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A la espera del Cisne Negro de 2025
Este año podría atestiguar un evento que trastocará la ya convulsa escena internacional, tal fenómeno se denomina Cisne Negro. Prepararse para ese futuro y hacer el mundo menos aleatorio de lo que hoy es, exige usar la prospectiva que evitará sobresaltos a los estrategas mexicanos.
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Este año podría atestiguar un evento que trastocará la ya convulsa escena internacional, tal fenómeno se denomina Cisne Negro. Prepararse para ese futuro y hacer el mundo menos aleatorio de lo que hoy es, exige usar la prospectiva que evitará sobresaltos a los estrategas mexicanos.

Si el 2024 fue un año difícil para la mayoría de los ocho mil millones de habitantes, ante 2025 el pronóstico no mejora, pues siete de cada diez personas prevén eventos muy disruptivos. Esperan desde saltos económicos hasta el uso del arma nuclear en un conflicto, auge en la inmigración y fenómenos atmosféricos extremos.

A ese futuro volátil y complejo se suma el incremento de tensiones internacionales por la segunda presidencia de Donald Trump y la ayuda militar por dos mil 500 millones de dólares (mdd) de Joseph Biden a Ucrania, cuya ofensiva fracasa en la región rusa de Kursk.

Ésas y otras crisis se expanden con Palestina, Líbano y Siria ocupados por la dupla Washington-Tel Aviv o la inestabilidad sobre Georgia, luego de que su prooccidental expresidenta, Salomé Zurabishvili, se uniera a quienes impugnan la elección del presidente Mijeil Kavelashvili.

Más allá de esos eventos profanos, el ámbito científico-tecnológico ha logrado hazañas sin preedentes ante las que la humanidad se muestra incapaz de prever los efectos negativos. El 27 de diciembre se anunció un avance definitivo en la forma hasta ahora concebida de la comunicación.

En un hecho alusivo a la ciencia ficción, la Universidad de Northwestern logró la teletransportación cuántica mediante Internet. Con ello se demostró que existe la posibilidad de combinar las redes cuánticas y clásicas en una infraestructura de fibra óptica compartida. Es decir, transmitir mensajes a largas distancias.

Aprovechar esa posibilidad para mejorar la comunicación entre comunidades mundiales o inhibir ese proceso mediante la manipulación desde las élites constituiría un evento de Rinoceronte Gris, como se describe más adelante.

Contrastante con eso, en el horizonte surgen advertencias de un suceso improbable (imposible de prever porque no se funda en una razón prudente), imprevisible (que no entra en lo posible ni imaginable) y que causará gran impacto internacional. Ése sería un Cisne Negro.

Lo imprevisible

El concepto nace con la teoría del matemático libanés-estadounidense, Nassim Taleb, quien lo define como un evento raro y que se presenta sorpresivamente; aunque se muestre como improbable y no figure en la expectativa cotidiana.

Esa teoría se remonta a la convicción imperial europea del Siglo XVII de que su idea del mundo valía para todos y en todas partes. Un ejemplo era la convicción entre británicos y holandeses de que sólo existían cisnes blancos hasta que esa creencia mostró su inexactitud.

En su búsqueda de territorios qué ocupar, los europeos descubieron un mundo contrario a su imaginario. Al llegar a costas australianas, el capitán holandés Willem de Vlamingh descubrió varios cisnes negros. Tal hecho sacudió los cimientos de su concepción e impactó en Europa y el mundo hasta entonces conocido.

Con esa historia, Taleb elaboró su teoría de lo excepcional. Esa metáfora no es casual: el descubrimiento de esas aves con plumas negras era improbable, pero se reveló realmente y cambió una idea inamovible; por eso, Taleb la eligió para cuestionar los modelos de análisis previos.

Sus premisas son: el Cisne Negro siempre se presenta sorpresivamente; genera gran impacto político, social, económico y, tras su aparición, se intenta racionalizar como algo explicable, esperado y obvio. Pero no lo es.

En todos los ámbitos ha habido Cisnes Negros: desde el Caballo de Troya de los aqueos para tomar aquella fortificada ciudad hasta el asesinato del Archiduque austriaco Francisco Fernando en 1914, que sirvió de pretexto par iniciar la Primera Guerra Mundial, que redibujó tanto la política y fronteras globales.

