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Como regla general, en toda revisión retrospectiva de las relaciones entre países, la característica más común de la trayectoria de su desarrollo suele expresarse con la conocida frase de expertos: “altibajos”. Este término lingüístico también ha caracterizado a la historia de las relaciones entre Rusia y México.
Por primera vez, debido a las crecientes necesidades de comercio y navegación, así como a la atracción mutua entre culturas, el 11 de diciembre de 1890 nuestros países establecieron relaciones diplomáticas, cuyo 135º Aniversario celebramos este año. Después de la Revolución de Octubre de 1917 en Rusia, los vínculos oficiales bajo influencia de la coyuntura geopolítica de aquel tiempo se vieron interrumpidos. Y se restablecieron el cuatro de agosto de 1924 en el marco de la llamada “ola de reconocimientos” que recorrió el mundo y se convirtió en una especie de primer intento de “distensión internacional” para la Rusia Soviética, en la cual México ocupó un lugar digno en la vanguardia.
En 1930, en un contexto de confrontación ideológica global que tampoco dejó al margen a nuestros países, se produjo una nueva suspensión de las relaciones diplomáticas, que no se restablecieron hasta noviembre de 1942, en medio del auge de los sentimientos antifascistas en México y su adhesión a la coalición anti-hitleriana.
Contrariamente a las expectativas, la primera década del periodo de posguerra, marcada por la llegada de la Guerra Fría, lamentablemente tampoco se convirtió en ejemplo de cercanía o estabilidad en la cooperación soviético-mexicana. Sólo en la década de 1960, las relaciones entre ambos países retomaron una trayectoria de desarrollo sostenido, manteniendo esta tendencia en las décadas posteriores.
Los años noventa, tras la disolución de la URSS y el surgimiento de la Federación de Rusia como un sujeto independiente de las relaciones internacionales, en un contexto de tendencias divergentes en el panorama geopolítico mundial, las relaciones ruso-mexicanas volvieron a enfrentar desafíos que exigieron de ambas partes una reconfiguración.
Al mismo tiempo, se abrieron nuevas perspectivas para su desenvolvimiento en el futuro. El optimismo de aquel periodo en buena medida llegó a ser realidad aunque en gran parte aún está por realizarse. Lo importante es que el movimiento progresivo se convirtió en el eje principal del desarrollo de nuestros vínculos durante el cuarto de siglo siguiente y, aunque no exento de nuevas fluctuaciones, continúa siendo un factor determinante hasta el día de hoy.
Es característico que a lo largo de toda nuestra historia compartida en las relaciones ruso-mexicanas con frecuencia se hayan manifestado sentimientos especiales de simpatía mutua entre nuestros pueblos, una constante afinidad espiritual e incluso cierta interconexión de destinos. De ello dan testimonio una sacramental consonancia en la defensa de la soberanía de nuestros países en los siglos XVIII y XIX, la coincidencia temporal de las revoluciones sociales a comienzos del siglo pasado, así como la lucha común contra el nazismo durante la Segunda Guerra Mundial.
Cabe destacar un hecho significativo: nunca hemos tenido conflictos interestatales entre nosotros. Por el contrario, nos ha unido la afinidad de posiciones en numerosos temas clave de la actualidad: el respeto a los principios de igualdad soberana, la consideración de intereses mutuos y la aspiración a un nuevo orden mundial basado en la adhesión al derecho internacional y la construcción de un sistema multipolar justo.
En repetidas ocasiones, México ha desempeñado para Rusia el papel de “ventana” hacia América Latina. Fue uno de los países líderes de la región latinoamericana en establecer relaciones diplomáticas con la Rusia Imperial. Llegó a ser el primero en reconocer al joven Estado soviético y, asimismo, reconoció inmediatamente, en 1991, a Rusia como continuadora y sucesora legal de la URSS. Nunca olvidaremos la ayuda humanitaria proactiva brindada por el gobierno de México en la década de 1920 a las poblaciones hambrientas de la región del Volga.
