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El bienestar social en la 4T, engañosa bisutería
La pobreza y sus secuelas persisten, y se ahondan, en necesaria correlación con la acumulación de riqueza que cobró inusitada fuerza en este sexenio.
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El presidente López Obrador llegó al poder proclamando “primero los pobres”, por lo que, atendiendo al eslogan, se hubiera esperado una política económica efectiva de combate a la pobreza. Incluso al final del sexenio, en el colmo del cinismo y contra toda evidencia, desde el aparato mediático gubernamental se ha desatado una intensa campaña para convencernos de que ¡ya hay menos pobres! Pura propaganda para ensalzar y legitimar al actual gobierno, propaganda que se da de bofetadas con la realidad cotidiana de las familias trabajadoras. El hecho es que la pobreza y sus secuelas persisten, y se ahondan, en necesaria correlación con la acumulación de riqueza que cobró inusitada fuerza en este sexenio. Con terquedad digna de mejor causa, López Obrador rechazó aplicar un esquema fiscal progresivo que cobre proporcionalmente más a los que más ganan: con los ricos no había que meterse. En línea con ello, y no por simple omisión, no se aplicó un programa distributivo científico e inteligente; se ignoró el más elemental arreglo institucional que pudiera conducir hacia la meta planteada, en el caso de que hubiera existido la sincera intención de alcanzarla.

Los programas sociales de combate a la pobreza no fueron diseñados como mecanismo distributivo. Al respecto, el doctor Julio Boltvink, profesor e investigador de El Colegio de México, en entrevista con La Jornada (17 de septiembre de 2023), advierte: “La política social no cumple con ‘primero los pobres’. El paquete de programas sociales del gobierno federal no está focalizado hacia los hogares de menores ingresos, por lo que el principio presidencial de ‘primero los pobres’ no se está cumpliendo”. Y va al detalle.

Emplea el concepto estadístico de deciles, indicador de distribución del ingreso que divide una población en 10 partes del mismo tamaño; el primero (I) incluye al sector de menores ingresos, y así hasta el diez (X), el 10 por ciento de más altos ingresos. “Con base en el análisis del Instituto de Estudios sobre Desigualdad, el investigador aseguró que es muy claro que se gasta más, pero una parte creciente de ese gasto no llega a los más pobres, porque los programas sociales no son focalizados. El programa más importante de todos es la pensión universal de adultos mayores –en monto, en importancia política y social–, pero el decil que menos la recibe es el I (los hogares de más bajos ingresos del país), con una cobertura de 14 por ciento (véase bien, sólo el 14 por ciento de los hogares más pobres reciben la pensión, APZ). La pensión universal llega al 22 o 23 por ciento de los hogares del decil V, VI, VII, por ejemplo. Y el 19 por ciento del decil X (los hogares con más altos ingresos), están cobrando la pensión (…) La política de proteger a los adultos mayores está muy bien, considera el investigador de El Colegio de México, pero no todas las personas de más de 65 y 68 años son pobres (…) En 2018, 23 por ciento de todos los hogares que recibían programas sociales (dinero en efectivo) pertenecían al decil I. En 2022, es nueve por ciento. Mientras en el decil X, dos por ciento recibía la transferencia en 2018, y en 2022 subió a ocho por ciento” (La Jornada, 17 de septiembre de 2023). Así, el programa resulta ineficaz desde su diseño para el efecto declarado: su fin real es la compra de votos. Y analizando en detalle, vemos que la realidad es igual o más cruel que antes para los mexicanos de bajos ingresos.

En la salud, queda para la antología del escarnio la burla sangrienta del Presidente de que los mexicanos tenemos ya un sistema de salud como el de Dinamarca. He aquí algunos indicadores del abismo que nos separa de aquel país y otros verdaderamente desarrollados. La expectativa de vida en Dinamarca es de 81.5 años, en México, 75.4; prevalencia de diabetes en adultos: Dinamarca 5.3 por ciento, México 16.9 por ciento (porcentaje 2021); población con obesidad: Dinamarca 18.5 por ciento, México 36 por ciento; gasto en salud per cápita (en dólares): Dinamarca, seis mil 280; México, mil 181; enfermeras por cada mil habitantes: Dinamarca, 10.2; México, 2.9; camas de terapia intensiva por cada cien mil habitantes: la media en los países de la OCDE es de 16.9; Estonia, 41; Estados Unidos, 21; México, 7.6; unidades de tomografía, resonador y PET-CT por cada millón de habitantes: la media de la OCDE, 48; Dinamarca, 61; México, 11 (Fuente: OCDE, Informe de indicadores 2023).