Al emerger, los Cisnes Negros pueden trastocar toda nuestra civilización. Sin duda, fueron Cisnes Negros tanto el ascenso nazi en Alemania (1930), como la Revolución Islámica de Irán (1979), la desintegración de la Unión Soviética y el bloque socialista (en los 90); y desastres como el nuclear en Chernobyl (1986).

Aunque es imposible anticiparse a un Cisne Negro, Taleb propone que debemos estar preparados ante eventos imprevistos. Hacerlo significa centrar los esfuerzos en analizar las consecuencias y no las probabilidades de un suceso.

Tres son las características de un Cisne Negro: probabilidad, impacto y su predictibilidad retrospectiva. Por tanto, es inesperado, atípico y sin evidencia de que vaya a suceder. Es improbable, porque en retrospectiva no era predecible, aunque el hecho ocurra sin previo aviso y con ello sorprenda. Por eso su efecto parece de alto impacto.

Millones sentimos la perspectiva multidimensional de los Cisnes Negros en este siglo, como los sorpresivos ataques del 11-S, que minaron toda idea de certidumbre global; el salto de China a la escena mundial y el efecto de la pandemia de Covid-19 en la cadena mundial de suministro.

Está por determinarse si el choque de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) contra Rusia, la absorción de Europa por Occidente y la toma de Medio Oriente por el sionismo generarán Cisnes Negros. Sus efectos nos darán la respuesta.

Cisnes en vuelo

Este primer cuarto del Siglo XXI, algunos ejercicios prospectivos apuntan hacia algunos Cisnes Negros hipotéticos, para los que el mundo no está preparado. Uno sería en el corto plazo y es el de la escasez planetaria de recursos estratégicos para mantener el modo de vida de miles de millones de personas.

Desde una mirada especulativa, analistas en inteligencia de Crisis 24 alertan de otro Cisne Negro: un hipotético evento que, derivado de los conflictos armados, peligrosos para la cadena de suministro, amenace la seguridad de la economía mundial.

Si se altera la ciberseguridad de tal serie de bienes y servicios, o si esa cadena sufre ataques, conformaría posibles eventos de Cisne Negro. Cada vez más intrusiones desde la Inteligencia Artificial (IA) exhibe nuevas debilidades en los flujos digitales.

Bastaría con implantar un código malicioso en un plan de suministro para romper la logística global o alterar el análisis predictivo con el objetivo de sabotear inventarios, crear escasez generalizada y pérdidas financieras.

En el imaginario colectivo siempre se ha considerado el ataque de una civilización extraterrestre como amenaza que, si se produjera, sería un verdadero Cisne Negro, tal como serían los efectos por la explosión de una supernova cercana hasta los derivados por un gran salto en biotecnología que trastoque el mundo conocido.

Todo es posible. Sobre todo en una sociedad tecnificada donde la IA ya lidera los aspectos más refinados de la vida contemporánea. Para algunos analistas, otro Cisne Negro sería esa dependencia que vulnera a millones de usuarios contra la manipulación de los metadatos.

Explican que, dado el contexto de interconección global, con miles de dispositivos conectados, la próxima generación de metadatos dará más herramientas sobre nuestra personalidad a las empresas tecnológicas.

El filósofo Byung-Chul Han describió así ese proceso: “vamos en una carrera detrás de la información, sin alcanzar un saber”, por la apropiación de una minoría sobre las ventajas tecnocientíficas que debieran beneficiar a las mayorías.

Y como el futuro es inasible, también es probable lo inesperado. Hoy, nadie puede saber qué efectos tendrá el control de los metadatos a mediano y largo plazo. Es decir, ignoramos si por ello surgirá un Cisne Negro.

Expertos atisban otro Cisne Negro por el carácter del impacto de las crisis de seguridad en el comportamiento humano. Alertan igualmente sobre el riesgo de que las sociedades de control reemplacen a las sociedades disciplinarias, causando un perfil disruptivo de todo cuanto nos es conocido.

Los ejemplos son el expansionismo sionista, el dominio de los outsiders en EE. UU., los “libertarios” en nuestra América y la expansión neonazi en Europa, que apenas tres décadas atrás era referencia de civilidad.

La obsesión por el individualismo, la excepcionalidad y el racismo podría derivar en un nuevo Cisne. Los analistas también prevén que la obsesión de las superpotencias por la seguridad anuncia el llamado Síndrome de Sherwood.

