En su célebre obra El Origen de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado, el filósofo alemán Federico Engels muestra cómo estos atributos esenciales de la especie humana son un producto histórico.
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“La guerra es una prolongación de la política, por medios violentos” estableció como su más famoso apotegma Carl Von Clausewitz, uno de los más destacados e influyentes historiadores y teóricos de la guerra. Sus ideas fueron muy valoradas por distintos pensadores, filósofos, economistas, sociólogos y políticos. En los momentos que vive el planeta entero, vemos cómo ese viejo apotegma tiene una total vigencia, pues ahora, pero a niveles geoestratégicos, la guerra juega un papel muy importante en la confrontación entre lo que se llama el Sur Global frente a Occidente.
El Sur y Este globales están encabezados por Rusia y China, naciones que buscan que el mundo entero deje de ser explotado por las naciones más depredadoras de la historia: Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Italia, y demás países de Europa occidental y países del AUKUS –Australia Nueva Zelanda, Canadá, etc.–, sumándole las naciones satélites del imperialismo occidental, que se ubican en Asia, como Japón, Corea del Sur, etc.
Pero, y eso nunca debemos perderlo de vista, esa confrontación de Occidente con el Sur Global, no sólo se da en lo económico, en lo político y militar, sino también en el terreno ideológico y cultural. En particular en el cine se da esa confrontación. Toda la maquinaria de propaganda occidental se aplica para qué, en las formas de exhibición del cine, en sus distintas variantes (plataformas streaming, televisión, redes sociales, salas de cine, etc.) sean exhibidas las cintas de ficción, series, documentales, docuseries, etc. que hagan apología del capitalismo occidental. Y una constante que ha sido aplicada durante décadas es la idea de que Estados Unidos fue quien derrotó al peor peligro que ha sufrido la humanidad, la agresión de la Alemania Nazi en la Segunda Guerra Mundial (SGM) a Europa y La URSS.
La idea que machaconamente han venido inoculando en la conciencia colectiva sin escatimar ningún recurso, es que la humanidad entera “debe estar agradecida con el imperialismo yanqui”. Cuando uno compara las obras cinematográficas norteamericanas con las rusas, inmediatamente puede uno constatar que el cine gringo y occidental nos presentan regularmente –como parte de ese lavado de cerebros– historias de héroes imbatibles cuyas “cualidades” individuales son las que al final de cuentas explican el triunfo de la causa. Es una burda promoción del individualismo y del idealismo, pues no son las masas las que realmente han logrado los triunfos y los cambios progresistas en la sociedad, sino las “grandes personalidades”, hacedoras de la historia. En cambio, en las cintas rusas, particularmente las soviéticas, los individuos juegan un papel, pues le ponen un sello a las victorias, las derrotas o los grandes cambios; pero el cine soviético, y actualmente el ruso, no dejan de ubicar el verdadero motor de las victorias militares y los grandes cambios que originan la acción de los ejércitos cuando su fortaleza, su disciplina, su estrategia y tácticas, permiten vencer a los contrarios.
En ese sentido, le comento, amable lector, la cinta rusa T-34, realizada por Aleksei Sidorov en 2019, que nos narra la hazaña de un grupo de soldados soviéticos que tripulan el tanque T-34, un legendario tanque fabricado en la Unión Soviética y que se convirtió en la Segunda Guerra Mundial en un arma muy eficaz contra los invasores nazis (los tanques soviéticos que antecedieron a este vehículo y que participaron en la Guerra Civil Española mostraron serias deficiencias, lo cual obligó a los soviéticos a trabajar con mucha rapidez, ante la inminente invasión de las hordas fascistas a la Unión Soviética, para diseñar y fabricar un tanque con innovaciones que lo hicieran más letal para enfrentar el poder de los tanques alemanes, toda la artillería y demás armamento germano. Así, el T-34, desde 1940, fue fabricado con un mejor blindaje, un mayor poder de disparo de municiones, de maniobra en el campo de batalla y mayor velocidad.
La historia de T-34 comienza cuando el joven tanquista Nikolai Ivushkin (Alexander Petrov) va viajando en una vieja y destartalada camioneta soviética; en el camino a Moscú se topa con un tanque alemán Panzer: Ivushkin, junto a su acompañante tienen que eludir los disparos del tanque alemán; son magníficos los efectos especiales con los que se logra “congelar” el vuelo de los misiles de los tanques; esos efectos y otros más, le dan a toda la película una mayor espectacularidad, lo cual no demerita para nada la cinta.
En su célebre obra El Origen de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado, el filósofo alemán Federico Engels muestra cómo estos atributos esenciales de la especie humana son un producto histórico.
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n su obra teatral, Miller nos dice que “el diablo es una parte necesaria de la cosmología religiosa”.
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Escrito por Cousteau
COLUMNISTA