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El modelo neoliberal vuelve a la carga en Ecuador. El pasado 11 de marzo, el Fondo Monetario Internacional (FMI) aprobó un préstamo de cuatro mil 200 millones de dólares (mdd) al gobierno ecuatoriano, de los cuales el país sudamericano recibió los primeros 900 mdd. Antes de cerrar el trato, el FMI se aseguró de que el presidente ecuatoriano, Lenín Moreno, se comprometiera a realizar una serie de reformas económicas que lastimarán sensiblemente a los grupos más vulnerables del pueblo de Ecuador.
Cumpliendo lo prometido, el martes dos de octubre Moreno anunció una polémica medida que ha concitado la ira popular: el Estado ecuatoriano dejará de subsidiar los combustibles, por lo que el precio de las gasolinas aumentará en 123 por ciento. Esta vez la población reaccionó inmediatamente; y desde el día del anuncio, las calles de las principales ciudades fueron tomadas por miles de manifestantes que exigieron frenar la reforma.
La protesta social creció en cuestión de horas. Los transportistas anunciaron una huelga indefinida como medida de presión; los campesinos bloquearon las carreteras con rocas y miles de inconformes ocuparon las principales calles y plazas públicas de Quito y Guayaquil. A diferencia de otras ocasiones, el rechazo a la reforma dictada por Moreno no provino solo de las agrupaciones políticamente identificadas con el expresidente Rafael Correa y los partidos de oposición, sino también de la mayoría de los sectores sociales urbanos –centros tradicionales de la agitación política– así como del Ecuador rural, donde los campesinos comenzaron a movilizarse. El país se convulsionó.
El presidente respondió decretando el estado de excepción por 60 días. El jueves cuattro de octubre Moreno emitió ante los medios de prensa: “Con el fin de precautelar la seguridad ciudadana y evitar el caos, he dispuesto el estado de excepción a escala nacional”. La decisión presidencial no busca en realidad garantizar la seguridad y el orden de Ecuador, como mencionó Moreno, sino que pretende sofocar las protestas sociales, y someter a los inconformes mediante el empleo de todos los recursos de fuerza de que dispone el Estado: allanamiento de morada sin orden judicial, censura de la prensa y pérdida de derechos civiles, entre otros. Incluye también, por supuesto, el empleo de militares para fines distintos a los tradicionales.
La naturaleza represiva de la medida resulta evidente, como se observa en el documento que firmó Moreno para decretar el estado de excepción: “Artículo 3°. Suspender en todo el territorio nacional el ejercicio del derecho a la libertad de asociación y reunión […] durante las 24 horas del día”. Así las cosas, quien se manifieste públicamente contra las reformas neoliberales, se convierte automáticamente en un delincuente y será perseguido por las fuerzas del Estado.
Tenemos ante nuestros ojos una rendición de la historia ya conocida. Fue así como prácticamente se introdujo el neoliberalismo en toda América Latina: los amos del dinero (FMI) exigen que el Estado saque sus manos de la economía; los presidentes títeres de la gran burguesía mundial aplican una serie de reformas orientadas a ese fin; el pueblo se rebela y el Estado lo combate.
No sorprende por eso que el FMI haya expresado abiertamente su apoyo a las políticas de ajuste que vive Ecuador. “Las reformas anunciadas […] tienen como objetivo mejorar la resiliencia y la sostenibilidad de la economía ecuatoriana, y fomentar un crecimiento sólido e inclusivo. El anuncio incluyó decisiones importantes para proteger a los pobres y más vulnerables, así como para generar empleo en una economía más competitiva”, reza la Declaración del FMI sobre Ecuador emitida el pasado dos de octubre.
Pero la América Latina de hoy no es la misma de los años 80 y 90: ya cambió. En la América Latina de hoy, el discurso neoliberal que promete crecimiento y prosperidad, ha perdido atractivo. La historia reciente prueba que el modelo creado en los centros capitalistas, implantado en gran parte del mundo a finales del siglo XX, concentra la riqueza en pocas personas y aumenta la desigualdad y la pobreza en las grandes masas trabajadoras. Los pueblos donde ya se ensayaron estas formas de gobierno, tienen más clara esta gran verdad, ya que intentaron superar el neoliberalismo, entre ellos Venezuela, Brasil, Argentina y Ecuador. Cualquier intento de dar marcha atrás, de volver a aplicar las medidas neoliberales de antaño en estos países, además del sabido fracaso económico, conlleva también una fuerte resistencia popular. Los pueblos aprenden de su historia, y lo que pasa en Ecuador es una prueba actual de ello.
Los datos oficiales demuestran omisiones de García Jiménez y el número de desapariciones se ha incrementado 59 por ciento.
El grupo ambientalista internacional Juventud por el Clima manifestaron su rechazo a las políticas económicas e industriales del Gobierno brasileño, considerado como el principal culpable de esta tragedia global.
La población desocupada aumentó de 4.2% a 5.5% entre mayo y junio, es decir 901,000 mexicanos, para sumar 2.8 millones, señaló el instituto.
Hoy el mundo abre una posibilidad sin precedentes. La realidad está reclamando un cambio. Éste, sin embargo, más allá de análisis teóricos y académicos relegados por la historia, tiene sólo dos vías: socialismo o barbarie.
Paul Schrader escribió los guiones de cintas afamadas que realizó Martin Scorsese y que se convirtieron en cintas de culto, o simplemente en filmes clásicos.
Los incendios forestales, el abandono de la flora mayor por cuenta de los tres niveles de gobierno y la desaparición del Fondo para la Atención de Emergencias (Fonden) están acabando con los bosques y selvas de México.
El conflicto secesionista que ha dividido a españoles, catalanes y amenaza la estabilidad política regional, se agudizó el 14 de octubre con la durísima sentencia a los líderes independentistas.
Estamos ante una monumental y despreciable campaña propagandística para ocultar el hambre, la sed, las enfermedades, el sufrimiento indecible que ya padece, y que se incrementará, la clase trabajadora de Acapulco y sus alrededores.
“El agua es nuestro derecho”, “sin agua no hay vida”, son consignas de miles de mexicanos que cada día tienen menos agua debido a una falta de estrategia hídrica.
Diputados del PAN exigieron a sus homólogos de Morena asistir a las reuniones de la Comisión de Gestión Integral del Agua en el Congreso capitalino y avanzar en las iniciativas rezagadas que contribuyan a salir de la crisis del agua.
La economía mexicana podría contraerse entre 8.5 por ciento y 10.5 por ciento en 2020, estimó el miércoles el subgobernador del banco central Gerardo Esquivel.
Para corregir la crisis de agua que enfrentan diversas regiones del país, se requiere que la inversión en el sector hídrico pase de 0.8 por ciento a 1.5 o 2 por ciento del PIB.
Situación similar ocurre en la Ciudad de México y su zona conurbada donde en este mes de abril, las altas temperaturas que se registran origina que haya un periodo intenso de sequía.
Los consumidores de menor poder adquisitivo se ven cada vez más imposibilitados para comprar artículos indispensables de calidad para su sustento.
Gustavo Petro sintetizó su programa de gobierno, diciendo que busca desarrollar el capitalismo colombiano, no porque adore este sistema, sino porque el país no podrá crecer ni desarrollarse.
Escrito por Ehécatl Lázaro
Columnista de politica nacional