Esa estrategia imita la leyenda del héroe (Robin Hood) que lucha contra la opresión del Estado; la usó el comisionado de los Mossos d’Esquadra (Policía local) David Piqué para justificar su represión contra los proindependentistas catalanes.

Y recoge la tendencia por la que, crecientemente, los cuerpos policiales más represivos buscan la confrontación y justifican la dura represión. Con ello causan gran daño a la imagen y demandas de quienes protestan contra el poder político. Fenómeno similar ocurrió en universidades estadounidenses, cuyos estudiantes protestaban contra los ataques israelíes sobre los palestinos.

Las autoridades de los campus autorizaron a la policía la represión contra los estudiantes que se forman para ser científicos, médicos, abogados, políticos o creadores de tecnología de sexta generación, acusándolos de violar el reglamento de la escuela.

Tal opresión de la vida presagia la expropiación de los derechos sociales a controlar el sistema, advierte Patrick Armstrong de la Strategic Culture Foundation. Si tal propensión se mantiene bajo diversas expresiones, en algún momento se convertiría en un Cisne Negro de incalculable expresión y alcance.

Otra preocupante tendencia lidera la agenda de los sociolingüistas como el novedoso Cisne Negro: la extensión de un lenguaje cada vez más crudo, que abandona la narrativa tradicional por una binaria y por la negación de la verdad.

Zoológico geopolítico

Cada vez más, el análisis del porvenir recurre a ejemplos zoológicos que describen a los actores que hoy protagonizan la escena global. A los Cisnes Negros, les siguen los Rinocerontes grises, término acuñado por la analista Michele Wucker –quien identificó la crisis político-económica de Argentina y Grecia– y alude a un peligro probable, obvio o visible que afecta directamente al observador.

Tanto Cisnes como Rinocerontes expresan riesgos y oportunidades geopolíticas; aunque los segundos implican episodios previsibles como una guerra o pandemia.

La relación entre los eventos impredecibles y de alto impacto como los Cisnes Negros se ejemplifican en el conflicto OTAN-Rusia. Pese a la expansión de esa alianza hacia el este y el incumplimiento de Europa y EE. UU. a los Acuerdos de Kiev, nadie esperó la Operación Militar Especial Rusa, explica Andrew Grant, de la firma de análisis McKinsey.

Por su parte, el experto Andrew Grant encuentra que tal acción mostró la necesidad de esforzarse “por anticipar la gama más amplia posible de escenarios” para concretar la planificación y la consecuente preparación.

Por ello, Grant estima que los posibles Cisnes Negros abarcarán desde la implosión política de una economía importante, la destitución forzada de un líder –como Bashar al-Assad, en Siria– hasta un conflicto regional significativo.

Contraria a la naturaleza impredecible de los Cisnes, los Rinocerontes Grises son riesgos probables a largo plazo, aunque sus dimensiones exactas no se perciban con claridad. Se sabe que se lanzarán contra nosotros y causarán daños materiales, pero ignoramos cuánto y cuándo.

Para organizarse contra esos Rinocerontes Grises, debemos apartarlos cuando embistan. A veces lo hacen varios simultáneamente en un “choque”; entre ellos, el radar identifica la gran competencia estratégica entre potencias con el riesgo de que se intensifiquen los conflictos regionales, en este caso en Asia.

Ese continente atestigua una paradoja: el efecto positivo de la tensión geopolítica entre potencias con la emergencia de “Estados-pivote” (India y Vietnam), que hoy son atractivos para la inversión del llamado friendshoring.

Otros rinocerontes se avecinan e incluyen la prolongada escalada en Medio Oriente, enfriamiento de relaciones entre aliados y presiones internacionales y nacionales contra gobiernos que escalen conflictos directos e indirectos.

Si los gobiernos y organismos no han desarrollado capacidades para evaluar riesgos, aprovechar oportunidades e incluso retroceden, habrán perdido la ocasión de operar desde una zona segura, alertan los expertos en prospectiva.

Para Anke Raufuss, un efecto positivo de la tensión geopolítica actual ha sido el surgimiento de geografías pivote, como India y Vietnam, frente a oportunidades adicionales para la inversión ante el llamado friendshoring (cooperación entre Estados para compartir intereses políticos, económicos y comerciales).

Hacia el porvenir

La humanidad siempre ha visto hacia el futuro tras leer e interpretar las tendencias. Anticiparse no es tarea de analistas, sino de todos; y para ello es útil recordar la fórmula del filósofo francés Theilhard de Chardin (1881-1955): “todos los acontecimientos venideros proyectan su sombra por anticipado”.