En lugar de resolverlos como prometió, este gobierno ha agravado los problemas sociales que el neoliberalismo había ya creado. Y ahora, de manera mendaz, se pregonan supuestos éxitos, y como la mentira oficial se ha vuelto costumbre, muchos ya se habituaron a comulgar con ruedas de molino y aceptan pasivamente verdaderas barbaridades, justificadas con aquello de “yo tengo otros datos”, grosera forma de negar la realidad… y evadir la responsabilidad. En esto vino a quedar este gobierno que tantas expectativas creó y que machaconamente insistió en que “era diferente”. Pero a la realidad no se la puede engañar.

La educación es otra zona de desastre inocultable. Forbes, del 12 de marzo de este año, publicó. “Alejandra Llanos Guerrero, coordinadora de educación y finanzas públicas del Centro de Investigación Económica y Presupuestaria, dijo que para este 2024 se destinó un 3.2% del Producto Interno Bruto (PIB) a la educación (porcentaje menor a lo asignado en 2018, APZ), cuando el mínimo recomendado por organizaciones e instituciones nacionales e internacionales es de un 4%. Instituciones como el Banco Mundial incluso recomiendan que se debe destinar cerca del 8% del PIB a la educación, este gobierno y otras administraciones en el pasado no lo han logrado (…) (además) En 2023, hubo 1.4 millones de niñas, niños y jóvenes menos en la escuela que en 2018 (inicio del gobierno de AMLO). Lo cual incidió en una caída de la eficiencia educativa, dijo la coordinadora”. Acierta al decir que tampoco gobiernos anteriores aplicaron ese porcentaje, pero, recordemos, la 4T se dice “diferente” y prometió acabar con los vicios del neoliberalismo, pero los agravó.

La Crónica, con base en IMCO y OCDE (seis de mayo de 2024) señala: “Se agrava crisis; educación Básica en México, la más baja de los últimos 20 años: IMCO. Según la prueba PISA 2022, OCDE, los estudiantes mexicanos registraron un retroceso de al menos 16 años en matemáticas, lectura y ciencias, pues obtuvieron puntajes iguales o inferiores a los de 2006 en esas tres materias. La crisis educativa que atraviesa México se ha agravado en el último trienio, lo que ha llevado a que la escolarización en Educación Básica sea la más baja de los últimos 20 años, sin contar que más de un millón 200 mil niños y jóvenes de educación obligatoria no han logrado regresar a las aulas tras la pandemia (…) en el caso de primaria y secundaria está en su nivel más bajo desde 2006 (…) México es el tercer país peor evaluado en la prueba PISA entre los 37 países miembros de la OCDE. En Matemáticas se encuentra 77 puntos por debajo del promedio y 75 puntos por debajo en Ciencias, lo que equivale a casi cuatro años de escolaridad” (La Crónica, seis de mayo de 2024).

Y las perspectivas no son nada halagüeñas para la administración entrante, pues no se ve cómo podría revertir el deterioro en el bienestar social. El nuevo gobierno insiste (amenaza) en que aplicará la misma política de López Obrador. Sin duda lo intentará, pero por muy dogmáticos (o fanáticos) que sean sus líderes, no pueden ignorar la realidad; cada Presidente actúa en función de sus circunstancias, no sólo de su ideología. Y la situación nacional se ha complicado enormemente en estos años. Las contradicciones económicas, sociales y políticas se agudizan; los problemas desatendidos reclaman solución, se han tornado insoportables y crece el peligro de brotes de inconformidad social.

El esquema económico es insostenible. Luego de haber saqueado todos los recursos a su alcance, el dinero se agota. El actual ejercicio fiscal opera con un déficit de seis por ciento del PIB, el más elevado en los últimos cinco sexenios. El gasto público es de nueve billones de pesos y para solventar el déficit se contrató deuda por dos billones, ocasionando fuertes críticas de instituciones internacionales; en respuesta, para transmitir seguridad a los inversionistas, Hacienda prometió reducir el déficit a 3.5 pr ciento del PIB para el próximo año, lo cual implica un recorte al gasto por 834 mil millones respecto al actual. ¿Y cómo lo lograrán? Recortando en los programas de apoyos u otros gastos sociales. El gobierno, pues, ya no tendrá todo el dinero que tuvo para repartir y ganar adeptos. Se están ahorcando las finanzas públicas por el afán desmedido de gastar y por la tozuda negativa de aplicar más impuestos a los multimillonarios. El modelo económico de la 4T, base de su modelo social y político, está crujiendo por todos lados.


Escrito por Abel Pérez Zamorano

Doctor en Economía por la London School of Economics. Profesor-investigador de la Universidad Autónoma Chapingo.


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