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En las márgenes del río Nilo se desarrolló una de las civilizaciones más duraderas que ha conocido la humanidad, la cual legó pirámides, templos y esculturas que aún desafían el paso del tiempo. Se trata de la cultura egipcia, cuyos orígenes se remontan a aproximadamente el año tres mil 100 antes de Cristo (a. C). En este periodo, sus gobernantes lograron unificar a las ciudades del Alto y Bajo Egipto. El desarrollo de esta cultura milenaria concluyó en el año 30 a. C, con su incorporación al Imperio Romano.
En sus tres milenios de existencia como imperio, Egipto fue gobernado por 300 faraones pertenecientes a 33 dinastías, de entre los cuales uno de los más famosos fue el emperador Tutankamón, cuya máscara mortuoria es símbolo de la cultura egipcia por su exquisita belleza. Su cámara sepulcral en el Valle de los Reyes, la necrópolis donde se hallan los restos de los faraones de las dinastías XVIII a XX, nunca sufrió saqueos.
El sarcófago de Tutankamón está hecho de cuarcita rosa, su interior contiene tres ataúdes; el más externo es de madera de ciprés chapado en oro; el segundo, también de madera recubierta de oro, está lujosamente adornado con piedras de lapislázuli; el tercero es completamente de oro, y contiene el cuerpo del faraón. La máscara mortuoria, de 54 centímetros de alto y 11 kilogramos de peso, también tallada en oro, tiene los ojos hechos con cuarzo y las pupilas de obsidiana; las cejas y párpados son de lapislázuli. El amplio collar que remata los hombros contiene incrustaciones de turquesa y cornalina.
A pesar de su fama internacional, el reinado de Tutankamón solo duró 10 años. Se estima que su reinado duró entre 1355 y 1346 a. C; ascendió al poder a los nueve años y murió a los 19. Perteneció a la XVIII dinastía, fue hijo de la unión incestuosa entre su padre Akenatón y la hermana de éste, Kiya. La endogamia era una práctica común entre la nobleza para mantener el poder.
El descubrimiento de la tumba de Tutakamón fue realizado por el arqueólogo inglés Howard Carter, quien reveló al mundo la momia del faraón el 28 de octubre de 1925. Tras una amplia divulgación fotográfica y literaria en los medios de comunicación, el descubrimiento pronto se cubrió con un halo de misterio por una supuesta “maldición del faraón”, quien habría cobrado venganza contra el equipo arqueológico que profanó su tumba. Es cierto que algunos de quienes participaron en la excavación murieron poco tiempo después del hallazgo. Pero no fueron más de ocho muertos de entre las 58 personas que intervinieron directamente en esa tarea, aunque la prensa amarillista habló hasta de 30 víctimas de la supuesta maldición, incluidas muchas que nunca entraron a la tumba. La afección que provocó los decesos fue una fiebre repentina y severos problemas de asfixia en las personas que ingresaron a la tumba o que tuvieron contacto con los objetos extraídos de esta.
En 1962 el doctor Ezz Eldin Taha, profesor de microbiología en la Universidad de El Cairo, reportó que varios arqueólogos y empleados del Museo Egipcio padecían con frecuencia inflamación de las vías respiratorias con episodios de fiebre. La causa era un hongo microscópico llamado Aspergillus niger. Estudios posteriores realizados en las cámaras mortuorias de diferentes sitios arqueológicos, y en restos de otras momias, revelaron la presencia de diferentes especies de Aspergillus. La inhalación excesiva de sus esporas provoca aspergilosis, ya que las esporas germinan en tejido pulmonar e invaden los vasos sanguíneos. Esto provoca trombosis, tos sanguinolenta y formación de edemas, lo que conduce a la muerte.
Las esporas se mantuvieron latentes en las vasijas donde se almacenaron granos de cereales o en los arreglos florales que acompañaban al sarcófago del faraón. Por su estructura resistente, las esporas pueden soportar miles de años antes de volver a germinar, y cuando Carter y sus colaboradores irrumpieron en la tumba de Tutankamón estuvieron listas para volver brevemente a la vida y “vengar” a su faraón.
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Escrito por Jorge Adrián Serrano
Colaborador ciencia