Preservamos con respeto la memoria del Escuadrón 201 de la Fuerza Aérea Mexicana, conocido como las “Águilas Aztecas”, que combatió en el Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial, cuya 80ª conmemoración de la Victoria celebramos el presente año. Valoramos muy en alto la cooperación con México como uno de los Estados fundadores de la ONU en la construcción del orden mundial de posguerra, así como su papel de actor fuerte y activo tanto a nivel global como regional, con una presencia política significativa en la resolución de problemas de la seguridad internacional y la cooperación.
Y, por supuesto, a pesar de la gran distancia geográfica que nos separa, seguimos sintiendo una única y profunda interpenetración de nuestras culturas que conservan sus sendas autenticidades y al mismo tiempo constituyen uno de los pilares que cimentan nuestras relaciones.
En la crónica de los lazos culturales entre nuestros países quedarán grabados para siempre los nombres de eminentes figuras rusas, tales como el poeta Vladímir Maiakovski, la bailarina Anna Pávlova, el director de cine Serguéi Eisenstein, el científico Nikolái Vavílov y el etnógrafo Yuri Knórozov; así como los de destacados artistas mexicanos, entre ellos Diego Rivera, José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros y Rufino Tamayo. Símbolo del parentesco espiritual entre nuestros pueblos es la figura del artista de origen ruso Vladímir Kibalchich (Vlady), quien halló en México su segunda patria y dejó una huella profunda en la escuela del muralismo mexicano.
En los últimos años, debido a las tensiones geopolíticas en torno a la crisis ucraniana, las relaciones entre Rusia y México han experimentado ciertas dificultades provocadas por la masiva campaña antirrusa de Occidente. Esta campaña ha reactivado una confrontación militar, ha desequilibrado el sistema de regulación político-jurídico y los mecanismos del comercio internacional, ha causado una ruptura de cadenas logísticas, financieras y comerciales.
El entorno tóxico generado por los países de la OTAN en torno a Rusia, así como el lanzamiento de una guerra híbrida dirigida a aislar a nuestro país del mundo exterior y bloquear sus vínculos económicos internacionales, no podían dejar de reflejarse también en la cooperación ruso-mexicana, especialmente si se considera que las relaciones entre Rusia y México se desarrollan en las proximidades geopolíticas y geoeconómicas de Estados Unidos.
Como resultado, en la evaluación de la crisis ucraniana entre Moscú y México surgieron determinadas divergencias. México se sumó a los Estados que condenaron la Operación Militar Especial de las fuerzas armadas rusas, aunque nunca apoyó la política occidental de sanciones económico-financieras contra nuestro país, rechazando toda posibilidad de adherirse a ellas en el futuro.
El Gobierno de México expresó críticas respecto a la decisión de los países occidentales de suministrar armamentos al ejército ucraniano y, en general, sobre la masiva asistencia militar a Kiev. Asimismo, fue uno de los primeros en proponer la creación de un grupo internacional de mediadores para promover negociaciones dirigidas a poner fin al conflicto en Ucrania. Resultaron particularmente significativas las palabras del entonces presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, quien declaró: “… México mantiene el principio de no intervención en los asuntos de otros Estados y no tiene intención de ejercer presión sobre la política exterior de Rusia..., permaneciendo en condiciones de diálogo con ambas partes del conflicto”.
Esa posición de México es considerada por Rusia como amistosa y neutral, orientada a priorizar los intereses nacionales, en lugar de profundizar las diferencias políticas, con énfasis en el uso pragmático y prioritario de las herramientas de cooperación práctica, basándose en la positiva experiencia histórica de trabajo conjunto acumulada a lo largo de los años.
Valoramos altamente ese enfoque de la Parte Mexicana. Entendemos que, dentro del sistema de coordenadas geopolíticas y geoeconómicas en el que se encuentra el país, representa un nivel realista de equilibrio y ponderación. Por nuestra parte estamos siempre dispuestos a corresponder, salvaguardando que México siga siendo un Estado fuerte, políticamente consolidado y económicamente estable, un actor activo en las relaciones internacionales, un factor de previsibilidad y estabilidad tanto global como regional.
Para nosotros, México siempre ha sido un país de benevolencia política y de oportunidades económicas. Representa un vector independiente y de gran valor dentro de la política exterior rusa, orientado al desarrollo constructivo y no a la confrontación geopolítica.
