El Movimiento Antorchista Nacional (MAN) construye una nueva forma de ser, sentir, vivir, pensar, hacer las cosas, educar a los trabajadores y distribuir la riqueza en México.
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Una lista de enfermedades mentales permanece casi oculta. La medicina la explica desde la neurociencia, pero nuevamente es más recurrente entenderla en medio de los ambientes sociales. Padecimientos como la depresión, la ansiedad, la anorexia, el trastorno bipolar y las conductas suicidas se pueden comprender y explicar desde la perspectiva económico-social.
La académica y socióloga, Maestra en Ciencia Social por el Colegio de México (Colmex), Verónica Viveros Vázquez, coincide con Émile Durkheim en “que las condiciones externas a los individuos, impuestas por la sociedad, moldean la personalidad de éstos”.
Durkheim retomó el planteamiento de Aristóteles en torno a que “el hombre es un ser social por naturaleza” y, en resumen, propone que cada persona posee una dimensión individual, conocida como “ser” o “personalidad”, misma que busca adaptar a su entorno colectivo mediante la socialización y siempre en búsqueda de la armonía entre “seres humanos”, es decir, la buena convivencia.
Sin embargo, en sociedades actuales y llenas de contradicciones socioeconómicas como México, es más probable que la “personalidad” individual se envuelva en conflictos difíciles de resolver, que pueden ser mortales como la única opción eficaz.
“Por ejemplo, las cuestiones de lo que otros esperan. Es muy cultural que el hombre sea el proveedor de la familia, de una casa… entonces, cuando ocurren ciertas cuestiones sociales o económicas, de relaciones y que son externas al individuo, como la pandemia de Covid-19, no se propicia la idea social de que algo está mal, sino esa cuestión personal, donde el individuo siente frustración ante la necesidad de satisfacer las expectativas de los otros, ¡que sea el proveedor de la familia!”, explicó a buzos Viveros Vázquez.
Las Estadísticas a propósito del día mundial para la prevención del suicidio del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), muestran que el problema del suicidio en México es alarmante, ya que en 2024 se quitaron la vida ocho mil 856 personas, es decir, 6.8 suicidios por cada 100 mil habitantes que, aunque son tasas de suicidio relativamente bajas en relación con otros países como Guyana (40.8 muertes por cada 100 mil habitantes) o Uruguay (18.8), la cifra se incrementa y el panorama es poco alentador; según la Organización de las Naciones Unidas, pese a que El Caribe es la región de América con las tasas más altas de suicidio, en América del Norte, la tendencia aumenta.
Además, el último informe del Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia de la Ciudad de México, titulado DiSí a la Vida, revela que tanto la desesperanza como los problemas familiares son las principales causas de suicidio; pero ¿por qué hay desesperanza? ¿Y por qué dentro del entorno familiar ocurren los mayores casos registrados?
Los conflictos intrafamiliares y la falta de esperanza responden a problemas estructurales más concretos como la violencia, la precariedad laboral, la falta de infraestructura en salud (física y mental), las presiones morales y religiosas de los grupos sociales cercanos y/o el canon de belleza impuesto por el auge de la era digital, la Internet como forma de aislamiento social.
Acerca del suicidio es un texto escrito por el Carlos Marx entre 1845 y 1847, y resulta tan actual no sólo para México, sino para los países de economía capitalista. “La clasificación de las diversas causas de suicidios sería la clasificación de los defectos mismos de nuestra sociedad”, explicó el gran economista alemán.
Según el documento del Inegi anteriormente citado, el 73.1 por ciento de las personas de 15 años y más que atentaron contra su vida eran activas laboralmente, es decir, tenían algún tipo de empleo. Entre los hombres, esta cifra representó 80.3 por ciento, mientras que en las mujeres fue de 41.4 por ciento; en cambio, la población que no trabajaba representó únicamente 26.9 por ciento. Este dato es impactante, porque revela que el escenario laboral en México es violento en gran medida; siete de cada diez suicidios fueron cometidos en edad laboral.
