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“El error es uno, lo demás son las consecuencias”. Esta afirmación de la rica sabiduría popular se aplica en muchos aspectos de la vida social y hasta de la ciencia en la que frecuentemente se sostiene que un fenómeno se explica “en última instancia” por tal o cual causa. Esa relación que halla la gente entre un hecho y sus secuelas, siempre y cuando no se excluyan las circunstancias que siempre aceleran o frenan los resultados, puede ser muy útil no sólo para explicarse, sino para atacar la raíz de los fenómenos no sólo indeseables, sino devastadores para el ser humano. En efecto, ahora, en las postrimerías de la “Cuarta Transformación”, ya nos sucedió lo que casi no nos había sucedido durante ese mentado régimen, o sea, apagones en vastas zonas del país, no porque los mexicanos y, sobre todo, los trabajadores mexicanos, no hayan atravesado y estén atravesando por acontecimientos muy graves y, si se puede decir, peores, sino porque esto es ahora, también en expresión popular, “lo que nos faltaba”: apagones.
No se necesita ir a los libros, todos sabemos que causan problemas graves en el hogar, deja de funcionar el refrigerador y si se prolonga la situación, se descomponen los alimentos que cada día están más caros, se detienen el ventilador y el aire acondicionado que, si bien es cierto, puede haber zonas en las que sean un lujo para muy pocos, hay grandes regiones del país en las que la salud de niños y ancianos, sobre todo, depende de que la temperatura de su habitación se mantenga baja. Pero no es todo, ¿y la iluminación y el refrigerador de las tienditas? ¿Y los talleres un poco más grandes? ¿Y las tiendas y almacenes? ¿Y las fábricas con sus máquinas carísimas?
Nadie lo duda, la energía eléctrica es parte de la vida moderna, en nuestro país, la genera, almacena, transporta y entrega, fundamentalmente el Estado a través de una empresa gigantesca que se llama Comisión Federal de Electricidad y, si como se suele decir, se va la luz, “algo huele a podrido en Dinamarca”. Hasta ahora se cuentan varios apagones que han abarcado diferentes regiones y extensiones. El Centro Nacional de Control de Energía (Cenace), organismo encargado de gestionar el mercado eléctrico mayorista, al igual que de la inyección de energía en la red, así como de vigilar que ésta opere de manera correcta, simplemente hizo el favor de avisar con un poco de anticipación que se entraba en estado de emergencia y al poco rato se suspendió el servicio de energía eléctrica en varios estados de la República.
Oscar Ocampo, experto del Cenace, explicó que los hechos derivaron de una desafortunada combinación, es decir, de la onda de calor que atraviesa el país que ha aumentado de manera importante la demanda del fluído eléctrico, junto con la sequía y a que, por supuesto, la oferta del sistema eléctrico mexicano no ha crecido a la par de la demanda. Los hechos son irrefutables y aquí no puede haber otros datos: el país necesita urgentemente actualizar la cantidad de energía eléctrica que produce.
No lo necesita de ahora. Desde que inició el gobierno de Andrés Manuel López Obrador e incluso desde antes, ya debería de estar entre las prioridades del desarrollo económico nacional la generación de la suficiente energía eléctrica. Pero ya bien se sabe que la administración lópezobradorista optó por otros proyectos que están mucho muy alejados de las necesidades estratégicas del país: un aeropuerto alterno, el Felipe Ángeles, al nuevo de la Ciudad de México que se construía en el lago de Texcoco y que resultó una competencia derrotada al original del Valle de México y un tren turístico que no sólo no se ha terminado, sino que optimistamente va a tardar muchos años en mover a 10 mil pasajeros diarios como llegó a declarar Javier May, uno de los encargados de la obra. La refinería de Dos Bocas bien podría ser incluida entre las necesidades apremiantes del desarrollo económico del país, pero no sólo no se ha terminado, sino que será indispensable que el pueblo sea debidamente informado de por qué la obra pasó a reportarse con el doble de dinero gastado del que originalmente se le había presupuestado.