Se sabe que John F. Kennedy y François Mitterrand recurrieron a la prospectiva para determinar las fuerzas de influencia mundial; hoy lo realizan los gobiernos de los países más industrializados (G-7) y antihegemónicos, tanto Venezuela como China y Rusia.

Agencias de inteligencia en el mundo utilizan la teoría del Cisne Negro para detectar eventos atípicos, de alto impacto y que deben explicar razonablemente cuando hayan ocurrido. De ahí la necesidad de anticiparlos.

Con visión prospectiva, el gobierno mexicano debería ser capaz de atisbar posibles escenarios internacionales, procesos de transición e innovaciones técnicas determinantes frente a su porvenir. Ser capaz de explorar, anticipar e imaginar estructuralmente el futuro permitiría planificar los próximos 20, 50 y hasta 100 años.

Conscientes de las limitaciones impuestas por el futuro, debemos prepararnos ante eventos sorpresivos. Como concluyó Taleb: “desde la perspectiva del Cisne Negro, estamos expuestos a lo improbable sólo si dejamos que éste nos controle”. 

 

 

Cisnes Negros 2000-2019

1989. Cae el Muro de Berlín. El repentino colapso del muro que rodeaba la zona oriental simbolizó el fin de la Guerra Fría. Fue inesperado y condujo a cambios políticos profundos en Europa.

1990’s. Nace Internet. Aunque ya se habían sentado las bases, la mayoría de los expertos no previeron la rápida adopción e impacto transformador de la Internet en la sociedad, economía y comunicación. 

2001. Ataques del 11-S. Contra instituciones icónicas del imperialismo estadounidense: el Centro Mundial de Comercio (Torres Gemelas en Manhattan, Nueva York) y el Pentágono. Fueron inesperados, tuvieron profundo impacto global, condujeron a cambios en políticas de seguridad, acciones militares y relaciones internacionales.

2000’s. Ascenso de las redes sociales. El rápido crecimiento de plataformas como Facebook y Twitter innovó la comunicación e interacción social de formas que no se habían anticipado.

2000-2010. Progresismo en América Latina. Nuevas condiciones tras dos décadas de intensificación en las disputas por la reconfiguración de las relaciones políticas, nacionales y regionales hacen posible la emergencia de gobiernos progresistas heterogéneos, aunque con cierta visión común.

2008. Crisis financiera. Colapso de las mayores instituciones financieras que condujo a la quiebra del mercado de vivienda y a la crisis de las hipotecas; fue largely unforeseen y resultó en recesión mundial, suicidios masivos de deudores y desconfianza en bancos.

2020. Covid-19. Brota un nuevo virus y se expande globalmente, con efectos drásticos sobre la vida cotidiana (salud, economía y ámbito social); tomó desprevenidos a muchos gobiernos y organismos sanitarios. A la par, el deterioro de la relación China-EE. UU. escaló.

 

 

Prospectiva, no adivinación

Anticipar representa una ventaja competitiva, pues define escenarios viables, evita riesgos y anuncia oportunidades. El interés por anticipar el futuro se concretó como disciplina a mitad del Siglo XX y el filósofo francés Gaston Berger empleó el vocablo “prospectiva” (del latín pro: adelante, y spectare: mirar) para designar a la ciencia que mira o estudia el futuro.

La Prospectiva se entiende como el conjunto de tentativas sistemáticas para observar, a largo plazo, el futuro de la ciencia, tecnología, economía y la sociedad para identificar los procesos emergentes que probablemente produzcan mayores beneficios, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).

Prospectar es una ciencia, no un método de adivinación. Por eso, el análisis prospectivo sistematiza la imaginación y la razón sobre el futuro. Para identificar temprano los fenómenos que tendrían un impacto global considerable se requiere el análisis prospectivo, que integra el conocimiento multidisciplinario con mentes disruptivas, capaces de pensar fuera de lo convencional y de modo heterogéneo en un proceso que implica métodos interactivos y redes de expertos que intercambien información para construir una visión estratégica.

El capitalismo corporativo, los gobiernos de países industrializados y las agencias de inteligencia operan con visión prospectiva.


Escrito por Nydia Egremy

Internacionalista mexicana y periodista especializada en investigaciones sobre seguridad nacional, inteligencia y conflictos armados.


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