Según el mismo organismo, de enero de 2019 a octubre de 2025, se ha brindado apoyo a 38 mil 177 personas en situación de riesgo; y los perfiles más frecuentes de quienes solicitan ayuda son personas de 18 a 30 años, estudiantes (45 por ciento) y personas empleadas (37 por ciento), aquí nuevamente se revela el carácter brutal de los trabajos en México; pues pese a ser más bajo que los casos estudiantiles, el porcentaje es muy similar.
Contrastado con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo del Inegi, durante el mes de octubre se perdieron en México un millón 302 mil 773 plazas laborales, principalmente mujeres y empleados del sector informal, una pérdida de ocupación masiva que no ocurría desde enero de 2022, como consecuencia del Covid-19.
Esto demuestra que la precariedad laboral en México se ha intensificado, o que cuando menos permanece en crisis desde la pandemia; en tanto, ese millón de personas que fue expulsado de su empleo debe adherirse a otra empresa con peores o iguales condiciones laborales, o integrarse al empleo informal.
Es el caso de doña Teresa de Jesús quien, con su marido, decidió, desde hace dos años, montar su propio “negocio” de artículos de piel en Zacapoaxtla, municipio de la Sierra Norte de Puebla, pues las condiciones laborales de la maquila donde trabajó por más de 10 años eran deplorables, según informó para este semanario.
“Apenas vamos poco a poco; llevamos dos años vendiendo nuestros artículos: todo artesanal; es que antes trabajábamos en un taller, pero nos maltrataban mucho (…) nos robaban; era una mala empresa, y ahorita pues ahí vamos: poco a poco nos vamos haciendo de nuestros clientes”, reportó.
La socióloga del Colmex agregó que los policías son también un grupo poblacional vulnerable al suicidio, en parte por las condiciones laborales en que desempeñan sus funciones.
“También es una población en la que el suicidio ha aumentado; eso se me hace muy característico socialmente, porque es lo mismo que comentaba de tener esa expectativa del hombre proveedor; y la imagen del policía, al final, sigue estando ahí; o sea, la demanda de cuidar a la población cuando no tienes los medios, no tienes un trabajo que te respalde, una forma de cambiar de trabajo porque es lo único que estás encontrando; cuando tu trabajo te absorbe tanto que no te permite convivir con tu familia, tener una vida mucho más normal, por decirlo de algún modo; esto es importante, ya que hablábamos de que el mayor número de suicidios se concentra en la gente productiva, pues también en qué tipo de trabajo están las personas que mayormente están decidiendo eso; y a diferencia, por ejemplo, de la mayoría, los policías no se suicidan en su casa: se suicidan en su lugar de trabajo, con su arma en la vía pública”.
El informe Radiografía de los policías en México, presentado por la ONG Causa en Común, señala que los policías mexicanos tienen jornadas de trabajo extenuantes, ganan salarios muy por debajo de lo que ganan los policías en otros países como España; dentro de sus cuarteles los agentes sufren violencia de sus superiores, cumplen largas jornadas, como en Veracruz, donde trabajan acuartelados en jornadas continuas de 15 a 20 días por cinco de descanso.
Casos como éstos revelan los problemas estructurales del mercado laboral mexicano, como la enorme informalidad que precariza a prácticamente la mitad de la Población Económicamente Activa, de 33.1 millones de personas (54.9 por ciento); debemos considerar que este problema oculta otros lastres sociales como la falta de acceso a la seguridad social, a las pensiones por retiro, etc.
Por ocupación laboral, México parece un país ejemplar, con una tasa de desocupación de 2.9 por ciento, inclusive por encima de Alemania; pero la informalidad económica está escondida detrás: son las prolongadas jornadas de trabajo, los bajos salarios, etc.
De hecho, el 33 por ciento de toda la fuerza laboral en México trabaja en condiciones precarias, ya sea gente que labora pocas horas o con horarios excesivos de 48 horas o más, y que percibe salarios de hambre, como en el caso de Teresa y su marido.
