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Garous Abdolmalekian
Nació en Teherán, Irán, en 1980, donde vive y trabaja actualmente como redactor jefe de poesía en Cheshmeh Publishing House.
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Nació en Teherán, Irán, en 1980, donde vive y trabaja actualmente como redactor jefe de poesía en Cheshmeh Publishing House y como redactor jefe de la Oficina de poesía juvenil en Irán. Publicó su primer volumen de poesía a los 23 años y recibió por ello el Premio Karnameh al Libro de poesía del año. Pronto le siguieron otros poemarios y premios, no sólo en Irán, sino también en Francia. En la actualidad es uno de los poetas jóvenes más importantes de la escena poética actual y de las voces literarias en Irán. Recibió el Premio de Literatura Roddi en Italia en 2023.

Sus poemas han sido traducidos al árabe, alemán, inglés, francés, kurdo y español. Aunque sus versos están escritos en un lenguaje cercano a la vida cotidiana, son culturalmente críticos. Consigue crear imágenes claras y poéticas que hacen reflexionar. Ha escrito en total ocho volúmenes de poesía persa, el último se publicó en 2019. 

 

Poema para la quietud

Revuelve el té con el cañón de una pistola.

Resuelve el rompecabezas con un cañón de pistola.

Rasca sus pensamientos con el cañón de una pistola.

 

Y a veces

se sienta frente a sí mismo

y saca recuerdos de balas

de su cerebro.

 

Ha luchado en muchas guerras,

pero no es rival para su propia desesperación.

 

Estas pastillas blancas

le han dejado tan descolorido

que su sombra debe levantarse

para traerle agua.

 

Debemos aceptar

que ningún soldado

ha regresado jamás

de la guerra

vivo.

 

La muerte es una montaña

Me dejaste como un río.

Por eso a veces

encuentro peces muertos en mí.

 

Tu regreso

sería la juventud que no vuelve.

 

Desapareciste hacia el final de esta calle

y en el fondo, en el pecho del mundo,

todavía hay un hueco

 

Por qué

no puede la nieve.

 

Por qué la nieve no puede

caer sobre el pasado.

Por qué no puede

dar vuelta la página de esta calle.

 

De qué manera.

Cómo viajo.

Has muerto y

desde todas las ciudades

estás igual de lejana.

 

Los peces muertos flotan en la superficie del agua.

La fiesta flota en la superficie del agua.

Todo lo que hay debajo sale a flote,

pero el agua

no puede disolver mi soledad.

 

Has muerto

y tu muerte es como una montaña

que cuanto más tierra le echamos para sepultarla

más grande se hace.

 

Sitio de excavación

Caían las bombas sobre el colegio,

queríamos pedir ayuda

y llamar a nuestros hijos por sus nombres,

pero se había quemado el abecedario.

¿Cómo se hablan las personas en el infierno?

 

A dónde emigran los cantos de mi tierra.

Dónde se esconden los bailes, los poemas y aquel,

ése, que bebe agua tras las rejas

para poder tragar sus dientes.

 

¡Ay vida!

Esto no es la respiración,

no es respirar,

no.

Es la muerte que entra y sale de nosotros,

 

La guerra arde en cada sitio, lo consume todo

y el camión de bomberos

es incapaz de apagar el crimen.

 

¡Mira!

Se ha quemado mi hija de cinco años.

Tengo su nombre arrugado en mi puño

como un envoltorio de caramelo.

 

No te sientas extraño,

quédate tranquilo hijo,

esto es Oriente Medio.

 

Aquí, donde quiera que excaves,

de la tierra aflorará un amigo,

un querido, un hermano.

 

Cuarto

Alrededor de mi casa

él, que piensa en la pared,

es libre.

Él, que piensa en la ventana,

es triste.

Y él, que busca la libertad

entre cuatro paredes

se sienta,

se pone de pie,

da unos pasos,

se sienta,

se pone de pie,

da unos pasos,

se sienta,

se pone de pie,

da unos pasos,

se sienta,

se pone de pie,

da unos pasos,

se sienta,

se pone de pie,

da unos...

 

¡Hasta tú te cansaste de este poema!

y él aún más,

que se sienta,

se pone de pie...

¡No!

se cayó.


Escrito por Redacción


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