No oponemos nuestras relaciones a terceros, no trazamos líneas divisorias ni formamos alianzas contra nadie. Tampoco forzamos a nuestros socios a escoger posiciones políticas. Construimos nuestras relaciones bilaterales exclusivamente sobre la base del respeto mutuo y del beneficio recíproco. Y seguimos abiertos a reactivar los vínculos bilaterales en la medida en que la Parte Mexicana esté dispuesta a ello.
Según entendemos, el Gobierno de la Presidenta Claudia Sheinbaum comparte este enfoque y se atiene a darles la continuidad a nuestras relaciones bilaterales. Las tareas que tenemos por delante son amplias. Dadas las actuales tendencias contradictorias en la evaluación de la situación geopolítica, se hace más práctica la necesidad de reactivar la cooperación bilateral en todas sus dimensiones.
Ello incluye la intensificación de un estructurado diálogo político bilateral, el fortalecimiento de la coordinación en foros internacionales, el impulso de nuevos proyectos culturales y, por supuesto, la revitalización integral de los vínculos económicos.
Este último rubro, a nuestro entender, resulta hoy particularmente relevante. Durante muchos años hemos reiterado incansablemente que el volumen actual de comercio e inversiones entre nuestros países no refleja plenamente su potencial real. Y hoy, en el contexto de la nueva realidad internacional que se forma, se vuelve más prioritario que nunca buscar e implementar una estrategia conjunta de comercio e inversión, basada en enfoques pragmáticos de los propios actores económicos, en la complementariedad natural de nuestras economías y en la necesidad de diversificarlas.
Ambos países tienen por delante mucho trabajo, pero ya existen ciertos avances tangibles y, lo más importante, una voluntad recíproca y concreta para avanzar. Los foros empresariales conjuntos celebrados este año han identificado áreas específicas de cooperación económica prometedora.
Entre ellas, la ingeniería mecánica, las tecnologías de la información y las comunicaciones, la energía, la industria farmacéutica y la producción agroindustrial. Rusia está interesada en desarrollar y llevar a cabo proyectos conjuntos en éstos y otros ámbitos, así como en ampliar los intercambios científicos, culturales y turísticos.
Estamos abiertos a cooperar estrechamente con México en la resolución de los problemas más apremiantes: desde la lucha contra las epidemias, el afianzamiento de la seguridad alimentaria y la atención de los efectos de desastres naturales, hasta la coordinación de acciones para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible, combatir el cambio climático, enfrentar nuevas amenazas y desafíos y reforzar la estabilidad y la seguridad internacionales, incluida la gestión de crisis.
Tenemos toda la posibilidad para ampliar la cooperación en organismos internacionales como la ONU, el G20, APEC y otros foros multilaterales. Asimismo, estamos abiertos, en caso de haber interés por parte de nuestros socios, a la participación de México en las actividades del grupo BRICS.
El hecho mismo de conmemorarse el 135º Aniversario del establecimiento de las relaciones diplomáticas entre Rusia y México brinda una excelente oportunidad para que ambas partes reafirmen su compromiso con su fortalecimiento partiendo de la convicción de que la cooperación aportará beneficios tangibles y recíprocos.
A lo largo de todo este tiempo, México se ha mantenido como uno de los socios clave de Rusia en la región de América Latina y El Caribe. En la actualidad, la cooperación con América Latina, y particularmente con México, adquiere aún más importancia, convirtiéndose en objeto de intereses estratégicos de Rusia.
El Presidente de Rusia, Vladímir Putin, señaló que las relaciones entre Rusia y México, siendo países de historia milenaria y ricas tradiciones, de energía incomparable, de vibrante colorido nacional y pueblos numerosos, se distinguen por el deseo mutuo de comprenderse y de encontrar puntos de convergencia.
Tenemos todas las razones para mirar al futuro con optimismo. La gloriosa historia de las relaciones ruso-mexicanas nos llena de confianza en que los objetivos de desarrollo planteados en este ámbito serán alcanzados, y los vínculos bilaterales mutuamente beneficiosos recibirán un nuevo impulso y una amplia expansión, en beneficio de nuestros Estados y pueblos, en aras de la paz y la estabilidad internacional.
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Escrito por Nikolay Sofinskiy