“Muy a menudo encontré que, entre las causas de suicidio, estaba el ser destituido de un puesto, el ser rechazado de un trabajo y la baja súbita de los salarios, que tienen consecuencia en que las familias no obtengan lo necesario para vivir; más aún: considerando que la mayoría apenas si gana para comer”, se lee en el texto de hace más de cien años Acerca del suicidio, pero que hoy resulta vigente.
En tanto, Verónica Viveros concluye que “los hombres en edad laboral son los más eficaces en lograrlo (el suicidio) ¿De qué nos habla eso? ¿Solamente del deseo? No es solamente una cuestión psicológica, sino que depende de las cuestiones externas, las cuestiones materiales, las cuestiones sociales e históricas que nos van influyendo para que suceda este tipo de eventos (…) Ya estás en la vida ¿no?, ya no estás en la escuela, la sociedad te avienta a la vida real, ya no tienes a la familia como la parte protectora, ya no se espera que dependas de ella, sino que tú ya tengas tu propia familia”.
Marx observó, en El Capital que, a principios del Siglo XVIII, “la situación social de la fábrica estaba puesta por encima de la vida familiar” y notó cómo, en los asilos-workhouses (una especie de cárceles para indigentes), se desarrollaba la apropiación de fuerza de trabajo subsidiada por los ricos, donde predominaba el trabajo femenino e infantil. “El capital con vistas a su autovalorización ha usurpado el trabajo familiar necesario para el consumo”.
Ese fenómeno de hace tres siglos se mantiene vigente en 2025, pues el sistema, con intención de producir más, permite e impulsa el trabajo de la sociedad: adultos mayores, hombres, mujeres, jóvenes y niños, rompiendo totalmente la estructura familiar tradicional.
Verónica Viveros advierte que esta generación de adultos ha sufrido un cambio de paradigma, porque en la sociedad ya estaban muy marcadas las etapas de la vida; el individuo tiene esposa e hijos a lo largo de vida, es decir su propia familia; pero ahora es como si se hubiera reemplazado toda esa etapa. La gente ya no se casa tan joven, ni procrea tan joven; y aunque parece que la tendencia en las nuevas generaciones consista en buscar la estructura familiar tradicional, las condiciones de vida resultan cada vez más complicadas.
“Estamos viendo esta generación de personas que entramos en ese grupo de edad: de los 30 a los 45, que sufrimos este cambio. La gente ya no tiene tantos hijos como antes; ahora, hasta prefieren tener mascotas, prefieren ver por sí mismos. No sé: viajar, darse una vida mucho más personal y no seguir con el canon de tener una familia tradicional”.
Sin embargo, no se debe limitar el problema del suicidio únicamente a la clase trabajadora. “Como si los únicos en soportar las condiciones sociales actuales fueran los trabajadores, como si en lo que respecta al resto de la sociedad, el mundo existente fuera el mejor de los mundos posibles” destaca Marx en Acerca del suicidio.
Entre los adolescentes mexicanos se ha incrementado la violencia como resultado del uso excesivo de aparatos tecnológicos, en primer lugar, el celular. “Antes no teníamos acceso a tanta información; ahora, con las redes sociales, hay gente que hasta puede grabar su propio suicidio; ya hemos visto, por ejemplo, los últimos eventos que han pasado en escuelas, como la Universidad Autónoma de México; era impensable que alguien entrara y que te fuera a matar; y esas cosas las sabíamos porque pasaban en Estados Unidos (EE. UU.), por ejemplo, pero no acá; entonces es una violencia que ha crecido”, sostiene la socióloga del Colmex.
Por lo tanto, planteó que, si como sociedad no se trabaja conjuntamente desde la familia, la escuela y el mismo gobierno, “es un problema que se desbordará, que será más común y que afectará siempre a las personas más vulnerables”, alertó Verónica Viveros.
Recientemente, la revista Ciencia Latina citó a diversos autores que han elaborado estudios respecto al mal uso del teléfono celular. Destacan problemas de ansiedad y la depresión en adolescentes; pues mientras la tecnología facilita la conexión mundial, también puede ser fuente de estrés y ansiedad cuando se usa inapropiadamente; la adicción a la Internet y al cibersexo pueden deteriorar significativamente la percepción de la salud de los individuos; y la adicción a la Internet y a las redes sociales afecta las relaciones interpersonales de adolescentes.
