronteras en el Golfo de México. Nunca se realiza.
En México operan alrededor de 700 empresas que generan 180 mil empleos directos y 700 mil indirectos, con un comercio bilateral de 37 mil 44 millones de pesos al año.
Para poner fin a la guerra, la Iglesia católica en México se sumó al llamado del Patriarca de Jerusalén, Pierbattista Pizzaballa, quien pidió hacer ayuno, abstinencia y oración este 17 de octubre.
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Escrito por Nydia Egremy
Internacionalista mexicana y periodista especializada en investigaciones sobre seguridad nacional, inteligencia y conflictos armados.