Los líderes de las revoluciones populares han sido reiteradamente atacados y despreciados, pero Vladimir Ilich Ulianov, Lenin, no sólo llevó al poder a las masas hambrientas del Imperio ruso, sino que en los pocos años que pudo estar al frente del nuevo Estado, puso de manifiesto su gran visión para lograr una transformación definitiva de ese inmenso territorio. Me permito ahora citar una importante declaracón suya del año de 1920 con respecto a la entonces novedosa electricidad en la que ponía de manifiesto su claridad sobre el presente y el futuro de la Unión Soviética y el mundo entero. En la I Sesión del III Congreso de las Juventudes Comunistas de Rusia, dijo: “Sabemos que es imposible edificar la sociedad comunista sin restaurar la industria y la agricultura, pero que no se trata de restablecerlas en su forma antigua. Hay que restaurarlas conforme con la última palabra de la ciencia, sobre una base moderna. Ustedes saben que esta base es la electricidad; que sólo el día en que todo el país, todas las ramas de la industria y de la agricultura estén electrificadas, el día en que realicen esta tarea, sólo entonces podrán edificar, para ustedes, la sociedad comunista que no podrá edificar la generación anterior”.
Pero a nosotros ya en 2018 se nos recetó el AIFA, el Tren Maya y una costosísima e inconclusa refinería. No formo parte de los que piensan que la panacea se encuentra rápido y fácil en la inversión privada, aunque no la descarto por completo, pero estoy convencido de que siempre será mejor que los servicios estratégicos de la nación los administre el Estado, que debe ser electo y representar a toda la población, que quienes sólo les deben proporcionar enormes ganancias a sus patrones. En fin, los gobernantes en turno creyeron que el futuro no nos alcanzaría. No se emprendieron proyectos en gran escala para ampliar la producción de electricidad con base en la energía nuclear, ¿quién dijo que en Laguna Verde se terminaba todo? Francia, que tiene una economía 75 por ciento más grande que la de México, ha construido y tiene en operación 59 nucleoléctricas. Tampoco se ha continuado con la determinación necesaria la construcción de hidroeléctricas ni de plantas eólicas ni fotovoltaicas ni geotérmicas, que no hacen uso de combustibles fósiles y se consideran dentro de las energías limpias. Tampoco se atendió la transmisión eléctrica que en zonas importantes del país ya está saturadísima.
Nada de eso se pensó ni programó (las plantas de Iberdrola que se compraron ya operaban y por tanto la oferta no aumentó). Ya enumeré los gigantescos proyectos estrella del gobierno de López Obrador, pero a lo erogado en ellos hay que añadir los gastos de mediatización de la enorme masa de pobres a los que se han estado entregando ayudas en efectivo en diversas modalidades con el fin de evitar peticiones de aumentos salariales o pensiones que incomoden a los señores empresarios, ayudas personales que también son impunemente utilizadas como extorsión a la hora de las votaciones. Un dineral.
Así se ha gastado el presupuesto nacional que para no molestar a los potentados, se ha financiado con los impuestos que pagan los mexicanos que sudan la camiseta y, faltaba más, con dinero prestado. Al final de la administración, la deuda nacional llegará casi al 53 por ciento del Producto Interno Bruto y la liquidará puntualmente el pueblo trabajador pues, como dijo Carlos Marx, el genio: “la única parte de la llamada riqueza nacional que entra real y verdaderamente en posesión colectiva de los pueblos modernos es... la deuda pública”. Así de que ya en unos meses al pueblo mexicano se le impondrán más sacrificios para aumentar el presupuesto nacional que arrastra un enorme déficit y para pagar las deudas contraídas por la 4T y, en lo inmediato, tome sus precauciones porque habrá más apagones. Y, entonces, ¿cuál fue el error original? Haber creído en las promesas de un político del sistema y no emprender con toda la decisión necesaria la organización y la lucha popular.
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Escrito por Omar Carreón Abud
Ingeniero Agrónomo por la Universidad Autónoma Chapingo y luchador social. Autor del libro "Reivindicar la verdad".