EE. UU. es uno de los países cuya población padece más problemas mentales. El bestseller de The New York Times, titulado La generación ansiosa, por qué las redes sociales están causando una epidemia de enfermedades mentales en nuestros jóvenes, de Jonathan Haidt, describe varios casos, resultado de diversas entrevistas con los padres.
“Sus historias no se centran en ninguna enfermedad mental diagnosticada. Lo que subyace es una preocupación de que está ocurriendo algo antinatural; y que a sus hijos les está faltando algo –casi todo, en realidad– a medida que se acumulan sus horas online. Éste es un nuevo fenómeno social, que impacta directamente en la percepción de los jóvenes que, por su edad, son más propensos a sufrir los estragos provocados por el uso excesivo de la tecnología móvil, como la depresión, ansiedad, autolesión, incluso pensamientos suicidas”.
El libro describe el caso de una madre en Boston que contó los esfuerzos hechos por ella y su marido para alejar a su hija de 14 años, Emily, de Instagram. Veían los efectos nocivos que ejercía sobre ella. Para restringir el acceso, probaron varios programas para vigilar y limitar las aplicaciones de su teléfono. Sin embargo, la vida familiar derivó en una lucha constante en la que Emily siempre encontraba la forma de sortear las restricciones. Se produjo un angustioso incidente cuando se metió en el teléfono de su madre, desactivó el software de vigilancia y amenazó con suicidarse si sus padres lo reinstalaban.
Para mitigar el problema, el gobierno mexicano debe implementar políticas públicas integrales, con las que se atienda la falta de empleo, la mala infraestructura educativa, etc.; pero, entre esos puntos, difíciles de resolver en el mediano plazo, los especialistas proponen que se invierta más en el ramo de la salud mental. Pero en el Presupuesto de Egresos de la Federación 2024, del total del presupuesto al sector salud, el gobierno morenista apenas destinó 1.3 por ciento a la salud mental, lo que equivale a tres mil 819.4 millones de pesos.
En general, el presupuesto en salud es deprimente; en 2025, por ejemplo, el gobierno, aplicó un recorte del 11 por ciento respecto a 2024, y ejerció únicamente 918.4 mil mdp, equivalentes al 2.5 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB), prácticamente es menos de la mitad de lo recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), que es del seis por ciento.
Las dimensiones son brutales. A la salud mental, el gobierno destina 1.3 por ciento, de un 100 por ciento correspondiente sólo al 2.5 por ciento del dinero acumulado en un año en México; y para mala suerte de los desprotegidos, la brecha de la Cobertura Universal de Salud, que representa el derecho de todos a recibir servicios de salud integrales, se amplía cada vez más, de acuerdo con un análisis del Centro de Investigación Económica y Presupuestaria.
Y a pesar de que existe una Comisión Nacional de Salud Mental y Adicciones y siete programas relacionados con la salud mental, para 2026 contarían con 90.9 mdp menos que en 2025. Si se compara 2024 con 2026, el recorte presupuestal a la salud mental asciende a 13.8 por ciento; esto sucederá pese a que, según especialistas como Viveros Vázquez, la tendencia de casos de suicidio se incrementa.
“¿Qué clase de sociedad es ésta, en la que se encuentra en el seno de varios millones de almas la más profunda soledad; en la que uno puede tener el deseo inexorable de matarse sin que ninguno de nosotros pueda presentirlo? Esta sociedad no es una sociedad; como dice Rousseau, es un desierto poblado por fieras salvajes”, concluye Marx.
El Movimiento Antorchista Nacional (MAN) construye una nueva forma de ser, sentir, vivir, pensar, hacer las cosas, educar a los trabajadores y distribuir la riqueza en México.
Como regla general, en toda revisión retrospectiva de las relaciones entre países, la característica más común de la trayectoria de su desarrollo suele expresarse con la conocida frase de expertos: “altibajos”.
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Escrito por Fernando Landeros
Periodista